Rivalidad

La nueva guerra del opio: China usa el fentanilo como arma en la disputa arancelaria con EE UU

El ministro de Seguridad Pública chino es una pieza clave para resolver el choque comercial con Washington

China.- EEUU sanciona a 13 individuos y 12 entidades de China por la fabricación de fentanilo
EEUU sanciona a 13 individuos y 12 entidades de China por la fabricación de fentaniloEuropa Press

El tiroteo arancelario entre las dos mayores economías del mundo alcanzó un punto de inflexión con la reciente tregua de tres meses, un ansiado acuerdo que, aunque efímero, podría alterar las reglas del juego en la economía global. En el centro de esta trama se encuentra el fentanilo, el psicotrópico que ha desatado una crisis de salud pública en EE. UU. y ha reavivado el debate sobre la interdependencia comercial entre ambos rivales.

Wang Xiaohong, ministro de Seguridad Pública de China, ha emergido como un protagonista inesperado en la batalla contra el tráfico de fentanilo, el opioide sintético que ha devastado comunidades en territorio estadounidense. Su influencia es crucial para frenar el flujo de esta sustancia y suavizar las tensiones entre las dos potencias. La administración Trump ha puesto la reducción del estupefaciente en su lista de prioridades, lo que ha llevado a un giro en las negociaciones hacia una colaboración más efectiva. En este complejo escenario, Wang lucha contra el narcotráfico y se erige como un puente en un momento donde cada decisión puede redefinir el futuro de estos complicados vínculos

La actual tregua, que implica una reducción del 115% en los aranceles a la importación, ofrece un alivio temporal a las PYMES chinas, que han sufrido gravemente bajo la presión de aranceles elevados. Sin embargo, Washington mantiene un arancel del 30% sobre las importaciones chinas, que se desglosa en una tasa de referencia del 10% y un 20% adicional relacionado con la problemática del fentanilo.

Entretanto, la economía china, en particular sus sectores de manufactura y exportación, se encuentra en un estado de vulnerabilidad. La reducción temporal de estos gravámenes podría proporcionar un respiro necesario, pero la incertidumbre persiste. Así, la capacidad de Wang para abordar efectivamente el problema del fentanilo influirá en la lucha contra este flagelo y será determinante para la continuidad de la pausa arancelaria.

Con todo, Wang desempeña un papel multifacético que trasciende las fronteras tradicionales de su cartera. Además de ser consejero de Estado y miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista, también lidera la Comisión Nacional de Control de Narcóticos, un organismo con amplios poderes para abordar la creciente crisis en el país. Su participación en las negociaciones con la Casa Blanca, aunque inusual para un funcionario de su nivel, destaca la creciente interconexión entre la política de seguridad y las relaciones económicas.

Como uno de los más cercanos colaboradores de Xi Jinping, este estratega tiene la capacidad de articular su postura con una autoridad poco común. Su carrera se ha forjado en el ámbito de la seguridad pública, comenzando en Fuzhou y Xiamen, donde adquirió experiencia en contramedidas para combatir el contrabando. Este trasfondo le otorga una perspectiva única en el manejo de temas delicados, como la producción y tráfico de sustancias controladas. No obstante, su ascenso en el aparato estatal no se debe únicamente a su competencia técnica, sino a una amistad forjada a lo largo de 17 años con Xi, quien también tiene raíces en Fujian.

La desconfianza del líder chino hacia el vasto aparato policial resalta la importancia de Wang. En un contexto marcado por la intensa purga de altos funcionarios, incluidos tres ex viceministros de Seguridad Pública, su figura representa una estabilidad en medio de la tormenta. Su capacidad para hablar en nombre de Xi le permite influir en la política de seguridad y, por ende, en la diplomacia.

Los precursores químicos utilizados en la fabricación de opioides sintéticos son principalmente producidos en China y se han convertido en un factor determinante en la crisis de sobredosis que afecta a Estados Unidos. Estas sustancias, exportadas como compuestos no regulados, son transformadas en opioides en laboratorios clandestinos en México y Canadá, antes de ser introducidas al mercado norteamericano a precios elevados.

Aunque Pekín ha implementado controles más estrictos sobre estos químicos, los resultados han sido limitados. La situación es alarmante: estos adictivos analgésicos sintéticos son responsables de un número creciente de muertes, especialmente entre los jóvenes de 18 a 45 años, lo que subraya la urgencia de abordar este problema desde múltiples frentes.

Un estudio revelador del Peterson Institute for International Economics ha iluminado las complejas repercusiones del embargo impuesto por China en 2019 sobre la exportación de fentanilo y sus precursores. Este veto, que resultó en un aumento temporal de los precios de la droga en las calles estadounidenses tuvo un efecto disuasorio significativo, contribuyendo a una reducción de hasta el 25% en las muertes relacionadas con sobredosis durante un periodo crítico de tres a cinco meses.

En mayo de 2019, Beijing implementó una estricta política de control de drogas, añadiendo todas las sustancias asociadas con el fentanilo a su lista de controladas y limitando su exportación. Según el informe, “el embargo chino sobre las exportaciones de fentanilo a EE. UU. parece haber afectado los precios”, sugiriendo que, de no haberse instaurado estas restricciones, cerca de mil estadounidenses adicionales podrían haber fallecido.

La revancha de la Guerra del Opio

Hay analistas que sugieren que estamos presenciando una nueva versión de la Guerra del Opio, una especie de venganza tardía por parte de China. En las aulas del Partido Comunista, se enseña a los estudiantes que, en tiempos pasados, China fue una gloriosa superpotencia, hasta que fue socavada por la astuta arma británica: el opio, o Lachryma papaveris. Esta droga, que minó las fuerzas de la nación, provocó que las autoridades chinas tomaran medidas drásticas, lo que a su vez llevó a Gran Bretaña a librar dos guerras.

Estas contiendas paralizaron a la dinastía Qing, y marcaron el inicio de un “siglo de humillaciones” para el pueblo chino, caracterizado por derrotas militares, tratados desiguales, el saqueo anglo-francés y el incendio del Palacio de Verano, así como la brutal ocupación japonesa y los experimentos inhumanos de la Unidad 731. Este ciclo de sufrimiento sólo concluyó con la llegada del marxismo-leninismo en 1949. Hoy en día, algunos comentaristas sostienen que la historia ha dado un giro, sugiriendo que el karma ha regresado a reclamar su precio, transformando lo que una vez fue una lucha desigual en un nuevo escenario de confrontación.

China no es conocida por su enfoque laxo en materia de drogas; de hecho, es uno de los pocos países que ejecuta a narcotraficantes. Además, ha rechazado las iniciativas de las Naciones Unidas que abogan por políticas de drogas menos punitivas.

No obstante, funcionarios estadounidenses han señalado una grave contradicción: mientras el gigante asiático aplica políticas draconianas contra esta lacra, su actitud hacia la producción de fentanilo les resulta sorprendentemente permisiva. Han surgido acusaciones de que el régimen comunista podría estar permitiendo deliberadamente estas exportaciones, o incluso incentivándolas.

Durante su primer mandato, Trump afirmó que su rival estaba "enviando su basura y matando a nuestra gente," describiendo la situación como "casi una forma de guerra." Un informe del subcomité de la Cámara de Representantes acusó al gobierno chino de subvencionar la producción de fentanilo mediante incentivos fiscales.