Terrorismo yihadista

Los cristianos en Irak, entre el éxodo y la muerte

Mujeres cristianas en la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación, en Bagdad, tras ser atacada por islamistas
Mujeres cristianas en la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación, en Bagdad, tras ser atacada por islamistaslarazon

Desde hace dos semanas, en casa de Jenin Polis Hana viven, además de su esposo y dos hijos, unos tíos y unos primos segundos con sus respectivas esposas y los niños. «Menos mal que hace calor y hemos sacado unos colchones al porche, porque si no tendríamos que dormir por turnos», exclama con tono dramático Polis Hana. Miles de cristianos han huido de Mosul después de que el Estado Islámico (EI) les diera un ultimátum entre convertirse al islam o afrontar las consecuencias. Muchos de ellos han sido acogidos por familiares en el barrio cristiano de Ainkawa, en Erbil, capital del Kurdistán iraquí.

«Los cristianos de Irak siempre hemos sido tratados como minoría y, por lo tanto, como ciudadanos de segunda clase», lamenta Polis Hana, que dirige la revista «Beith Ainkawa», una publicación mensual del Centro Social y Cultural Caldeo, hogar ahora de cientos de familias cristianas que han huido de Mosul. «Los cristianos no tenemos milicias, ni armas, somos gente de paz. La situación en Irak es muy peligrosa. El Gobierno iraquí es muy débil. El poder del primer ministro, Nuri Al Maliki, se limita a la Zona Verde de Bagdad. Más allá es todo anarquía, un ''singobierno''», denuncia Bani Saraha, otro cristiano que huyó a Ainkawa. «Hemos recibido amenazas y ahora todos los fieles hemos huido de la ciudad. Me pregunto si alguna vez podremos volver allí», declara con preocupación. «Antes, los yihadistas te obligaban a darles dinero por ser cristiano; ahora directamente te pegan un tiro en la calle», advierte Saraha.

Nada más tomar el control de Mosul, el pasado 10 de junio, el Estado Islámico obligó a los cristianos a pagar el tributo islámico o «yizia» de 250 dólares, que es aún mayor para comerciantes y empresarios. También les obligaron a pagar al EI el alquiler de las casas donde vivían bajo la amenaza de que les cortarían la luz y el agua si no lo hacían. Amenaza que han cumplido.

«Los yihadistas han plantado sus banderas negras en las iglesias», advierte Mayash, otro cristiano de Mosul. Además, los combatientes del EI marcaron las casas una a una para identificar a los cristianos, como hicieron los nazis con los judíos, y repartieron decenas de folletos con todo tipo de advertencias en los barrios habitados por esta minoría. En las puertas de varios de esos hogares colgaron carteles de: «Propiedad del Estado Islámico», un aviso a los cristianos para que decidieran a qué bando unirse, después de que expirase hace una semana el plazo que les concedió el EI.

Los yihadistas «han atacado cuatro iglesias y un monasterio», denuncia Mayash antes de aclarar que vivir en Mosul es un infierno. «Primero porque el Gobierno de Bagdad cortó los suministros de electricidad para presionar a los yihadistas, y ahora es el EI quien nos está dejando sin luz ni agua». «Nuestra comunidad está en medio de las disputas entre suníes y chiíes. Los cristianos sólo queremos vivir en paz en esta tierra», insiste Mayash. Sus palabras reflejan el miedo que siente una minoría religiosa que está desapareciendo de Oriente Medio.

Una comunidad que se extingue

Antes de que Estados Unidos invadiera Irak en 2003, había alrededor de 1,2 millones de cristianos, ahora no quedan más de 300.000 en todo el país. En 2003, la comunidad cristiana de Mosul tenía unos 35.000 fieles. En los once años siguientes, el número cayó trágicamente a alrededor de 3.000, explica a LA RAZÓN el arzobispo caldeo de Erbil, Matran Bashar Mati Warda, el pastor más joven que ha tenido la catedral de San José. Sobre los últimos acontecimientos en Mosul, el arzobispo explica que hombres armados dieron el ultimátum a través de los megáfonos de las mezquitas para que todo aquel que no fuera musulmán abandonase la ciudad. «Las últimas 1.500 familias cristianas que salieron de Mosul fueron presuntamente robadas en los controles del EI», denuncia el patriarca Caldeo. Dos días después de expulsar a las familias cristianas, los yihadistas del EI atacaron el convento histórico de Mar Behnam, que data del siglo IV. El grupo islamista radical expulsó a los monjes que se encontraban en el lugar y saquearon la biblioteca. También prendieron fuego a una iglesia de 1.800 años de antigüedad.

«A los cristianos nos quedan estas opciones: convertirnos al islam, permanecer como cristiano y pagar un impuesto, dejar Mosul sólo con la ropa que llevamos o someternos a la espada del EI», denuncia Ano Jawhar Abdoka, diputado cristiano. «Nuestro patrimonio y la historia de Nínive (antiguo nombre de Mosul en siriaco), que se remonta a 5.000 años, una de las maravillas del mundo antiguo, un bello ejemplo de nuestra historia... está en peligro de extinción», dice con desazón Abdoka. «Hoy, y por primera vez en 5.000 años como caldeoasirios, y desde hace 2.000 como cristianos de Mosul, Nínive está vacía de sus habitantes indígenas», lamenta el diputado cristiano. La región autónoma del Kurdistán podría considerarse el último refugio de los cristianos en Irak, donde de momento son tolerados, aceptados y pueden plantear algunos derechos.