Golfo Pérsico
Qatar, ¿mediador o refugio de terroristas?
Al tiempo que mantiene estrechos lazos con Hamás, el poderoso emirato se postula como interlocutor principal en el conflicto entre Israel y la organización palestina
¿Cinismo y agenda oculta o búsqueda inteligente de influencia e independencia? ¿Cuál es la relación de Qatar con Hamás? ¿Cómo de sinceras son las llamadas al fin de la escalada entre la organización palestina e Israel? ¿Qué papel puede jugar el poderosísimo y minúsculo emirato del Golfo en la crisis en Gaza? La semana pasada el primer ministro qatarí Mohamed bin Abdulrahman bin Jassim Al-Thani aseguraba que «las prioridades diplomáticas de Qatar eran alcanzar un inmediato alto el fuego, proteger a los civiles y asegurar la liberación de presos, y trabajar para limitar la expansión de la violencia y el ciclo del conflicto en la región».
Primer exportador de gas licuado del mundo, la historia de Qatar en las últimas dos décadas es la de una búsqueda constante y permanente por ampliar su influencia política, económica y diplomática –a través del soft power— en todo el mundo. La pequeña monarquía absoluta del Golfo árabe mantiene excelentes relaciones tanto con Occidente como con su mayor némesis, Irán, además de con China, Rusia o Turquía.
«Las señas de identidad de la acción exterior qataríes son la mediación en los conflictos regionales coma el establecimiento del canal de televisión Al Jazeera como la promoción de la cultura, la educación y las ciencias por parte de Qatar Foundation o la realización de grandes eventos deportivos como el Mundial de 2022, todo ello con el objeto de aumentar su peso específico y diferenciarse de sus vecinos», afirmaban en Qatar: la perla del Golfo, un ensayo publicado el año pasado, los profesores españoles Ignacio Álvarez-Ossorio e Ignacio Gutiérrez de Terán.
Qatar ha logrado mantener estrechos lazos con Hamás, al que patrocina y acoge en su suelo –varios de los líderes de la organización palestina residen en Doha—, y preservar una relación privilegiada con Estados Unidos, que cuenta en su territorio con la mayor de sus bases en Oriente Medio, la de Al Udeid, y considera al emirato «un aliado mayor fuera de la OTAN». No en vano, figuras relevantes de la vida pública de Qatar, como la hermana del actual emir y CEO de la Qatar Foundation, Hind bint Hamad bin Khalifa Al-Thani, aseguraba en un post publicado en su perfil de Instagram tras los atentados de Hamás contra Israel que «ellos los llamarán terroristas, nosotros luchadores por la libertad».
«Es indudable la relación entre Hamás y Qatar, que tiene una oficina de representación en Doha. Además, las autoridades cataríes pagan los salarios de los funcionarios del Gobierno de Gaza además de financiar infraestructura como centrales eléctricas o escuelas en el territorio», recuerda a LA RAZÓN la investigadora predoctoral española de la Universidad de Granada Leticia Rodríguez, que prepara su tesis sobre la política exterior del emirato. Tras la Primavera Árabe, en octubre de 2012, el emir Hamad Bin Khalifa Al Thani fue el primer dirigente internacional en visitar Gaza, donde condenó el bloqueo y prometió ayuda por valor de 400 millones de dólares. Hamás controla el territorio desde 2007.
Recientemente, funcionarios del Gobierno qatarí admitían que la ayuda del país a Gaza llegaba a la Franja en cooperación con las autoridades de Israel, encargadas de transportar el dinero en efectivo hasta la frontera con el territorio. Un retraso el verano pasado en la transferencia de la ayuda de Qatar a Gaza comprometía el pago de los salarios de los funcionarios palestinos y exponía la dependencia de la Franja respecto a Doha. Esta misma semana el ministro de Exteriores iraní Hossein Amir Abdollahian se reunía en Doha con el líder de Hamás Ismail Haniyeh.
La acusación de que el pequeño emirato despliega, más allá de su diversificación de alianzas y poder blando, una agenda oculta o paralela, no es nueva. «La agenda es el mezquiteo, una arabización friendly que ha conseguido una asociación mundial entre lo árabe y lo musulmán. Qatar se lleva bien con todo el mundo pero ha sido el refugio de todos los que salían pitando de ISIS y Al Qaeda, y es evidente que Hamás y Yihad Islámica han sido financiados por Qatar, y no por Irán», asegura a LA RAZÓN un veterano profesor universitario español de Estudios Árabes e Islámicos que prefiere no ser identificado.
Doha emerge como mediador
Conscientes de la influencia de Qatar en Hamás las miradas de los líderes de las principales potencias se han puesto en Doha desde el primer minuto. Doha fue una de las paradas de la reciente gira regional del secretario de Estado de EE UU Antony Blinken (quien se entrevistó con el propio emir). Washington presiona para que el emirato facilite la liberación de los rehenes israelíes en Gaza. «El país puede ser mediador y jugar un papel relevante en el conflicto, como ya lo ha demostrado en Ucrania. Blinken ha estado ya aquí y se espera a Rishi Sunak en las próximas horas, lo que deja clara la relevancia de este país», explica desde Doha Rodríguez a este medio.
Mientras la diplomacia actúa en silencio en Gaza, las autoridades qataríes se reivindicaban esta semana al haber facilitado la liberación de un grupo de niños ucranianos, de vuelta ya con sus familias en su país después de haber sido secuestrados por las autoridades rusas y, sobre todo, dos rehenes estadounidenses cautivos de Hamás en Gaza, madre e hija, en la tarde de este viernes. Asimismo, Doha había sido clave en el acuerdo alcanzado el mes pasado entre Washington e Irán para el intercambio de varios presos, entre ellos cinco ciudadanos estadounidenses. Al margen de agendas ocultas o deseos más o menos altruistas, no se le escapa ni a Washington ni a Tel Aviv la capacidad negociadora del poderoso emirato del Golfo.
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