París
Brasil y China
El servicio de estudios del BBVA, uno de los centros privados más influyentes a la hora de elaborar predicciones económicas, acaba de reafirmarse en que es un poco menos optimista que el Gobierno sobre la velocidad de nuestra recuperación; creceríamos al 3,2 por ciento para el conjunto del 2015 (frente al 3,3 del Ministerio de Economía) y al 2,7 por ciento en 2016 (al 3, según el Gobierno). El foco de la explicación se vuelve a poner en el posible freno de la demanda mundial. En ello nos centramos en este artículo.
No obstante, no pueden pasarse por alto dos hechos igualmente relevantes, pero sin apenas impacto en el análisis del BBVA. El primero es que mientras que el informe de este banco sostiene que el desafío independentista no impacta claramente en las perspectivas de crecimiento, el presidente de los empresarios señalaba estos días que son muchas las empresas que están demorando decisiones de inversión hasta que no termine de resolverse el pulso separatista.
Para ser exactos, el presidente Rosell afirmó que muchos empresarios están instalados en el «Wait and see» (esperar y ver) antes de arriesgarse con nuevas inversiones.
El segundo hecho es el posible impacto de los atentados masivos del islamismo radical en París. Aunque naturalmente estos hechos no se contemplan en el estudio del BBVA, no cabe duda de que los riesgos geopolíticos afectan a los incentivos y a la confianza para la inversión en Europa y en cualquier otra zona bajo amenaza. Ahora bien, de reconocer esto a llevarlo a estimar su impacto en el crecimiento hay una notable diferencia.
Los interrogantes sobre la demanda internacional a los que se refiere el BBVA y otros analistas se ciernen principalmente sobre Brasil y China; dos de los conocidos miembros del club de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Por tamaño, relaciones con España y tipos de desequilibrios, ambas economías muestran importantes diferencias. Brasil ha pasado de crecer a un ritmo promedio del 4,5 por ciento entre 2007 y 2011 (en plena gran recesión de las economías occidentales) a esperar un crecimiento negativo del -0.9 por ciento para 2015 (justo cuando se afianza la recuperación de economías como la española). La economía brasileña muestra un notable crecimiento de sus precios –un 7,7 por ciento–, un déficit fiscal previsto del 5,3 del PIB, un déficit por cuenta corriente que en apenas cuatro años ha pasado del -1.4 al -3,7 por ciento del PIB y un nivel de endeudamiento aún reducido. Pero los dos principales problemas de la economía brasileña son la corrupción que azota al Gobierno y la caída del precio de las materias primas. El impacto de la crisis brasileña se dejará sentir, principalmente, en Hispanoamérica y más a modo de rebote en España.
Las amenazas sobre la economía china son más serias y sobre ellas hay dos tesis interpretativas muy diferentes. Una de ellas es que está en la parte baja de un ciclo, pero tiene recorrido para volver al 8 por ciento de ritmo de crecimiento. La otra pasa por que China está en la misma fase en la que entró Japón hace más de veinte años a lomos de una burbuja inmobiliaria, crediticia y de valores bursátiles. Lo que sí se constata, de momento, es que cae la inversión china y eso representa el 50 por ciento de la demanda. Añadamos que la peculiar y persistente crisis japonesa (su renta per capita no ha dejado de creer y su tasa de paro es muy reducida) aún sigue sin resolverse, a pesar de tres años de la «Abenomics» o política económica impulsada por el primer ministro Shinzo Abe desde 2012.
El resumen es que si los países emergentes entran en recesión no coyuntural, lo vamos a notar en una menor tasa de crecimiento en mitad de una sociedad que lleva muy mal lo de esperar más tiempo antes de montarse de nuevo en el «taco» del ladrillo. Un tiempo que, por supuesto, difícilmente volveremos a contemplar.
* Profesor Titular de Economía de la Universidad de Sevilla. Director de la Cátedra de Economía de la Energía y Medio Ambiente. Investigador asociado Universidad Autónoma de Chile
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