Italia
Una campaña electoral de bajo perfil y sin debates
La renuncia de Benedicto XVI ha eclipsado la campaña de los partidos
A cinco días de las elecciones en Italia, el anuncio de la renuncia de Benedicto XVI ha asestado un duro golpe a la ya de por sí anodina campaña electoral. Y es que, conscientes de su impopularidad, los políticos se han prodigado bien poco en mítines multitudinarios al aire libre y han preferido hacer campaña en la televisión y las redes sociales. Como resultado de la desafección ciudadana, la participación electoral, que en 2008 alcanzó el 80%, podría ahora no llegar al 70%.
Esta campaña de bajo perfil tampoco contará con los tradicionales debates televisivos tras la negativa de Silvio Berlusconi a debatir con el tecnócrata Mario Monti. Según «Il Cavaliere», el cara a cara debe ser «entre los dos únicos posibles vencedores»: él y el líder del centro izquierda, Pier Luigi Bersani. A lo que Monti responde que este rechazo «defrauda las expectativas y los intereses legítimos de los ciudadanos».
El columnista de «La Stampa» Ugo Magri ironiza que «la primera reacción de los políticos italianos tras la renuncia del Papa fue: '¡Dios mío, ahora desaparecemos de los periódicos y de la televisión!'». Un verdadero contratiempo para Berlusconi, que, gracias a su omnipresente presencia televisiva, ha reducido desde enero de once a cinco puntos su distancia en los sondeos con Bersani, candidato del Partido Democrático y favorito. El propio «Il Cavaliere» reconoce que «está claro que los medios nos prestarán menos atención y es justo que sea así».
El otro aspirante que quedará relegado a un segundo plano será el humorista Beppe Grillo, el líder del Movimiento Cinco Estrellas (M5E), que ha hecho de su crítica a la «casta» política y al euro su razón de ser y al que los últimos sondeos conceden un 15%. «Es un hereje desde un punto de vista mediático» porque no participa en los grandes «talk shows» de la televisión italiana, asegura Alessandra Ghisleri, del centro de investigación Euromedia, por lo que su campaña podría «atascarse».
Lo cierto es que la «hoja de ruta» para elegir al nuevo Papa parece haberse conjurado en contra del calendario político italiano. La renuncia oficial de Benedicto XVI, el 28 de febrero, coincidirá con las negociaciones para formar Gobierno, y la apertura del nuevo Parlamento, a mediados de marzo, difícilmente podrá competir con la celebración del cónclave de cardenales que, enclaustrados en la capilla Sixtina, elegirá al nuevo Pontífice, una ceremonia ancestral que sigue fascinando al mundo entero. Buscando una lectura italiana, Marco Travaglio, columnista del diario «Il Fatto Quotidiano», cree que la decisión del Papa pone de relieve «la decrepitud de los políticos, que se aferran a sus puestos hasta la muerte».
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