Política

Conflicto Rusia-Georgia

Una paz muy débil

La Razón
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- ¿Considera que los acuerdos de Minsk II han surtido efecto sobre el terreno?

–Sobre el terreno se puede comprobar que siguen los combates. Creo que no es descartable la idea de un nuevo acuerdo de Minsk, que podría reescribirse a lo largo de este verano. Sin embargo, confío en que los combates de enero no vuelvan a producirse. Ahora, ambas partes quieren pasar unos meses de relativa calma. Así que, al menos, aunque sea un parche, tendremos cierta tranquilidad en la zona de forma temporal.

- Sin un alto el fuego real y la falta de compromiso por parte de los prorrusos, ¿qué sentido tiene hablar de una mayor autonomía para las regiones separatistas si los combates siguen presentes?

–Parece que poco a poco se está controlando el asunto de los combates, aunque aún es muy frágil la situación. Lo que temen los prorrusos es lo que viene tras el alto el fuego. Si aceptan estar regidos por la ley ucraniana perderán su representación en las políticas locales, incluso a sus gobernadores. De igual modo, creo que los rebeldes afines a Moscú nunca permitirán que hubiera guardias fronterizos de Ucrania en los controles de la frontera con Rusia. Pero tengamos también en cuenta que todos estos puntos deben ser implementados hasta finales de este año y, por el momento, las partes no parecen estar por la labor de cumplir lo acordado.

- ¿Se materializarán con el paso del tiempo los trece puntos incluidos en el acuerdo de Minsk II?

–No creo que todos los puntos lleguen a aplicarse. Es posible la introducción de un alto el fuego, que en parte se respeta, y separar a los combatientes de ambos lados. Pero los separatistas no están satisfechos con las cláusulas del acuerdo, porque con este pacto no controlarían la totalidad de las regiones de Donetsk y Lugansk.

*Director del Centro de Estudios Postindustriales de Moscú. Preguntas de Ángel Nieto