Buenos Aires
La saga de la deuda golpea a Argentina
Si el «default» se prolonga reducirá las posibilidades del kirchnerismo de retener el poder en 2015. Los argentinos temen una subida de la ya desorbitada inflación como consecuencia de la crisis
Si el «default» se prolonga reducirá las posibilidades del kirchnerismo de retener el poder en 2015. Los argentinos temen una subida de la ya desorbitada inflación como consecuencia de la crisis
«El mundo sigue andando y la vida sigue como sucede hace años». Con esta frase, la presidenta Cristina Fernández abría un acto tras declararse el país en suspensión de pagos. Es verdad que Argentina sigue en pie, pero por mucho que el Gobierno minimice el alcance del «default», los analistas coinciden en que los costes económicos y políticos serán altos. El «default» argentino, aunque selectivo y provocado en forma indirecta por la Justicia de EE UU, ingresará en los libros de Historia como un capítulo más en su prontuario financiero. De la larga lista de terremotos económicos, el más doloroso fue el de 2001. Como porcentaje del PIB, la deuda pasó del 50% en los 90 al 200% en 2001. Por aquel entonces, Adolfo Rodríguez Saa anunciaba que Argentina suspendería sus pagos a la deuda externa, aplaudido en el Congreso Nacional. Hoy tan sólo un pequeño porcentaje de radicales «K» aplaude a la presidenta por hacer lo mismo.
Es verdad que durante la última década Argentina bajó en un 73% la relación de su deuda pública con su PIB. Otras naciones como China la aumentaron en un 17%; Alemania en un 37; Japón, en un 47; y EE UU, en un 88. Sin embargo, ningún país de la región entró en cesación de pagos durante este periodo. Incluso la conflictiva Venezuela parece fuera de peligro. Si el país cuenta con 30.000 millones de reservas, cómo es posible que un pago original de 300 millones de dólares, hoy 1.500 con intereses, ponga en jaque a un país. Hubo una mala gestión y técnicos poco preparados cuando se negoció el canje. Tampoco ayudó el «dream team» de efebos y soberbios economistas sin corbata y mal inglés que envió La Campora, agrupación juvenil kirchnerista, a cerrar el acuerdo con los «fondos buitre» a Nueva York. Fue como enviar corderos al matadero. No esperen un mea culpa.
Además, el Gobierno se vanagloria de no hincar las rodillas frente a los «gringos», pero la realidad es que su destino permanece en manos de un grupo de bancos norteamericanos, como JP Morgan. Las entidades extranjeras estarían interesadas en comprar la deuda para evitar que el valor de sus bonos argentinos siga cayendo. Una operación de rescate que ya habrían intentado hacer, sin éxito, un conjunto de bancos privados argentinos. Pero tras la aparición estelar del ministro de Economía, Axel Kicillof, en Nueva York con su libreto de marxismo infantil debajo del brazo, los abogados estadounidenses se levantaron de la mesa. El resultado ya lo conocen. A todo esto, imaginen un país con una de las inflaciones más altas del planeta, en recesión, aumento de desempleo, un grave problema de inseguridad y con una corrupción en alza que salpica a altos cargos del Gobierno, como el vicepresidente Amado Boudou. Y en el horizonte, unos «fondos buitre» que sobrevuelan la Casa Rosada en busca de carroña. Una tormenta perfecta que podría estallarle en la cara a Cristina Kirchner y su futuro delfín –todavía sin definir– en los próximos comicios.
El pueblo por ahora no pide sangre pero tiene un culpable: el Gobierno. En un sondeo realizado este mes por Managment & Fit, el 34,5% evaluó como positivo el manejo que tuvo el Gobierno de la negociación con los fondos especulativos, mientras el 31,6% dijo que fue regular y un 28,5% que lo consideró malo. Asimismo, a la hora de hallar responsables del «default», un 44,2% consideró que la responsabilidad corresponde al Gobierno. La ecuación no falla: cuando la economía sufre, el malhumor social aumenta. En este marco, habrá mayor desempleo y crecerá la tensión social y habrá que ver si los aliados en el sindicalismo con que siempre contó el Gobierno podrán resistir la presión para no cruzar a la vereda de enfrente.
La Confederación General del Trabajo (CGT), central opositora al Gobierno, ya adelantó que estudia impulsar una huelga general para mediados de agosto. Esta influyente central obrera medirá fuerzas convocando a reclamar por el deterioro de los salarios, mientras agrupaciones sindicales aliadas al Gobierno siguen aún al margen de la medida de fuerza. Como adelanto, los docentes vuelven mañana al paro en la provincia de Buenos Aires, la capital federal y el interior del país. «El ''default'' no es algo que esté en las prioridades de la agenda de la sociedad, la preocupación pasa por la inseguridad pública, la inflación y la caída dramática del poder adquisitivo», estima la socióloga Graciela Romer, previendo que estas variables se potenciarán con la moratoria.
La socióloga considera que el pesimismo «está impactando muy fuerte sobre la imagen de gestión del Gobierno nacional» y prevé una tendencia a la baja en lo que queda de mandato, hasta las presidenciales de octubre de 2015. Para el analista político Rosendo Fraga, el Gobierno intentará imponer de aquí en más una «euforia nacionalista». Pero tampoco hay que olvidar que toda elección es en definitiva un plebiscito entre cambio y continuidad y en medio de una crisis la gente tiende a elegir la continuidad, el voto siempre es conservador.
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