Colombia

La importancia de la marcha del «No Más» en Colombia

La Razón
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El pasado 2 de abril, cientos de miles de colombianos marchamos por las calles de las diferentes ciudades entonando un mensaje que resonó entre en los corazones de las urbes colombianas: ¡No más! Dos palabras que iban acompañadas por diferentes apellidos que la ciudadanía iba agregando de acuerdo a la molestia de cada persona.

Así, algunos mensajes fueron: No más persecución política, no más vocería a las FARC, no más contratos a políticos, no más desatención a la salud, no más derroche estatal, entre otros. En síntesis, la marcha era la manifestación de una honda y creciente molestia e insatisfacción de los colombianos con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, quien en recientes encuestas marca un 68% de desfavorabilidad sumado a un 77% que considera que el país va por mal camino.

Pero más allá de las razones que motivaron las más de 20 marchas que transcurrieron en todo el país, lo más destacado de dichas manifestaciones fue el carácter cívico y pacífico de la protesta. Cívico porque detrás de la marcha no hubo poder estatal de movilización; en las protestas no marcharon empleados públicos coaccionados por sus jefes políticos, o campesinos movilizados por administraciones locales, por el contrario, fueron ciudadanos sin más razón que un profundo descontento con el gobierno, quienes llenaron las vías y plazas de las diferentes ciudades de Colombia.

Y pacífico, porque en las más de 20 manifestaciones masivas que transcurrieron no hubo vandalismo, enfrentamientos con la fuerza pública, vulneraciones a la propiedad privada o disturbios. Por el contrario, las protestas estuvieron marcadas por el júbilo de la ciudadanía de poder expresar sus ideas y sentimientos represados en el espacio democrático por excelencia: la calle. Con las caminatas de 2 de abril, se rompió la nefasta tradición de protesta combinada con violencia. En este caso hubo protesta, y mucha, pero con civismo y en calma.

Sin entrar en el trivial debate sobre cuántos ciudadanos marchamos, el hecho político es que un amplio sector de los colombianos mandamos un contundente mensaje al gobierno para que reflexione y modifique sus posturas y políticas no sólo en la negociación con las FARC y el ELN, sino en el aspecto económico de la salud y en el manejo de las relaciones internacionales.

El mensaje es contundente: mayor atención a la ciudadanía democrática, menos esmero en ceder ante las exigencias de las organizaciones terroristas con quienes se dialoga. Durante sus cuatro primeros años, el presidente Santos gobernó a sus anchas prácticamente sin crítica ni control político alguno. Hoy casi seis años después de su primera posesión, el Gobierno central encuentra una robusta oposición, organizada, democrática y cívica que demanda cambios en la conducción del país.

La decisión del Gobierno radica en seguir complaciendo a los grupos ilegales con quienes negocia y seguir perdiendo popularidad y respaldo ciudadano, o atender las solicitudes de la mayoría del país en materia económica, de seguridad y manejo del proceso de paz, y quizás, sólo quizás, empezar a recuperar un rumbo del cual se desvió desde el primer día.