Política

Y después de Merkel, ¿qué?

Todo el mundo está pendiente de la salud de la canciller. Después de tres espasmos en público, Angela Merkel cumplirá el miércoles 65 años con la opinión pública nacional e internacional debatiendo sobre el origen de su misteriosos temblores mientras crecen las críticas al mutismo de su Gabinete

La mayoría de los alemanes aseguran que la salud de Merkel es un asunto privado. La canciller no ha detallado el origen de sus temblores
La mayoría de los alemanes aseguran que la salud de Merkel es un asunto privado. La canciller no ha detallado el origen de sus tembloreslarazon

Hace más de veinte años, Angela Merkel confesó a la fotógrafa Herlinde Koelbl que no le gustaría abandonar la política «como un naúfrago medio muerto». El miércoles, la mujer más poderosa del mundo, cumplirá 65 años con el punto de mira puesto, por primera vez, en su estado de salud y no en su capacidad política. Como si fuera presa de su propias palabras, esta semana el episodio volvió a repetirse y lo hizo de forma casi idéntica: durante el himno nacional. Merkel, de pie sobre el pedestal rojo situado en el medio del patio de la cancillería, respira profundamente y, como si fuera consciente de lo que se le avecina, comienza a temblar. Su cuerpo tirita más fuertemente conforme avanza el himno. Aprieta sus labios, los puños, cierra los ojos y solo, cuando suena la última nota y baja del podio, parece recobrar la normalidad. Como quien abandona un barco a punto de hundirse.

La escena, atenuada desde la cancillería y por boca de la propia canciller, ha magnificado el mutismo que rodea la salud de la canciller de la misma forma que ha sumado voces que, desde los medios de comunicación y la opinión pública, demandan una explicación para un tema que, según escribió el periódico «Bild», es «una cuestión política». Pero la salud de las personalidades públicas es considerada un asunto privado en el país y las leyes son muy estrictas sobre esa clase de información. Mucho más si se trata de la jefa de Estado. Mientras toda Alemania se pregunta sobre el estado de salud de la canciller, la actitud gubernamental ha dejado claro, como aseguró el diario «Welt», hasta qué punto la correlación que implica la vitalidad de un líder es «idéntica a la capacidad de su gobierno y la estabilidad de su país». Por supuesto, Merkel sabe que sus socios negociadores en la Unión Europea y los hombres poderosos del mundo, como el presidente estadounidense Donald Trump o el ruso Vladimir Putin, estarán al tanto de sus episodios espasmódicos, pero Berlín también es consciente que mostrar debilidad en público puede ser un lastre en un momento de difíciles negociaciones a nivel mundial. Por esta razón, algunos de sus predecesores guardaron silencio de forma deliberada acerca de sus enfermedades. Fue el caso de Willy Brandt para referirse a su ocultada depresión o los casi cien desmayos que padeció Helmut Schmidt y que solo salieron a la luz años después. No obstante, la estrategia de comunicación de Merkel y su entorno más cercano también está planteando muchas preguntas pero sobre todo, múltiples críticas. Así, mientras el primer ataque se desdibujó tras el pretexto de las altas temperaturas, el segundo y principalmente el último han dejado paso a cierto malestar ante lo que muchos creen es la ocultación de algo grave.

La pregunta quedó en el aire y miles de comentarios empezaron a circular por las redes. Algunos de tanta resonancia que tuvieron que ser incluso desmentidos por expertos médicos que excluyeron la posibilidad de que Merkel padezca Parkinson o cualquier otro tipo de dolencia importante. Otros circundaron más en la crítica hacia la falta de información por parte de la Cancillería o en la posibilidad de que el relevo de la jefatura esté próximo. No en vano, en diciembre del año pasado, Annegret Kramp-Karrenbauer fue elegida líder del partido. La retirada gradual de la canciller precipitó los rumores de un final abrupto de la legislatura, aunque hasta ahora y siempre que se le ha preguntado, Merkel ha insistido que su propósito es agotar su gobierno. Pero hay más lecturas. Algunos incluso vieron que tras la cancillería a Merkel le esperaba el sillón de la presidencia europea; algo para lo que fue promocionada en varias ocasiones pero que, sin embargo, quedó diluido una vez que la líder propuso a Manfred Weber como candidato por su partido y que, en ojos de algunos analistas, fue una prueba más de que Merkel quiere o, dicho de otra forma, necesita encauzar su vida política hacia una próxima despedida. Una posibilidad que se acrecienta si se tiene en cuenta la poca visibilidad que acaparó la canciller durante la campaña a las europeas.

No es la primera vez que Merkel sufre estos temblores atribuidos a la falta de agua, ni que explotan las especulaciones, especialmente por los elevados niveles de estrés tras casi 14 años ininterrumpidos de Gobierno. Solo en raras ocasiones Merkel tuvo que tomar un breve descanso debido a una enfermedad. Pero, tal y como agrega «Welt», la renuncia «no forma parte de la política». O por lo menos, así lo es en la alemana. En un momento colmado de incertidumbres y sin un relevo claro y a la altura de la estela de la canciller, los problemas de sucesión se convertirían inmediatamente en actos inapropiados que podrían conducir a la inestabilidad política y de ahí, y como sentencia este periódico, que la salud de Merkel «sea un problema político». Además, Merkel es conocida por sus legendarias y temidas noches negociadoras y no jugaría a su favor que hiciera pública una posible merma en su salud. Con todo, y mientras críticas y preocupaciones arrecian a la misma velocidad, Merkel no modificó su agenda y el jueves recibió en Berlín a la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen. En un inusual quiebre de protocolo, la canciller prefirió escuchar sentada el himno. Durante la posterior conferencia de prensa, se le preguntó a la canciller si había visto a un doctor, pero Merkel evitó dar detalles. Más explícita fue la prensa alemana que, en un inusitado alarde de amarillismo, preguntó a una lectora de labios qué murmuró la canciller durante su último ataque en público. «Lo puedo hacer», aseguró.