Opinión

"Ucrania ha demostrado su determinación de defender su derecho a pertenecer a la civilización europea"

El embajador ucraniano en España, Serhii Pohoreltsev, indica que "a pesar de que las bajas irrecuperables rusas se aproximan a las 150.000, el Kremlin no da señales de renunciar a su objetivo de acabar con el estado de Ucrania"

Catherine, 70, holds a candle in the window of her home during a power outage in Borodyanka, Kyiv region, Ukraine
Catherine, de 70 años, sostiene una vela en la ventana de su casa durante un apagón en Borodianka, región de Kyiv, UcraniaEmilio MorenattiAgencia AP

En pocos días se va a cumplir el 9º aniversario de la guerra rusa contra Ucrania, una guerra apenas sentida en el resto de Europa hasta que Rusia saltó a la agresión a toda regla el pasado 24 de febrero.

Es todavía demasiado prematuro pronosticar cuánto va a durar esta guerra que tiene todas las posibilidades de entrar en los libros de historia como la más sangrienta del siglo XXI. Si las democracias no nos esforzamos lo suficientemente para detener y derrotar en Ucrania al peor totalitarismo de nuestros tiempos, tendremos que afrontar una pésima perspectiva, la de una serie de conflictos y guerras largos en Europa y Asia.

A estas alturas, mientras dure la guerra, tampoco se puede acertar su balance final.

Sin embargo, ya podemos sacar las primeras conclusiones, aunque algunas pueden parecer tentativas.

A pesar de que las bajas irrecuperables rusas se aproximan a las 150.000, el Kremlin no da señales de renunciar a su objetivo de acabar con el estado de Ucrania.

Como observó el Jefe del Estado Mayor Conjunto, general Mark Milley, el pasado 14 de febrero: Rusia ya sufrió la derrota estratégica, operacional y táctica.

A pesar de estas derrotas, Rusia todavía tiene recursos para llevar a cabo las ofensivas. Con todas las declaraciones de empezar las negociaciones que provienen del Kremlin, todo apunta a que Moscú está preparándose para una guerra de desgaste, calculando que el Occidente se canse antes de que mermen sus recursos.

Ya es una noción común que la primavera y los principios del verano prometen ser decisivos para el desenlace de la guerra que Ucrania es capaz de ganar este año, a condición de que los aliados aseguren el suministro oportuno de las armas, municiones y la asistencia técnica. Sería sumamente imprudente decelerar su flujo ahora cuando cualquier pausa serviría como balón de oxígeno para el ímpetu bélico ruso y dilataría esta guerra.

En el transcurso del último año, la conciencia de las democracias completó una evolución tremenda. Occidente finalmente llegó a la conclusión de que la política de apaciguamiento con los agresores no funciona y solo tendrá los efectos adversos, aunque aplazados en tiempo y no tangibles a primera vista.

Las recientes reuniones de los ministros de Defensa en formato de Ramstein y la Cumbre Ucrania-UE dejaron en evidencia la realización de que solo reforzando las capacidades de Defensa de Ucrania será posible avecinar la deseada paz. Las decisiones de entregar los carros de combate a Ucrania son un paso correcto en este sentido como lo hubiera sido el suministro de los cazas y cazabombarderos.

Hasta la fecha las tropas de defensa de Ucrania han liberado casi 50% de los territorios tomados por Rusia desde el inicio de la invasión a toda regla, demostrando así su capacidad de derrotar una potencia predominante. Por su parte, esta última sigue recurriendo a una práctica aprobada en la historia rusa – aterrorizar a la población civil con el fin de limpiar étnicamente el territorio y crear un «espacio vital» (o «el Lebensraum» en su versión nazi) para los súbditos leales al Kremlin.

La guerra no provocada que el Kremlin desató contra Ucrania hizo a la comunidad internacional reflexionar sobre el papel que la Rusia de Putin juega en el sistema moderno de seguridad. Para su sorpresa fue toda una revelación que, desde el punto de vista del derecho internacional, la cuestión sobre el estatus de estado miembro de Naciones Unidas y del miembro permanente del Consejo de Seguridad, que ocupa Rusia, hasta el día de hoy no ha sido arreglado. En esencia, Rusia asumió las competencias del miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pasando por alto el Artículo 4 de la Carta de la ONU, que prescribe la necesidad de una decisión de la Asamblea General previa recomendación del Consejo de Seguridad. Ningún requisito fue cumplido en ese sentido.

¿Por qué el Artículo 23 de la Carta de la ONU, que enumera a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, no contiene la expresión «la Federación de Rusia»?

La guerra contra Ucrania deja en evidencia que Rusia no cumple con los criterios fundamentales para ser miembro de Naciones Unidas. Su Carta claramente establece que la adhesión al organismo está abierta a todos los estados amantes de la paz.

La guerra contra Ucrania es una violación tajante por Rusia de los objetivos y principios de la Carta y no tiene precedentes desde su firma en 1945. Es imposible llamar Rusia un estado amante de la paz. Rusia se niega a cumplir con la orden vinculante de la Corte Internacional de Justicia de marzo de 2022 y numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU.

La geografía de los crímenes de Rusia contra la paz y la seguridad internacionales no se limitan a Ucrania sino abarcan África, Asia y Oriente Medio.

Moscú no solo incita a los conflictos, sino que también bloquea de manera sistemática las decisiones necesarias para su resolución. Desde 1991, Rusia ha recurrido a vetar las resoluciones del Consejo de Seguridad 31 veces, casi el doble que cualquier otro miembro permanente.

La suerte de Rusia en Naciones Unidas debe ser considerada en un contexto más amplio de su responsabilidad por cometer los crímenes, como el crimen de la agresión contra Ucrania, los de lesa humanidad y de genocidio.

Ha llegado la hora para los miembros de Naciones Unidas de quitar a Rusia el estatus del miembro permanente del Consejo de Seguridad y echarla de la ONU. Tenemos la obligación moral para unir nuestros esfuerzos en la defensa colectiva de la Carta de Naciones Unidas y el derecho internacional contra la influencia destructiva de Rusia.

El pueblo de Ucrania no tiene intención de renunciar a sus derechos y libertades bajo ningún concepto. En repetidas ocasiones, Ucrania ha demostrado su determinación de defender su derecho a pertenecer a la civilización europea y formar parte de la Europa comunitaria donde el individuo es respetado como lo son sus derechos, donde el Estado existe para él y no al revés. Ucrania opta por quedarse libre y abierta al mundo a diferencia de la Rusia de Putin que elige el camino de auto-degradación.

En la confrontación del pasado con el futuro la modernidad siempre gana. No hay motivo creer que esta vez será diferente.