ONU

La hora de Mahmud Abas

El desgastado líder de la ANP intenta lograr capital político con la obtención del estatus de «Estado observador» en la ONU. El reconocimiento palestino se alcanza pese a la congelación del proceso de paz con Israel y la división de Cisjordania y Gaza

Mahmud Abas espera ganar popularidad con la operación en la ONU. Unos militares cuelgan ayer un cartel con su imagen junto a Arafat en Cisjordania
Mahmud Abas espera ganar popularidad con la operación en la ONU. Unos militares cuelgan ayer un cartel con su imagen junto a Arafat en Cisjordanialarazon

El 29 de noviembre vuelve a ser una fecha para recordar en la historia. Hace exactamente 65 años, el 29 de noviembre de 1947, una mayoría de la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la resolución 181, que recomendaba la partición de la entonces llamada Palestina en dos Estados: uno judío y otro árabe. El liderazgo sionista lo aceptó a pesar de las renuncias y términos medios que eso suponía, pero el bloque árabe, encabezado por el líder palestino, el mufti de Jerusalén Hajj Amin el Huseini, lo rechazó. La 181 fue desafiada por los países árabes, que atacaron el naciente Estado de Israel.

Hoy, 65 años después, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abas, someterá a a votación la resolución en la que propone que se los reconozca como «Estado observador no miembro» que funcionará como observador permanente. La ANP sólo necesita una mayoría simple de los 193 miembros que configuran la Asamblea General de la ONU para que su propuesta sea aceptada y ayer tenía asegurados más de 132 votos a favor, entre ellos, los de Francia, España, Finlandia o Dinamarca. Estados Unidos e Israel lideraban, sin embargo, el bloque del «no», en el que también se incluían otras potencias europeas como Alemania o Reino Unido, si no se cumplían las dos condiciones que había establecido para el «sí» (que la ANP se comprometiera a volver a la mesa de negociaciones y que se abstuviera de llevar a Israel ante el Tribunal Penal Internacional).

Pese a las celebraciones de hoy en la capital de Cisjordania o en el mundo árabe en general, es difícil que los palestinos puedan materializar esta victoria diplomática en una mejora de su situación sobre el terreno, puesto que el reconocimiento en la ONU llega sin un acuerdo con Israel.

«Es increíble la lógica de la ONU, que, cuando se trata de los palestinos hace todo al revés», dijo ayer a LA RAZÓN el portavoz del Ministerio de Exteriores israelí, Yigal Palmor, y recordó que «cuando Sudán del Sur se sumó al organismo internacional fue después de la negociación entre las dos partes del conflicto y la obtención de un acuerdo...».

La votación en Naciones Unidas coloca a Israel en una encrucijada. El Gobierno de Netanyahu se opone al nuevo estatus palestino porque se trata de una iniciativa unilateral y temen que signifique un traslado del conflicto a la arena internacional. También consideran que es una violación de los Acuerdos de Oslo, pero, a su vez, prefieren rebajar el alcance del «Estado observador» palestino por todas las carencias y complicaciones que plantea.

Desde Israel existen ciertas dudas de que este paso sirva para acelerar las conversaciones de paz estancadas desde hace dos años. El Gobierno de Netanyahu siempre ha criticado la escasa predisposición del presidente de la ANP, Mahmud Abas, para relanzar el diálogo y le ha acusado de su falta de liderazgo entre la población palestina por la división de Gaza y Cisjordania, aunque, al mismo tiempo, sabe que la alternativa es Hamas, que no reconoce siquiera el derecho de Israel a existir.

Por lo tanto, no le interesa a Israel desmontar a la Autoridad Nacional Palestina, aunque no comparta en absoluto su ofensiva diplomática en Naciones Unidas. En el entorno cercano a Abas, sostienen que no tenía más remedio que seguir adelante con su plan político en la ONU, aunque tuviera en contra también al presidente norteamericano, Barack Obama. El presidente de la ANP es un líder desgastado que camina desde hace tiempo sobre el alambre. En enero de 2011 expiró su mandato, pero no se atrevió a celebrar elecciones porque de no ser por el apoyo de Israel podría ser arrollado por Hamas.

Para la población, la división interna de los palestinos es un tema urgente que ni la Autoridad Palestina en Cisjordania ni Hamas en la Franja Gaza consiguen solucionar pese a la mediación árabe. Este «impasse» beneficia sobremanera al grupo integrista de la franja. La reciente operación militar de Israel contra Hamas, pese a considerarse un éxito para Israel en el ámbito militar, ha supuesto una bola de oxígeno y de popularidad para los islamistas que ponía más en la cuerda floja al presidente palestino. Abas, por tanto, no podía permitirse dar marcha atrás de sus planes en la ONU sin socavar seriamente su imagen como líder de los palestinos.

La gran pregunta es qué piensa hacer Abas ahora con el reconocimiento en la mano. Si lo usa como herramienta para reanudar y fortalecer su posición en las negociaciones con Israel, puede que ambas partes salgan ganando al aproximarse a una solución dialogada. Si lo convierte en un instrumento de conflicto con Israel, puede que cuente con apoyo político, pero no mejorará nada la situación sobre el terreno y se arriesgará a eternizar una situación en la que hay reconocimiento formal de Naciones Unidas al Estado de Palestina, sin que en la práctica se le logre crear el Estado de verdad.

Israel minimiza la votación porque el proceso de paz sigue encallado

Israel ha optado por minimizar el alcance del ingreso de Palestina como «Estado observador» en Naciones Unidas. El Gobierno de Benjamin Netanyahu considera que el nuevo estatus llega sin ningún avance sobre el terreno, por lo que no puede esperarse ningún cambio en la dinámica del conflicto árabe-israelí. Desde Israel se considera que el reconocimiento de Palestina como «Estado no observador» tiene exclusivamente un carácter «simbólico» y que está limitado por la situación interna de los palestinos con la división de Hamas en Gaza y de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania. Los israelíes, no obstante, prevén que la tradicional batalla con los palestinos se traslade ahora a las instituciones con querellas cruzadas en el Tribunal Penal Internacional (TPI) y otros organismos internacionales a los que Palestina tendrá ahora derecho de admisión.