Marruecos

Los islamistas revalidan su poder en Marruecos

El partido de Benkirán aprovecha los vientos de «cambio» hacia la tradición conservadora musulmana y obtiene un resultado histórico

Abdelillah Benkirane ha vuelto a asumir las riendas del islamista PJD tras la debacle de septiembre
Abdelillah Benkirane ha vuelto a asumir las riendas del islamista PJD tras la debacle de septiembrelarazon

El partido de Benkirán aprovecha los vientos de «cambio» hacia la tradición conservadora musulmana y obtiene un resultado histórico

La holgada victoria de los islamistas del PJD (Partido de la Justicia y el Desarrollo) el viernes, lograda contra todo pronóstico rompiendo la barrera histórica de los 107 escaños de las elecciones de 2011 hasta llegar anteayer a los 125, es sin duda aplastante, pero a la vez relativa. Por su lado, los oficialistas del partido del tractor, el PAM (Partido de la Autenticidad y Modernidad), liderados por Ilyas el Omari, se han consolidado como indiscutibles líderes de la oposición con un espectacular crecimiento de su nicho electoral, subiendo de 47 a 102 escaños en lo que, afianzado el bipartidismo, podría definirse como una dulce derrota.

Con ser incontestable, parece oportuno contextualizar las «razones» de la gran victoria de Abdelilah Benkirán y sus islamistas parlamentarios del PJD. De entrada, la altísima tasa de abstención (la oficial y la oculta) les ha favorecido, pues sus militantes y simpatizantes sí han votado y en cadena. ¿Significa esto que han alcanzado su techo? Ya se verá. El PJD es un partido urbano y la población rural, más permeable a ciertas manipulaciones, ha bajado a menos del 40%; el «Neomajzén» (Palacio y su entorno) también ha visto mermada su conocida capacidad de maniobra, eso es ya un hecho y no ha sido capaz de bregar más contra corriente; hay una ósmosis en el mundo árabe, una vuelta a los «salaf» (antepasados) y a la tradición conservadora musulmana, y Marruecos, país arabizado más que árabe, no ha escapado a esta tendencia.

Finalmente estaría el halo de democracia interna del PJD y su, en general, contrastada honradez. Los marroquíes votan más a las personas que a las ideologías y Benkirán y los suyos, además de haber cumplido escrupulosamente con las reglas del juego establecidas, no han aprovechado estos cinco años para meter la mano al saco, como es habitual entre la clase política, en las arcas del Estado.

Sobre la galopante abstención, algo habrá que añadir a la maniquea cifra oficial del 43%, puesto que si en una democracia censitaria tienen derecho a votar sólo los inscritos en el censo, exactamente 15.702.592 personas, según la estadística de población habría varios millones de personas más en edad de ejercer su voto y que, incomprensiblemente, no están incluidos en el censo vigente. Atención pues a las cifras, pues la estadística hábilmente manejada no deja de ser además de un señuelo, un potente alucinógeno de masas.

En lo referente al islamismo del PJD, conviene realizar algunas matizaciones: el islamismo no deja de ser una ideología política basada en la religión. Si bien con un carácter radical en cuanto a sus fines, éste se ve templado en el PJD, pues en palabras del presidente de su Consejo Nacional –El Otmani–, «para el PJD la sharia no es la única fuente de derecho», rasgo doctrinal que separa a los islamistas marroquíes de otros movimientos como los Hermanos Musulmanes.

En cualquier caso, rápido de reflejos y con vista larga, el propio Benkirán ha advertido que un «nuevo Marruecos» ha nacido tras los comicios del viernes, ya que más que unas elecciones, se ha vivido un peculiar plebiscito populista de apoyo al PJD y al «benkislamismo». El que tiene un buen problema encima es el mismo soberano, Mohamed VI, sobre todo después de la última y desafortunada injerencia del Gabinete Real que le ha puesto, a él y a la Institución, a los pies de los caballos. Alguien debería recordarle a Mohamed VI aquella frase que Alfonso XIII rumiaba camino del exilio. «Los cortesanos son la ruina de muchas monarquías». Y los consejeros reales también. A medio plazo y en vías de desaparición el Marruecos de antaño, la única salida viable a medio plazo es dar los pasos para vertebrar una monarquía parlamentaria.