Casas reales
El sí y el no de los duques de York
Se conocían desde niños, pero acabaron divorciándose por las prolongadas ausencias de Andrés y las fotografías de Sarah con su asesor financiero y un multimillonario texano.
Los miembros de la familia real británica, especialmente a partir del siglo XX, se han venido casando con miembros de la nobleza y de la burguesía del Reino Unido, pero no con otros príncipes. El vivero de princesas alemanas protestantes para casar con los anglicanos príncipes británicos se cortó a raíz de la Primera Guerra Mundial y, además, el concepto de matrimonio morganático no regía en aquellas islas.
Jorge VI se casó con lady Elizabeth Bowes-Lyon, hija del conde de Strathmore y Kinghorne; la princesa Ana con Mark Phillips, hijo de un mayor del Ejército británico, y luego con Sir Timothy Laurence, hijo de un comandante de la Marina Real; el príncipe Carlos con lady Diana Spencer, hija del conde Spencer, y luego con Camilla Parker-Bowles, hija de un oficial del Ejército británico; el príncipe Eduardo con Sofía Rhys-Jones, hija de un vendedor de automóviles; y el príncipe Andrés con Sarah Ferguson, hija de un mayor del Ejército británico. En la siguiente generación ha desaparecido la costumbre de que los consortes de la realeza tuvieran orígenes militares o nobles. Antes de conocer a Sarah, Andrés tuvo una relación con la actriz y fotógrafa norteamericana Koo Stark antes y después de la guerra de las Malvinas. La conoció en febrero de 1981. A la reina no le disgustaba. Todo terminó, según la propia Koo, debido a la pesadilla que suponía la presión mediática. Con el tiempo Andrés llegaría a ser padrino de su hija. Por el contrario, Andrés y Sarah se conocían desde la infancia. Coincidían en partidos de polo, así como en Ascot. Generalmente, cuando una mujer no nacida princesa casa con un príncipe se dice que un «soplo de aire fresco» llega a la casa. Eso sucedió con Sarah. Fue el mismo Andrés quien eligió el anillo de compromiso: diez diamantes rodeando un rubí de Birmania en honor al hecho de ser Sarah pelirroja. Aunque la religión anglicana se origina en una nulidad matrimonial no lograda y finalizada en divorcio y cisma, en tiempos de Eduardo VIII muchos británicos se rasgaban las vestiduras por el hecho de que ese monarca quisiera casarse en 1936 con una americana divorciada. Pues bien, el siglo XX ha visto ya varias separaciones y divorcios en la realeza de Albión. Uno de ellos es el del príncipe Andrés y el de la que hasta 1996 fue su mujer Sarah Ferguson. Se dieron el sí el 23 de julio de 1986, pero se otorgaron el no al separarse y acabar divorciándose tras una serie de problemas que incluyeron las prolongadas ausencias de Andrés por causa de su trabajo, la implacable persecución de la prensa a Sarah, ciertas fotografías de ésta con su asesor financiero John Bryan, las excesivas veces que se vio a Sarah con el multimillonario texano Steve Wyatt o las grandes deudas de la duquesa de las que la reina se negó a hacerse cargo. El matrimonio, antes de su separación en 1992 (cuatro años después se divorciarían oficialmente), tuvo como fruto dos princesas: Beatriz y Eugenia de York. Andrés fue el primer hijo de un monarca reinante inglés desde que en 1857 nació la princesa Beatriz, madre de nuestra reina Victoria Eugenia. Quizá por eso llamaron Beatriz a su primera hija. La princesa Eugenia, en cambio, lleva el nombre de la emperatriz, esposa de Napoleón III, que fue tan amiga de la reina Victoria y madrina de la esposa de Alfonso XIII.
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