Roma

SÍ. «No puede haber dos cámaras iguales. Hace falta más estabilidad»

Testigos directos en los centros de votación. Grazia, una madre de familia de 50 años, aboga por unas instituciones más fuertes

La Razón
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En el colegio electoral cercano a Via dei Giubbonari, detrás del Tíber, a las 09:00 de la mañana estaba el ambiente muy tranquilo. Desde luego no parece que haya ese ajetreo típico que luego sí se aprecia en los medios de comunicación cuando la participación aumenta con el pasar de las horas de una jornada electoral crucial como la de ayer. Hay muy poca gente, la mayoría señores mayores, ante la presencia discreta de algún que otro «carabinieri», los policías militares italianos. Grazia, de unos 45 años, sigue sin estar muy convencida del voto del «sí», pero, según ella, hay veces que hay que tirarse a la piscina: «Estoy harta de escuchar que tenemos dos Cámaras iguales y que no hacen otra cosa que pasarse una y otra vez las leyes. Si esto puede servir para que podamos tener unos Gobiernos más estables, bienvenido sea». El comentario de su marido, que la acompaña, lo resume todo: «¿Será posible que en Italia hayamos tenido sesenta y tantos Gobiernos? Suerte que luego, al ser Italia, las cosas marchan igual. Tanto para lo bueno, como para lo malo». Así hace referencia a la indiosincrasia de los italianos que pese a la crónica inestabilidad política que padecen ha conseguido mantenerse a flote. Sin embargo, esa prosperidad se ha puesto en entredicho desde la crisis de 2009.

La capital italiana es la ciudad que cuenta que más personas con derecho a voto, con más de dos millones en total: 975.000 hombres y 1,1 millones de mujeres, según datos del Ministerio del Interior. Evidentemente, no todos los que están votando quieren hablar con el periodista, pero el «sí» que se intuye en más de uno apunta a un cambio de calado histórico. Parece como que el primer ministro italiano Matteo Renzi hubiera pasado a un segundo plano entre los favorables a la reforma, aunque sea precisamente Renzi quien la haya propuesto. Siendo un domingo por la mañana, por razones relativas al fin de semana, todavía no hay muchos jóvenes a la vista.

«A mí Matteo Renzi no me gusta, tengo que ser sincero», explica Giovanni, un señor de unos 70 años, que cumple con el perfil, según los sondeos de hace dos semanas, de aquellos que apoyarían fuertemente la reforma constitucional del primer ministro: «Italia tiene que renovarse, llevo toda la vida oyendo lo mismo y precisamente yo, me he acostumbrado a cualquier cosa. Pero si hay una esperanza de que algo cambie, para mejor, tenemos que apoyarlo, aunque a nosotros los mayores pudiera darnos igual. En cualquier caso, lo que no es justo es que, gane quien gane, el país esté dividido por culpa de una campaña electoral agresiva. ¿No crees?».