Rock
La herencia de Johnny Hallyday pone a prueba al clan
Hace dos semanas que Francia decía adiós a Johnny Hallyday, su «Elvis local», su rockero más consagrado y famoso y, sin duda, la gran estrella de la canción. Su funeral popular en los Campos Elíseos, al que asistieron cientos de miles de franceses, llegó a recordar al de Edith Piaf o al del mismísimo Victor Hugo. Todo un profeta en su tierra que ha vendido más de cien millones de discos. Sin embargo, la imagen de unidad que sus seres queridos han proyectado en torno a su figura no va a evitar que el reparto de su herencia se convierta en un auténtico rompecabezas fiscal cuyas piezas ya comienzan a ser diseminadas en las páginas de la prensa. La sucesión entre su mujer, Leticia, y sus cuatro hijos, Jade, Joy, David y Laura, promete un buen número de complicaciones, según ha vaticinado Renaud Belnet, el abogado encargado de gestionar la fortuna del rockero.
Una familia recompuesta con herederos que poseen status fiscales distintos, bienes dispersos por todo el globo y residencias varias, hacen de este reparto una obra de ingeniería fiscal en la que las decisiones que tomó el cantante serán examinadas con lupa por parte de expertos en Derecho Privado. Y todo ello pese a que Hallyday fue bastante precavido respecto a la planificación de su herencia. A los derechos concernientes a su extensa cartera musical hay que añadir numerosos bienes inmobiliarios, valorados en alrededor de 50 millones de euros, procedentes de sus múltiples propiedades en Marnes-la-Coquette, prestigioso municipio al oeste de París, Los Ángeles o la isla de San Bartolomé, donde fueron esparcidas sus cenizas. Para empezar, aún debe determinarse si debe aplicarse la ley francesa o la estadounidense en función de los días que pasaba en cada una de sus residencias antes de su fallecimiento.
¿Qué parte se quedarán su viuda Leticia y sus pequeñas hijas? Esto es aún un secreto que encierra el testamento de la estrella del rock francés, residente en EE.UU. desde hace años, un país bastante más flexible que Francia en cuanto a derechos de sucesión. Pero para muchos especialistas el verdadero problema vendrá derivado de los derechos de autor de sus canciones, cuya reproducción y compra se han disparado en plataformas de pago en internet desde que se conociese la noticia de su muerte. Su repertorio musical se compone de más de 1.000 títulos en cuanto a intérprete, además de un centenar de piezas de las que Hallyday fue autor o coautor, a lo que hay que sumarle los derechos de edición musical repartidos en la actualidad entre dos sociedades y los de difusión de sus conciertos y espectáculos. Algunas estimaciones aparecidas en la prensa francesa cifran en 15 millones de euros anuales el monto de sus «royalties».
«Tren de vida ostentoso»
Pero como todo disco, este reparto multimillonario también puede tener su cara B y cabe la posibilidad de que el patrimonio no fuese tan suculento como algunos creen. «Contrariamente a lo que todos piensan, Johnny era un trabajador que, pese a sus múltiples años de carrera, no ha acumulado mucho patrimonio porque llevaba un tren de vida ostentoso», así lo cuentan los periodistas Catherine Rambert y Renaud Revel, autores del libro «Johnny: les 100 jours où tout a basculé» (2010), que inciden en la idea de que Hallyday no renunciaba a ningún placer ni capricho haciendo valer su fama de buen cliente y de emplear a mucha gente. Falta por conocer, pues, si quedaban facturas en el cajón.
El contrapunto a la imagen de derrochador lo han puesto las palabras de un buen amigo del artista, el empresario Jean-Claude Darmon, quien ha señalado a la prensa francesa que «Johnny era muy minucioso, le gustaba tener sus cuentas en orden. (...) No creo que partiese sin tener todo bien arreglado. Era un hombre inteligente y sabía que no iba a vivir eternamente».
Tras dos semanas de vacío, arranca ahora un nuevo desafío para Leticia Hallyday, apodada ya como la «viuda nacional» de Francia. La prensa promete escrutar no solo el reparto de la herencia, sino también cada uno de sus pasos, sus estilismos y su vida privada junto a la educación de sus hijas, Jade y Joy, de 13 y 9 años, escolarizadas en Los Ángeles y donde previsiblemente continuarán. Nadie duda de que Leticia continuará dedicándose a su labor humanitaria con la asociación «La buena estrella», dedicada a construir colegios y hospitales para niños en regiones desfavorecidas. Pero, sin duda, la gran cuestión será la de su relación con los otros hijos de Johnny, los mayores –David (51) y Laura (34)–, con los que en el pasado las cosas no fueron fáciles. Johnny siempre alabó las acciones de Leticia para limar asperezas y reagrupar a todos los hijos del artista. Ahora, el reparto de su legado, tanto el material como el espiritual, pondrá a prueba la unidad del clan, en un rompecabezas que será seguido de cerca por la prensa gala.
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