Internacional
Un teatro ruso madurista
Dos aviones Tupolev 160 (TU-160) o «Cisne Blanco», con capacidad de portar armas nucleares, surcaron el cielo venezolano días atrás. Los medios de propaganda del Gobierno venezolano y del ruso cubrieron la llegada de los bombarderos con una especie de simpatía cinematográfica, difícil de ignorar. Ciertamente, aquello parecía un espectáculo aéreo diseñado para la cámara y el micrófono. Definido como «entrenamiento militar conjunto», ambos gobiernos han catalogado la escena como «necesaria para la defensa». Las maniobras no son otra cosa que mensajes emitidos por ambos mandatarios. Maduro le envía un mensaje al mundo de que no está solo, de que tiene a su lado a un jugador poderoso, como lo es Putin. Y Rusia le envía un mensaje de poderío y provocador a EE UU. Además del mensaje, Putin le paga a Maduro con oxígeno financiero. A pesar de una deuda de 50.000 millones de dólares, Caracas recibirá 6.000 millones en concepto de más inversiones en el sector petrolero y minero. Un recurso y un apoyo explícito que para el momento de Maduro y, a días de quedar deslegitimado internacionalmente, viene como anillo al dedo. De esta manera, ambos ganan. «El Gobierno de Rusia ha enviado bombarderos a través de medio mundo hacia Venezuela. Los pueblos de Venezuela y Rusia deberían ver esto como es: dos gobiernos corruptos despilfarrando fondos públicos y sofocando la libertad mientras su gente sufre», afirmó el Secretario de Estado, Mike Pompeo. Con lo dicho anteriormente, podemos afirmar que Maduro también ha servido como instrumento para la provocación de Putin hacia su par de EE UU, Donald Trump. Por fortuna o desgracia, Venezuela termina siendo una carta de cambio que le sirve a Rusia para plantarse ante los norteamericanos. Según la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, «hemos hablado con representantes de Rusia y se nos ha informado de que sus aviones militares que aterrizaron en Venezuela partirán el viernes y regresarán a Rusia». Lo que confirma que el circo ha sido una pantomima moscovita para demostrar fuerza. Los bombarderos no han sido otra cosa que una foto fugaz para intentar bajar el tono de Trump.
Mientras Maduro sigue afianzando sus relaciones con China, Turquía y Rusia, EE UU continuará en su esfuerzo, muchas veces menguado para que Venezuela recupere su democracia y su libertad. Mientras, las tres autocracias antes nombradas seguirán viendo a Venezuela como un buen negocio, un buen instrumento antinorteamericano y un enclave cercano a EE UU, intentando demostrar que ellos también pueden ser peligrosos. Mientras el hambre arrecia las calles de Venezuela, Maduro le ha servido la mesa a Putin para que juegue un rato a la guerra, para que se entretenga unos días en suelo venezolano.
Director general de Motta Focus
motta@mottafocus.com @mottafocus
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