Política

Nicolás Maduro

La parálisis política ahoga a Venezuela

La debacle social y la desesperación avanzan mientras la crisis política se enquista. Maduro se muestra incapaz de anular a Juan Guaidó y éste no consigue desplazar al chavismo del poder pese al apoyo de Estados Unidos.

El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, se dirige a sus seguidores en Caracas
El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, se dirige a sus seguidores en Caracaslarazon

La debacle social y la desesperación avanzan mientras la crisis política se enquista. Maduro se muestra incapaz de anular a Juan Guaidó y éste no consigue desplazar al chavismo del poder pese al apoyo de Estados Unidos.

La crisis humana va más rápido que la crisis política en Venezuela. El país apenas se va acostumbrando a su nueva realidad: una nación incapaz de producir suficiente electricidad para funcionar, alimento para su población, seguridad para sus ciudadanos, o siquiera suficiente petróleo como hasta hace un lustro. Mientras tanto, la pugna política baja el ritmo.

Por un lado, Nicolás Maduro mantiene el poder institucional del Estado y su burocracia. El gobernante, no obstante, ha perdido reconocimiento internacional, capacidad para reestructurar su deuda externa o apelar a nuevo financiamiento. Por decir lo menos. Del otro lado, Juan Guaidó es reconocido como presidente interino del país por más de 50 países, Estados Unidos pone a su disposición los activos del Estado venezolano en su territorio –incluyendo las estructuras del negocio petrolero– y el Banco Interamericano de Desarrollo le brinda espacio de acción a su enviado Ricardo Haussman. Pero aún no logra el respaldo de las estructuras del Estado. Incluso los alcaldes y gobernadores opositores han optado por el silencio en vez de reconocer que él es su presidente legítimo.

En la calle, mientras tanto, la desesperación manda. En este momento, pareciera que se está cerca de un punto muerto, donde ni Maduro tiene capacidad de anular a Juan Guaidó, ni éste tiene la fuerza para desplazar al chavista del poder. Un escenario peligroso de parálisis donde lo único que avanza es la debacle social.

«Esto no se aguanta. Así no se puede vivir, y Guaidó no termina de concretar. Se la pasa pidiendo a militares que lo respalden y nada. Los gringos ahora dicen que no intervendrán. ¿Y entonces?», se pregunta Flora Gutiérrez, de 46 años y sin hijos en el país después de que estos emigraran. Andrés Fornés tiene 31, acaba de licenciarse en Derecho y dice querer quedarse en el país, «pero pareciera que esto no avanza».

El ritmo de la política en el país ha cambiado. Los apagones han detenido el tiempo, pero no es lo único. Los reconocimientos a Guaidó han parado, y los reclamos a desenlaces aumentan. «Guaidó ganó sus posiciones muy rápidamente en los dos primeros meses del año. Ahora puede ganar menos, solamente necesita ganar espacios en el sector militar. Maduro busca evitarlo, mientras a él se le socavan sus bases. Por eso da la impresión de que esto se toma más tiempo, pues lo que sigue ocurriendo no se ve públicamente. Ya no hay hechos sensacionales», estima el politólogo Luis Salamanca.

A su juicio, no obstante, no hay estancamiento pues los actores siguen tomando en cuenta al otro. «El gobierno ayer lanzó un ataque a Guaidó con la inhabilitación y creo que eso pudiera darle un nuevo impulso. El oficialismo busca cómo debilitarlo sin enfrentarlo directamente con medidas de coerción».

Por su parte, Guaidó ha anunciado la Operación Libertad con la cual comenzaría un ciclo definitivo para la sustitución del Gobierno. En principio, se trata de grandes movilizaciones populares, comenzando por protestas descentralizadas para reclamar los problemas de servicios públicos. Maduro, en respuesta, ha pedido activar «cuadrillas de paz», que son grupos de vigilancia vecinal de militantes del Partido Socialista encargados de evitar cualquier protesta. Carmen Beatriz Fernández, consultora política y profesora de Political Systems en la Universidad de Navarra, cree que Venezuela ha entrado en una dinámica de perder-perder. «No es un punto muerto sino un punto de rápido deterioro. La reacción de la nomenklatura del gobierno ha sido atrincherarse, y eso implica tomar la decisión de morir matando».

Para Fernández, es obvio que el Gobierno de Maduro no puede salir bien parado de la crisis, «pero no pareciera que están dadas las condiciones o que hay disponibilidad de una negociación real final, o de un quiebre de la Fuerza Armada Nacional que era a lo que se apostaba». La especialista considera que las apuestas para reducir los costos de salida para Maduro y los suyos no han funcionado, «y a menos que ocurra una cuña que la haga salir de esa dinámica, las perspectivas son tremendamente malas».

La discusión va más allá de las fronteras. Estados Unidos insiste en que no descarta ninguna opción, ni siquiera la militar. Rusia y China mantienen su respaldo a Maduro, con los primeros movilizando tropas. Mientras, la Unión Europea impulsa un Grupo de Contacto para buscar soluciones negociadas.