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Japón pisotea el orgullo de China
El primer ministro nipón eleva la tensión al visitar el santuario de los caídos en sus guerras imperialistas
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, visitó hoy, día en que cumplía un año en el poder, el polémico santuario de Yasukuni, gesto que ha sido duramente criticado por Pekín y Seúl y contribuye a empeorar el tenso clima diplomático en la región.
Las aguas del mar de China Oriental vuelven a estar revueltas. Las pugnas soberanistas entre Pekín y Tokio salieron de nuevo a flote ayer después de que el primer ministro nipón, Shinzo Abe, realizara una provocadora visita al santuario Yasukuni, un memorial en honor a los casi de dos millones y medio de japoneses caídos en conflictos bélicos, incluidos aquellos en los que Japón quiso extender su imperalismo en el gigante asiático en los siglos XIX y XX. Y es que ayer, precisamente, era una fecha clave para China, ya que celebraba el 120º aniversario del nacimiento de Mao Zedong, padre de la actual República Popular fundada en 1949, por lo que la iniciativa del líder japonés fue interpretada como algo más que una inocente visita patriótica. Más aún después de las últimas disputas por el archipiélago Senkaku (como se refieren a él desde Tokio, o Diaoyu desde Pekín), que a finales de noviembre llevó a las autoridades chinas a imponer unilateralmente una zona de identificación aérea sobre estas ocho islas a cuya localización estratégica e importantes recursos naturales ninguna de las dos partes quiere renunciar.
«Esta visita daña la base de la relación bilateral y construye una nueva barrera para la mejora de los lazos mutuos», aseguró el portavoz de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, mientras que Abe justificó su presencia en Yasukuni tras afirmar que «es un malentendido pensar que esta visita signifique venerar a criminales de guerra. Tan sólo he ido al santuario a presentar mis respetos con motivo de mi primer año en el cargo». De hecho, ningún primer ministro había visitado este centro desde 2006, ni siquiera él mismo hace siete años cuando ocupó la presidencia del Gobierno hasta 2007. Rompió entonces una tradición instaurada en los gobiernos de Junichiro Koizumi, que sí acudía anualmente a este memorial provocando numerosas quejas de la comunidad internacional. «Japón deberá asumir la plena responsabilidad por las graves consecuencias políticas de este hecho», le transmitió el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, al embajador japonés, a quien convocó para pedir explicaciones sobre la visita que el Ministerio tachó de «extremadamente peligrosa».
Conflicto de intereses
«He orado por el descanso de aquellos que perdieron su preciosa vida por Japón en la guerra, pero con esta decisión también quería mostrar mi propósito de que este país nunca volverá a participar en un conflicto bélico», insistió Abe. Unas declaraciones que contrastan con la decisión tomada la semana pasada por su Ejecutivo para aumentar un 2,8% su presupuesto de Defensa para el ejercicio 2014 hasta los 34.176 millones de euros, lo que rompería la tendencia pacifista del país. Las dos potencias más importantes de Asia parecen no tener intenciones de reducir la hostilidad que impregna su relación y evoca los sanguinarios enfrentamientos del siglo pasado. Y sin duda, la visita de Abe es un nuevo mensaje dirigido al presidente chino, Xi Jinping, con el que una vez más quiere dejar claro que las presiones de China no mermarán las políticas niponas en favor de sus intereses nacionales.
Como era de esperar, las reacciones internacionales no se hicieron esperar. Kim Kyou-hyun, viceministro de Exteriores de Corea del Sur (este territorio fue confiscado a China por parte de Japón durante la primera guerra sinojaponesa) convocó a la segunda autoridad de la Embajada de Japón en Seúl, Takashi Kurai, para trasladarle una protesta formal, mientras que desde EE UU, que juega a dos bandas en este conflicto, a través de su Embajada en Tokio apeló a «encontrar formas constructivas para hacer frente a aspectos tan sensibles del pasado, para mejorar sus relaciones y para promover la cooperación de avanzar en nuestro propósito común de paz y estabilidad en la región». No obstante, subrayó que en Washington están «decepcionados con el hecho de que su líder haya llevado a cabo una acción que agravará las tensiones con sus vecinos».
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