Venezuela

Los escuadrones de la muerte en Venezuela

Vivian Núñez, madre del joven asesinado, en el funeral de su hijo, ayer, en San Cristóbal, capital del Estado de Táchira
Vivian Núñez, madre del joven asesinado, en el funeral de su hijo, ayer, en San Cristóbal, capital del Estado de Táchiralarazon

Maduro revive en Venezuela el fantasma de las bandas paramilitares que sembraron el terror en las dictaduras latinoamericanas.

Sólo su nombre producía terror por toda Iberoamérica durante las dictaduras de los 70 y 80. Persiguieron a estudiantes, a guerrilleros y, en general, se convirtieron en el brazo paramilitar de los regímenes de turno. Herencia sangrienta del continente, los escuadrones de la muerte siguen siendo poderosos en Brasil, México y Venezuela. En este último país se han convertido en el lado más violento de un Gobierno que hace agua, incapaz de controlar a sus policías corruptos. La historia se repite. En 16 años de chavismo, la impunidad sobre el crimen ha generado que el número de homicidios se dispare. A esto se suma la corrupción y una falta de valores notable. Paradójicamente, el Gobierno de Maduro trata de no enviar a sus agentes contra los delincuentes, pero sí que ha intensificado la ofensiva contra jóvenes y opositores. Es una marca de la polarización y el odio que se extienden por el país. La última víctima de estos sicarios con uniforme fue Kluivert Roa, un estudiante de 14 años que el martes se encontraba en una manifestación. Fue asesinado a bocajarro por la Policía. Maduro envió ayer sus condolencias a la familia del joven y afirmó que «en Venezuela está prohibida la represión armada». Acusó a Colombia de infiltrar paramilitares en Venezuela.

En lo que va de mes, seis jóvenes han aparecido muertos tras ser torturados en cuarteles del país. Estos llamados escuadrones de la muerte están conformados por funcionarios adscritos a las policías regionales, que, en abuso de sus funciones oficiales, asesinan, hacen desaparecer, amenazan o lesionan a personas previamente seleccionadas a través de aparatos de inteligencia informales, ligados a estructuras estatales.

«El Ministerio Público ha reconocido que la mayoría de los responsables de estas acciones son miembros activos de organismos de seguridad que tienen una gran experiencia en detenciones y levantamiento de pruebas, lo que ha dificultado la identificación de los responsables», concluye alarmantemente un informe de la organización de derechos humanos Cofavic. En Venezuela, el 96% de los crímenes no es esclarecidos. Por su parte, el reconocido criminalista Fermín Mármol León, profesor en la Universidad Santa María de Caracas, declara que «el ambiente de impunidad que prevalece en Venezuela ha creado las condiciones para desvirtuar y corromper a las fuerzas del orden público, propiciando la formación de bandas compuestas por policías y ex policías».

Amparados por el aparente colapso del sistema judicial, estos grupos parapoliciales operan con total impunidad, vendiéndose al mejor postor. Un día pueden contener el hampa, otros, actuar como bandas abocadas al secuestro y al narcotráfico o, simplemente, reprimir una marcha.

Según la encuesta de Victimización y percepción de Seguridad Ciudadana elaborada por el Instituto Nacional de Estadísticas, el 43,75% de las víctimas que no denunciaron los delitos dijo que se abstuvieron de hacerlo por creer que los propios policías participaron en ellos. Muchos de los casos denunciados contra agentes han involucrado a integrantes del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalistas (CICPC) de Venezuela, organismo designado para realizar los levantamientos de pruebas en el país. Otro de los más involucrados es el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), responsable de las últimas detenciones arbitrarias e ilegales contra dirigentes opositores como Leopoldo López o el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.

A todo esto hay que sumar nuevos grupos armados. Los «motorizados» fueron señalados como los autores de las 43 muertes perpetradas durante las protestas que sacudieron Venezuela el año pasado. Estos grupos formarían parte de las milicias civiles armadas en su día por Hugo Chávez. Hoy serían una especie de guardia pretoriana del presidente Maduro, dispuestos a bajar de los cerros para actuar.

Del otro lado están las guarimbas, grupos de resistencia contra el Gobierno de Maduro, que representan el lado más radical. Son los que protagonizan incidentes en barrios como Altamira con barricadas y clavos con los que revientan neumáticos. Son también responsables de la muerte de policías y manifestantes chavistas. Es verdad que a veces todos estos grupos actúan por libre. Sin embargo, mientras desde el Palacio de Miraflores se incite al odio y la violencia, la guerra continuará en las calles. El periodista Fernando Rodríguez explica que la situación podría empeorar aún más: «El Gobierno no parece caer en la cuenta de que el país se incendia y que el fuego se expande por toda su geografía».

Ayer en Caracas, tras el asesinato del joven Kluivert Roa, madres de hijos desaparecidos, y supuestamente asesinados por la Policía, protagonizaron una gran movilización en repudio de la violencia del Gobierno chavista. «Maduro, te metiste con mis hijos», rezaba la consigna. Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López (detenido hace un año por el régimen), y María Corina Machado, ex diputada de la Asamblea Nacional, estuvieron al frente de la marcha, en la que las madres vistieron de blanco en repudio a la agresión constante del chavismo. «San Cristóbal –donde murió el menor– está de luto. No puede morir ni un venezolano más a manos de las armas del dictador», dijo Machado. También Henrique Capriles denunció la muerte del adolescente. El ex candidato presidencial lanzó varios tuits muy duros hacia el Gobierno de Maduro. «¡Basta de matar a los jóvenes de nuestra patria! El presidente venezolano confirmó ayer que el policía que mató al joven Kluivert se encuentra detenido y acusado de homicidio.

Ángel Sastre -Corresponsal en Iberoamérica