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Inés Ballester: «Odio cuando alguien me dice: ‘‘es que soy muy sincero’’»

Inés Ballester / Presentadora

«No se puede hablar de todo, ni preguntar de todo, ni pedir de todo»
«No se puede hablar de todo, ni preguntar de todo, ni pedir de todo»larazon

Hace tiempo me llamaron para pedirme una declaración sobre mi compañera Inés Ballester y dije algo así como: «Me fío de ella como profesional, como persona y como amiga». Y creo que es lo que pensamos todas las mujeres que, de lunes a viernes, nos sentamos a su vera en el programa de la 1, «Amigas y conocidas» que conduce de 13:00 a 14:00 horas. Y no es fácil que tanta variedad de personas del mismo sexo –que no género– coincidan en la confianza.

El secreto es que Inés es una persona leal: a su familia, a sus amigos, a su profesión, a sus compañeros y a la gente, en general, a la que respeta y jamás, por mucho que a ella le iluminen los focos desde hace tanto, mira por encima del hombro. Está guapa, contenta y sonriente. Debe ser que, una temporada después, el balance de «Amigas y conocidas» le deja un buen saldo: «Desde luego. Es un regalito que me ha tocado. Me lo paso muy bien porque creo que las chicas, sobre todo a partir de una edad, estamos dispuestas a compartir muchísimas cosas y tenemos la suficiente poca vergüenza como para hablar, incluso, de lo que no deberíamos. Y creo que la gente lo valora y lo agradece».

Como hay quien piensa que Inés, sonrisa en ristre, se lleva bien con todo el mundo, le pregunto si ha encontrado más amigas o más conocidas entre sus contertulias, y me confiesa que sus amigos están en la infancia. Pero es que, claro, para querer a los amigos con sus virtudes y sus defectos hay que pasar mucho tiempo con ellos. «Nosotras pasamos una hora en directo, además de la del maquillaje y la de la sala donde preparamos el programa; y hasta nos contamos cosas que a veces ni nos gustaría contarnos; pero amigas, amigas... eso lleva un recorrido muy grande e implica haber compartido muchas cosas». Le digo que hay quien opina que a los amigos no hay que pedirles más de lo que pueden dar, y que, tal vez, esa es la esencia del programa, y me contesta sin dudar: «Por supuesto. Y yo tampoco estoy dispuesta a darlo todo. Cuando alguien me dice: “Es que yo soy muy sincero”... ¡es que lo odio! Tengo una amiga que suele decir: “Oye, si yo no hablo de mis hijos no me preguntes”. Y tiene toda la razón. No se puede hablar de todo, ni preguntar de todo, ni pedir de todo».

Inés sabe muy bien lo que preguntar y lo que no, en la vida y en la tele. Aunque a veces, con suavidad, pregunta y hasta cuenta aquello de lo que antes no tenía previsto hablar. Como cuando cumplió los 200 programas de «Amigas y conocidas», que se arrancó, repleta de emoción y envuelta en lágrimas, y habló de su cáncer, por suerte ya superado. «El día anterior había ido al médico, a una de esas revisiones a las que nos toca ir de vez en cuando y me dijo: “A ver, podríamos intentar arreglar esa operación, pero yo creo que tu seguridad no está en tu teta”. Y yo le dije: “No, mi seguridad me viene de este chico que tengo aquí al lado”. Es una enfermedad muy larga, muy pesada, con muchas pruebas, revisiones y especialistas, no es fácil llevarla bien, y menos en pareja. Ya conozco dos casos de divorcio en mitad de un proceso de cáncer, porque uno está más sensible y espera que el otro le entienda, y no siempre es así. Yo he tenido la suerte de que Juan es un tipo muy inteligente y siempre ha estado ahí. En ese proceso tuvimos una comunicación muy íntima, muy de dos; incluso más que en otros momentos de felicidad. Y es muy importante, porque cuando estás mala no quieres estar con todas las amigas o toda la familia: quieres estar con la persona que quieres estar. Alguien que esté ahí, tranquilo, a tu lado, que no te deje mirarte demasiado al ombligo y que si lloras (¡cómo no vas a llorar si te acaban de decir que te van a quitar una teta!), que también siga contigo».

Pregunto a Inés si un golpe a la salud cambia las prioridades personales y las profesionales en una actividad, como la nuestra, que absorbe sin compasión. «Pues no sé –me dice–. Te cambia el carácter al principio y estás más sensible, más generoso, más capaz de entender algunas cosas, pero al final yo creo que los valores, como los amigos, son los mismos de antes. Y en cuanto al trabajo: aunque haya quien piense que soy muy ambiciosa, porque llevo mucho tiempo en primera línea, a lo que siempre he aspirado y sigo aspirando es a disfrutar y a pasármelo bien trabajando». Doy fe. Y también en la vida. Inés es una disfrutona oficial. Le gusta hacer deporte, viajar, leer, ir a la ópera, a los toros, al baloncesto o al fútbol. Se lo pasa bien en todas partes, incluida la televisión, que ha cambiado mucho desde que ella empezara. «Todo está distinto, pero también tiene otras ventajas. Quién me iba a decir a mí que, a mi edad, estaría presentando un programa diario en una cadena como La 1. Hace unos años, fuera de Hermida y María Teresa Campos, era impensable. ¡Si las personas mayores de 40 ya nos parecían mayores! Los que vienen detrás es posible que lo tengan más difícil en radio o televisión; pero tienen otra mentalidad –lo veo con mi hijo– y van más por los rollos de internet, que tienen más salidas y más divertidas que la de estar en una redacción o pudriéndote de asco». Le digo que la juventud está para pilotar los cambios, en la tele y en la política, por mucho que a los mayores les da miedo, y me contesta: «Pues yo no me asusto de nada. Hay partidos que no tienen experiencia y eso se va a notar a la hora de negociar. Ya se ha visto en Andalucía, pero creo que no hay nada mejor que la gente, dentro del sistema, piense como piense, defienda las cosas como le dé la gana. Y al final tendrán que entenderse, como nos entendemos todos».Y lo dice una experta en consensos gracias a una metodología propia en las entrevistas, «suave en las formas y firme en el fondo», con la que logró, incluso, que un suicida desistiese de su empeño: «Me pasó en «Sucedió en Madrid» y pensé: “Qué cosas buenas se pueden hacer en esta profesión”».

Personal e intransferible

Inés Ballester nació en Burriana, Castellón, en un año «que no quiero decir». Está casada, tiene un hijo, se siente orgullosa de su familia, se arrepiente «de algún gesto de soberbia, seguro», perdona y olvida. A una isla desierta se llevaría «un libro muy gordo», se confiesa muy llorona «lloro hasta con los anuncios» y también se ríe mucho sobre todo con su hijo. Le gusta el vino y come «muy bien y de todo: en Asturias, fabada, en Valencia paella, en Andalucía, gazpacho... Y soy capaz de hacerme kilómetros para encontrar un buen pan». No tiene manías «pero siempre llego ahogada de tiempo a plató. De mayor le gustaría «ser una buena persona y poder disfrutar de las muchas cosas que habrá, espero, después del trabajo». Y si volviera a nacer «supongo que sería periodista».