Valencia

El Cremaet, mucho más que un carajillo singular

El Cremaet, mucho más que un carajillo singular
El Cremaet, mucho más que un carajillo singularlarazon

Su presencia eleva los decibelios gustativos del «esmorzaret» y completa la sobremesa matutina

Ahora que ha pasado la fiebre nostálgica del café gourmet y de ese futuro que fue pero que nunca más ha vuelto a ser, no estaría mal mirar hacia adelante y concentrarse en consolidar universalmente nuestro Cremaet. La Comunitat Valenciana, y en especial la provincia de Castellón, se han convertido en la reserva espiritual del carajillo premiun.

No es baladí recordar sus orígenes. Permanezcan atentos: Cabe suponer que parte de esa perentoria necesidad del Cremaet nos invade desde la Guerra de Cuba cuando los soldados españoles mezclaban brandy con café para darse «corajillo» y entrar en combate. El Mestre Josep Pla adjudica la autoría a los transportistas del siglo XIX por la falta de tiempo para consumir el café y alcohol por separado. El nombre vendría de la expresión en catalán «que ara guillo» («que me largo»).

Iniciativa colonial, fórmula mágica de los indianos, «doping « de esclavos en el siglo XVIII, carajo (café con ron). Es esta última, probablemente, la versión más correcta del origen. Cuando se almuerza, uno está predispuesto, predestinado incluso, a los horizontes del carajillo. Café y alcohol abrazados en silencio por el paraíso de los estímulos. Donde el azúcar, limón y la canela (denostada por puristas) son protagonistas secundarios en armonía. El equilibrio, esa es la clave, como en tantas otras cuestiones. ¡Y qué difícil es encontrar ese punto equidistante!

Desde tiempos indianos ha cautivado los gustos más superficiales y profundos. Encuentros y desencuentros. Es preciso ponernos brevemente de acuerdo. No en todos los sitios saben preparar el Cremaet. Debería estar protegido en todos los puntos cardinales de la Comunitat. Transita entre paladares, de un modo irrefutable, sabroso y subversivo. El muestrario de seguidores aumenta día tras día.

Pocas elaboraciones reflejan tan bien el paso de la historia. Bebida de repercusión estatal y nomenclaturas regionales: Cremaet ( Valencia) Rebentat (Baleares), Cigaló (Cataluña) que acude al rescate, durante las jornadas invernales, para expropiarnos del frío. La presencia del Cremaet eleva los decibelios gustativos del «esmorzaret» y completa la sobremesa matutina. Algunos comentarios delatan al carajillo como una nueva energía para un viejo motor. No conviene despreciar la valentía de un viejo militante compañero de barra... «Podrán quitarme todo, pero nunca podrán quitarme mi Cremaet».

El Cremaet es un facilitador de sobremesas fantásticas. Chuche diabólico para algunos, con valor digestivo, que araña el corazón gustativo. Su hegemonía es tan abrumadora que, en realidad, ha alumbrado militantes sin proponérselo. La cafeína y los destilados escenifican un cara a cara. Un duro cuerpo a cuerpo, sin reivindicaciones gustativas. Sobre el clásico carajillo de ron o brandy sobrevuela la sombra de otras opciones que no están presentes, que a juzgar por las encuestas realizadas a pie de barra, aguardan su oportunidad para incorporarse de lleno. Pluralidad alcohólica. No conviene enredarse en zafarranchos partidistas. Ron o brandy. Correlación de fuerzas antes de la mezcla definitiva del cóctel caliente. No hay vencedores ni vencidos Otros destilados se han aclimatado de inmediato: Baileys, Licor 43, Calvados, etcétera. Sea como fuere, el Cremaet está de vuelta. Siguen presentes las mismas constantes que alumbraron esta mestiza elaboración que aglutina hordas de incondicionales. No minusvaloremos al Cremaet bajo un multitudinario tremolar de sabores. Se ha acabado la inmunidad gustativa consentida. Rechacen el café «tocao» con gotas, o el carajillo sospechoso, sin identidad. Mantengan la lealtad al Cremaet auténtico. No derramen más experimentos. Una causa tan honorable lo merece. Cremaet, mucho más que un carajillo singular.

Toque maestro

Contemplamos la creación del Cremaet prometido, con aparente falsa atención, desde nuestra barra de cliente orgánico, sin violentar visualmente a Alejandro Comeche. Adoctrinado por los hermanos Rausell y tutelado por la cercana maestría de Andrés Gutiérrez, desde la barra en tiempos pretéritos, Alex se ha convertido en un maestro y su carajillo, en una referencia. Sin preámbulos. Escuchamos respuestas para las que no habíamos formulado preguntas. «Está cojonudo». Ante la aquiescencia general, sacamos el botafumeiro gustativo para loar la pericia sin par. Perdemos la mesura, incurrimos en el peor vicio....repetir. Bendito sacrificio. Parafraseando una cita preolímpica con humor.... «Relaxing cup of Cremaet».