Estados Unidos

Obama se juega su legado con el acuerdo nuclear

La firma dentro de tres meses de un acuerdo definitivo sobre el controvertido programa nuclear iraní puede convertirse en el mayor éxito de la presidencia de Obama o en un fracaso absoluto
La firma dentro de tres meses de un acuerdo definitivo sobre el controvertido programa nuclear iraní puede convertirse en el mayor éxito de la presidencia de Obama o en un fracaso absolutolarazon

La apuesta de la negociación con Irán no está extenta de riesgos internos y externos

Fue el presidente Barack Obama uno de los mayores sorprendidos cuando vio la posibilidad de llegar a un acuerdo con Irán sobre su programa nuclear. No estaba dentro de sus preferencias en política exterior cuando llegó a la Casa Blanca en enero de 2009. Entonces, sus prioridades eran el cierre de Guantánamo y terminar con casi una década de guerras en Irak y Afganistán así como impulsar el proceso de paz palestino-israelí. A su vez, el presidente norteamericano se fijó como eje de su política exterior el giro a Asia. La contención del gigante chino. Pero en este contexto, irrumpió la Primavera Árabe en 2011 y la posterior Guerra de Siria. El tablero de Oriente Medio cambió y el presidente se vio obligado a poner el foco en él. En un primer momento optó por una política pragmática. El presidente aprendió de sus tropiezos y errores de que en la política exterior se defienden los intereses nacionales y éstos convierten a los países en aliados y rivales dependiendo de la zona del mapa que se analice.

A finales de 2009, en su primer año de mandato, el presidente norteamericano reveló la existencia de una secreta planta de enriquecimiento de uranio en Quom. La Casa Blanca exigió a los iraníes que desmantelaran la central, pero la república islámica respondió con la construcción de otra planta subterránea con 3.000 centifugadoras denominada Fordow. El desafío de los iraníes puso el programa nuclear iraní en el centro de la agenda internacional. La presión internacional sobre el uso militar del programa atómico culminó en 2010 con una dura ronda de sanciones económicas en el seno del Consejo de Seguridad que por primera vez contó con el aval de Rusia y China, dos aliados de Irán en Naciones Unidas. Hace dos años se abrió un complejo proceso de negociación entre dos viejos enemigos, Estados Unidos e Irán para desmantelar el programa nuclear. La llegada al poder del presidente reformista, Hasan Rohani, supuso un impulso a las conversaciones. Los estragos de las sanciones económicas en la población iraní hicieron que el líder supremo, Ali Jamenei, bendijera las conversaciones.

En cambio, los caprichos de la política internacional han hecho que Irán se haya convertido en la piedra angular del, de momento, prácticamente inexistente legado en asuntos exteriores del presidente demócrata. Por eso, el jefe de la Diplomacia de Estados Unidos, John Kerry, presionó hasta el final para sacar adelante el acuerdo preliminar de esta semana. El legado de Obama en política exterior será el suyo. No sólo se hará historia si se aprueba este acuerdo, sino porque en cierto modo el presidente Obama fue su descubrimiento. Fue un joven Obama, cuando todavía ni siquiera se había hecho con su asiento de senador de Illinois, el que pronunció el discurso más importante de la Convención Demócrata en 2004 en Boston. Entonces, Kerry era candidato a la presidencia por su agrupación junto con el senador de Carolina del Norte John Edwards. Perdieron contra el «ticket» republicano, George W. Bush-Dick Cheney, que habían ganado ya en las elecciones de 2000. Pero, aquella convención sirvió para presentar al ahora presidente Obama.

Así las cosas, John Kerry se sentó en el suelo del Instituto de Tecnología Federal Suizo para ver en una tableta el discurso de Obama. Atrás quedaban las conversaciones maratonianas para llegar a un acuerdo preliminar sobre el programa nuclear iraní. Había presionado a sus diplomáticos hasta el límite. Hacía pocas horas que había telefoneado al presidente para darle cuenta de sus avances, con los que Obama estaba de acuerdo y le había dado el visto bueno. En cambio, sabía que la pelea no había hecho más que empezar. Obama se dirigía con ese discurso a los estadounidenses, a los aliados escépticos, como Israel y Arabia Saudí; a los legisladores del Congreso, a los que Kerry conoce bien después de décadas como senador en representación de su estado, Massachusetts.

El éxito o no de las negociaciones con Irán sobre el programa nuclear no se podrá corroborar hasta dentro de años. Ahora se abren tres meses decisivos para cerrar un acuerdo definitivo. Serán los inspectores de la Agencia de Energía Internacional Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) los que hagan las visitas a las instalaciones nucleares y soliciten la entrada a otros lugares, de los que se sospecha que se llevan a cabo actividades nucleares. Será un trabajo coordinado con otras agencias. Los espías tendrán que averiguar si desde Teherán se falta a la verdad en sus afirmaciones. La clave estará en el rigor de los sistemas de verificación y en los plazos de las sanciones.

Una vez realizado todo esto, ni siquiera se estará completamente a salvo del fracaso: ¿Qué tendrá que hacer la comunidad internacional en caso de que Irán le engañe? Según el jefe de la Diplomacia de Estados Unidos, en las líneas maestras del acuerdo, se contempla la imposición de más sanciones. Pero, ¿sería suficiente? ¿Está Estados Unidos preparado para utilizar la «opción militar», que es como los funcionarios de la Administración Obama se refieren a un ataque? Quizá. ¿Este acuerdo hará que en Washington y en las capitales de Europa se deje de tener miedo a las intenciones de Irán? No. De momento, en pocos días, desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se pedirá a Teherán que aporte pruebas de sus afirmaciones.

En cambio, Obama se había preparado suficiente munición con la que contrarrestar los ataques de los legisladores escépticos del Congreso y los aliados de Oriente Medio. «Quedan muchos detalles. Nada se ha acordado hasta que todo se haya acordado. Si hay una recaída, no habrá trato», indicó ayer el presidente en su discurso semanal. Todavía se desconoce cuánto tiempo le queda a Irán para construir la bomba nuclear. Cuando expire el acuerdo de 15 años no habrá restricciones de ningún tipo. Algo que preocupa a los congresistas más escépticos y a los rivales de Irán en la región: Israel y Arabia Saudí. «Este acuerdo traerá un grave peligro a la región y al mundo. Amenazará la supervivencia del estado de Israel», recordó el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, después de una reunión de gabinete el viernes. Los detalles de este acuerdo serán revisados durante las próximas semanas en el Congreso. Allí, los republicanos se oponen en bloque a los esfuerzos del jefe de la Diplomacia de Obama. Mientras, los demócratas están divididos. Ahora le toca a los legisladores realizar algún tipo de movimiento. Lo más sencillo sería que sometiesen el trato a v otación. Antes seríamos testigos de una lucha a brazo partido, como ya nos tienen acostumbrados, entre presidente y congresistas, en la que serían determinantes las encuestas internas sobre la opinión de los votantes. Más arriesgado sería aprobar sanciones en las dos cámaras del Congreso nuevos castigos contra la economía de Irán. Hasta ahora han amenazado con más medidas punitivas hacia mediados de este mes. Ahora sólo resta saber si cumplirán con sus advertencias.