Nairobi

Korogocho: patinar para sobrevivir

Un inusual club deportivo les ha dado la oportunidad de volver a ser niños y alejarse de la dura realidad del vertedero de Dandora.

Durante el entrenamiento, Mike Carlos Otieno, de 13 años, capitán del equipo, encabeza la fila de niños que patinan en sincronía entre las chabolas de chapa.
Durante el entrenamiento, Mike Carlos Otieno, de 13 años, capitán del equipo, encabeza la fila de niños que patinan en sincronía entre las chabolas de chapa.larazon

Un inusual club deportivo les ha dado la oportunidad de volver a ser niños y alejarse de la dura realidad del vertedero de Dandora.

A los pequeños patinadores de Korogocho, una barriada chabolista de Nairobi, no hay bache ni obstáculo que se les resista. Sobre ruedas han aprendido a superar las dificultades que se encuentran por el camino, tanto en el mundo del deporte como en su propia vida.

Un inusual club deportivo les ha dado la oportunidad de volver a ser niños y alejarse de la dura realidad del vertedero de Dandora, donde muchos se sumergen entre toneladas de basura para buscar algo que les permita ganar un miserable suma de chelines.

A primera hora de la mañana, Mike Carlos Otieno, de 13 años, aparece puntual al entrenamiento del equipo de patinaje en línea en una de las escasas calles asfaltadas y con poco tráfico del barrio. Poco a poco se van sumando decenas de niños que integran su club.

Tras un breve calentamiento, toca ponerse los patines, pero la mayoría no lleva calcetines y se los ajustan como pueden sobre sus pies desnudos.

Los más pequeños se ayudan unos a otros, hay que hacerlo lo más fuerte posible para evitar lesiones, y como protección solo un casco: ni muñequeras, ni coderas ni rodilleras.

Algunos de ellos no pueden reprimir las lágrimas tras las habituales caídas durante el entrenamiento, aunque lucen con orgullo las cicatrices de sus piernas, como si de medallas de honor se tratara.

Muy de cerca les guían sus entrenadores, Daniel Onyango y Johan Macharia, que empezaron a dar sus primeros pasos en el mundo de los patines viendo vídeos de profesionales online.

"Intento aprender nuevas técnicas en internet. Luego vengo aquí, lo pruebo y se lo enseño a los niños", cuenta a Efe Macharia.

Sorprendentemente, algunos de los alumnos ya han superado a los maestros y se han convertido en miembros del equipo nacional de patinaje.

Todo surgió en 2010, cuando Onyango empezó a patinar por las calles de esta barriada limítrofe con Dandora, el vertedero más grande de Nairobi.

Una nueva oportunidad

Los más pequeños empezaron entonces a interesarse por este deporte poco conocido en Kenia y pronto nació el Hope Raisers Skating Club. Ahora lo integran unos 120 patinadores de entre 3 y 23 años.

"Queríamos darles la oportunidad de ser niños otra vez. El gran problema que tenemos en Korogocho es que los niños dejan el colegio muy pronto para ir al vertedero y buscar materiales que luego venden para ganar algo de dinero", explica.

En el vertedero, los niños están expuestos a muchos riesgos, como enfermedades causadas por los humos y la descomposición de la basura o las redes de criminalidad que operan en el barrio.

Mike Carlos es un claro ejemplo de cómo este deporte ha conseguido combatir la exclusión, la intolerancia y la violencia en Korogocho.

"Decidí unirme al grupo para separarme de los chicos malos del barrio", explica a Efe con una madurez impropia de su edad. "Antes solo pasaba mi tiempo sentado en la calle", confiesa.

Ahora, como capitán del equipo, tiene la responsabilidad de liderar el grupo, lo que le ha permitido creer en sí mismo, algo inimaginable hace unos años.

Con la cabeza erguida y mirando al frente, dirige la fila de niños que patinan en sincronía entre las chabolas de chapa pintada con coloridos grafitis que hacen ver desde lejos que en esta zona del barrio desborda el arte.

Mostrando equilibrio, fuerza y control sobre los patines, practican las técnicas básicas de giro y derrape, se divierten haciendo carreras por equipos y, finalmente, se atreven con los saltos.

El valor de la amistad es la base del equipo. "Los niños tienen que compartir hasta los patines", dice Macharia, porque el club carece de recursos y todo el material ha sido donado.

Para que el patinaje sea compatible con el colegio, los entrenamientos se realizan los fines de semana, aunque en vacaciones las sesiones son casi diarias.

"Este es mi talento", afirma orgulloso Jonathan Otieno, que también a sus 13 años tiene muy claro que quiere convertirse en patinador profesional.

Su ejemplo a seguir es su compañera de equipo Lucy Achieng, que ha demostrado a todos que es posible llegar hasta lo más alto: representar a Kenia en el equipo nacional de patinaje.

"El patinaje ha transformado nuestras vidas", afirma esta chica de 18 años que sueña con competir algún día junto a los más grandes en unos Juegos Olímpicos.