Gastronomía
Los bulldogs de la alegría
El miércoles, mientras me dirigía a La Bonita, en Metro Madrid leí un fragmento (de esos panfletos literarios adheridos a alguna de las paredes de los vagones) que titulaba “Estoy en la tristeza”. Con un ojo no descuidaba las paradas que hacía el vagón (por cierto, adoro ir en Metro), para no despistarme y llegar a tiempo a Rosario Pino, 15 a la reinauguración de La Bonita; con el otro leía aquello que tanta curiosidad me había despertado: “Estoy en la tristeza, que es un tiempo y un espacio y un alma devorada por otra alma fantasma que no ha sido. Nada ni nadie duele en la tristeza, mientras los lentos días se dilatan y sus reinos de páramos sombríos” (de Julio Martínez Mesanza).
Entretanto empecé a pensar en la tristeza, algo que todos hemos debido de sentir en algún momento. Y concluía que aquellas palabras trataban de identificar un sentimiento tan sumamente universal que hasta en ocasiones podía vulgarizarse. La tristeza se ha convertido en una herramienta de marketing para vendernos, a cambio, la “felicidad”, ese bien tan cotizado, de cuya existencia funcional podríamos hasta dudar. Cual deber y derecho de cualquier ciudadanos de Occidente, la felicidad es algo que nos merecemos por el simple hecho de existir, y, por tanto, exigimos vivirla. Bien sea con un libro de autoayuda de algún coach, psicólogo o divulgador (‘El Viaje a la Felicidad’ de Punset) o a través de una Coca-Cola, ¿por qué no? Ya que estamos en espacio de vinos, siempre he afirmado aquello de que una copa de vino nos servía para ahogar nuestras penas para flotar con las alegrías. Y en estos momento me inspira un Godello: CICLOHOME GODELLO 2016, de Ribeiro. Una edición limitada de que no llega a las 4 mil botella (3.995, exactamente). Es un vino de terroir, único y especial. Durante 18 meses ha tenido una crianza sobre lías en depósito, lo que le aporta diferenciación y complejidad. Es delicado, elegante, sabroso y especiado. Y hace la tristeza más llevadera.
Y es que, el pasado miércoles, como os contaba, tuvo lugar la reinauguración de LA BONITA (sí, ese sitio que os recomendaba para “un día de perros” hace 4 viernes en este mismo espacio); y yo no sé qué tiene ese sitio, pero, casualidades de la vida, cada vez que voy, la tristeza es algo que me acompaña.
Quizás pueda entrar en juego esa especie de asociación extraña entre comida y emociones (y sobre todo recuerdos): y recuerdo aquella primera vez en LA BONITA, un 27 de julio, cuando el verano aún nos daba una segunda oportunidad en formato de agosto; y esta segunda (que no la última), con un septiembre que silencia y desvía las penas, a la misma velocidad con la que se derrite una cerveza doble cuya jarra está recién sacada del congelador.
LA BONITA tiene ese ‘je ne sais quoi’ que consigue que la energía inicial se convierta en magia, con maridaje emocional que huele a risotto y sabe trufa, y siempre con un Ribera en mano. (Una de las degustaciones que más éxito tuvieron durante el encuentro).
De bulldog en bulldog
La del miércoles era en realidad una tarde de perros. Imaginaos: sesión de fotos con dos bulldogs franceses en el Hotel Wellington (hotel ‘pet friendly’ que acepta mascotas), para desembocar en un restaurante (también ‘pet friendly’) que tiene por logo otro bulldog francés como es LA BONITA.
La sesión era con mi adorada Sandra Barneda, todo un referente para mí y que siempre está ahí cuando se la necesita (si además hay una causa social de por medio). El 10 de diciembre (Día Internacional contra el maltrato animal) inauguramos la exposición de fotografía ‘Piel con Piel’, del artista Miky Guerra, en la tienda de Agatha Ruiz de la Prada (¡otra tienda pet friendly!), de la cual tengo la suerte de ser la comisaria, y que se recogerá en una edición impresa, Fearless, cual revista a modo de exposición en miniatura solidaria e itinerante (los beneficios los vamos a donar, Dios mediante, a FAPAM. Entre 14 personalidades que ya tenemos fotografiados con mascotas, para promover este alegato artístico en contra del abandono y maltrato animal).
Sin maquillaje (más allá de un discreto rimmel y dos pinceladas de colorete), aterrizó en el Hotel Wellington de Madrid (en donde se ubica el famoso Kabuky) y que ya es nuestra sede extraoficial de sesiones de fotos artísticas con un mensaje social, acompañada de C dos graciosísimas bulldogs. Y nos regaló su mejor sonrisa, y la más solidaria.
Cocktail social en LA BONITA
Tras este divertido shooting, me dirigí hacia el restaurante en cuestión, ubicado enfrente de lo que un día fue el New Garamond, y en donde un feliz pero estresado Chete (el alma del local) nos recibía.
LA BONITA acogió un selecto grupo de artistas, periodistas y empresarios (Javier Gállego, Saray Esteso, Bertie E. Grau, entre otros).
Por su parte, a la fiesta se unió Suso de Telecinco (el ex de Sofía Suescun, para los que aun no le ubican), aunque en otra mesa, rodeado de amigos, entre otros rostros conocidos cuyos nombres se me escapan.
El restaurante aprovechó para dar a conocer la nueva carta, con su ‘menú ejecutivo’: brocheta de solomillo de ternera con miel y mostaza, el emperador al ajillo o los chipirones a la plancha con ensalada verde. Yo, tan fan del chipirón: juro que son una maravilla.
Fue una tarde de perros, un comienzo en la tristeza y un final con aroma a la alegría: sentí que la felicidad no es un producto comercial sino que, hasta algunas veces, puede saborear con paciencia.
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