Opinión

El principio del caos

La mecha de violencia que ha prendido Hamás promete desestabilizar Oriente Medio y generar un escenario favorable para los intereses de Irán y Rusia

O.Próximo.- Israel cifra en 250 los "objetivos militares" bombardeados este domingo en Gaza
O.Próximo.- Israel cifra en 250 los "objetivos militares" bombardeados este domingo en GazaEuropa Press

Oriente Próximo vuelve a arder. La situación empeora cada hora para los rehenes aún cautivos en manos del grupo islamista radical de Hamás mientras sube la presión por conseguir su liberación. Pero la violencia no ha hecho más que empezar. Gaza sufre ya el castigo de las Fuerzas de Defensa de Israel, en una justificada pero trágica respuesta en la que los inocentes sufren al igual que los cobardes culpables. La violencia vuelve a ser protagonista y no podemos descartar una escalada con la intervención de nuevos actores.

Estados Unidos ha desplegado un grupo de portaviones, con su escolta incluida, al Mediterráneo oriental. Además, Antony Blinken ha viajado al país y los primeros cargamentos de armamento de parte de Washington a Tel Aviv han sido recibidos. Blinken, además de Tel Aviv visitará varios países de la región intentando hacer calar su mensaje diplomático para evitar esta escalada. Su mensaje es claro: Estados Unidos está con Israel y es un evidente aviso a navegantes por parte de Washington.

Aviso que bien podría caer en saco roto ya que debemos añadir a la explosiva mezcla la nada improbable apertura de un segundo frente por parte de Hizbulá desde Líbano, que ya ha abierto fuego contra posiciones tanto militares como civiles israelíes. Ataques que han sido respondidos por las Fuerzas de Defensa de Israel. Si el grupo chií entrase en la contienda, tendríamos ante nosotros uno de los escenarios regionales más peligrosos de los últimos años. Una nueva guerra entre los proxis de Irán e Israel daría la puntilla a la frágil estabilidad regional que se venía fraguando. Irán, por su lado, ha avisado de que «nadie puede garantizar» el control sobre la situación si Israel acaba entrando en Gaza.

Pero es que estos gravísimos acontecimientos están teniendo ya un profundo efecto.

En primer lugar, los ataques de Hamás se producen en un momento de máxima irrelevancia política para la organización terrorista, ahogada por una coyuntura internacional en la que varios de los más importantes actores regionales estaban dejando atrás décadas de conflicto, emprendiendo, si no el camino de la paz, sí un nuevo capítulo de cooperación y diálogo. En este marco, se entendía que la normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel y varios países de su entorno, en particular la firma de un acuerdo con Arabia Saudí, llevaría de por sí nuevos arreglos en materia económica, política, y de seguridad en Cisjordania, relegando a los militantes de Gaza a una posición insignificante. En un contexto de retirada en el panorama global de las fuerzas islamistas, estos ataques desalmados servirán de efecto llamada, pudiendo resultar en un incremento de los ataques no solo en Israel sino en el resto del mundo.

Segundo, si bien Israel no pasaba por su mejor momento político con una sociedad no ya dividida sino enfrentada, la realidad es que en lo que a su posición geopolítica se refiere, ésta no había sido nunca tan buena, obviando, si me permiten, los avances en materia nuclear de Irán. Y es que Israel había normalizado sus relaciones con importantes actores regionales. Una de las principales razones para el acuerdo no era otro que el de la preocupación por los avances geopolíticos de Teherán, así como una clara enemistad contra la Hermandad Musulmana y sus subsidiarios como Hamás.

Tercero, esta normalización hubiera puesto en jaque la estrategia iraní que buscaba una hegemonía regional basada en el creciente territorial que va de Beirut a Teherán, pasando por Damasco y Bagdad. Estos acuerdos pueden saltar por los aires debilitando las resistencias y contrapesos al creciente poder de Irán. Por otro lado, la subida de las tensiones en Oriente serviría para distraer la atención sobre Ucrania. Como ya ha ocurrido en el caso de Armenia, Moscú se beneficia de la proliferación de conflictos que nos distraen de sus acciones, más cuando Estados Unidos pudiera redirigir parte de la ayuda que presta en materia militar de Kyiv a Tel Aviv.

Cuarto, Netanyahu, al que muchos han dado por políticamente muerto en demasiadas ocasiones, deja atrás los meses de fractura social formando un gobierno de unidad nacional con la oposición retrasando las explicaciones que éste tendrá que dar ante el electorado por los flagrantes fallos en la seguridad del Estado. Además, según Michael McCaul, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Estados Unidos, Egipto habría avisado a los «israelíes tres días antes que un evento como este podía ocurrir». No se sabría bien, sin embargo, a qué nivel de interlocución se produjo este aviso. Estas alegaciones ya han sido tildadas como noticias falsas por parte de Netanyahu, pero la sospecha se cierne sobre un gobierno construido sobre una imagen de fortaleza.

El escenario es volátil y rápidamente cambiante. Las reacciones y contra reacciones pueden suponer una escalada sin precedentes en un contexto internacional en el que los principales actores parecen estar dispuestos, de nuevo, a utilizar la violencia como instrumento de la política. Hamás ha de ser derrotada y destruida, pero entre tanto las poblaciones civiles sufrirán, siendo rehenes de un grupo terrorista que cobardemente les usa de escudos humanos, añadiendo leña al fuego del odio y resentimiento. Las potencias internacionales tienen que andarse con pies de plomo si quieren evitar la escalada bélica en la región más compleja del planeta. La diplomacia ha de tomar protagonismo para evitar que el justo castigo a unos desalmados terroristas se convierta en un conflicto regional.