Teatro
Capataz de pregón «bordao»
Rafa González-Serna brinda a Sevilla un preludio de Semana Santa cargado de corazón, dosis de innovación y un respaldo casi unánime
Rafa González-Serna brinda a Sevilla un preludio de Semana Santa cargado de corazón, dosis de innovación y un respaldo casi unánime.
«¡Escuchadme ahí abajo! Esta levantá va por mi padre, vamos a hacer las cosas mu despacito, con mucho mimo y cariño, las llamás que sean mu cortas. No cogé ventaja, que no hay prisa, la cintura quieta y los talones juntos. ¡Tos poriguá valientes! Vamos a poner en las calles de la ciudad más hermosa del mundo a nuestra Semana Santa. ¡A ésta es!». Las primeras líneas fueron toda una declaración de intenciones. Rafa González-Serna brindó a Sevilla un pregón muy personal, muy macareno, con un enfoque original y con dos anunciados guiños musicales sin salirse, como pretendía, de los cánones que impone una cita tan comprometedora pero en la que cumplió con creces el anhelo de su madre. «Vengo a vestirme mamá, ya ha terminado ese luto que su marcha me imponía, vísteme de macareno, como siempre me vestías, como ahora viste a tu nieto la que comparte mis días, la que ha sufrido en silencio los reveses de mi vida, vísteme de nazareno con esas manos tan finas y regálame ese beso mientras le recito un verso al llanto de tus pupilas y abraza a este macareno, que me rocen tus mejillas porque se cumplió tu sueño, que tu hijo el más pequeño le pregonará a Sevilla».
Hasta en veintidós ocasiones fue interrumpido por los aplausos del público. La primera, coincidiendo con esa espectacular salida a la calle con el himno nacional de fondo que gustó tanto al espectador de un abarrotado Teatro de la Real Maestranza. Y no se olvidó el compositor del malogrado Fernando Carrasco. Como buen capataz, le dedicó la primera levantá al periodista que tantos pregones reflejó sobre el negro y blanco, ya con el pregón en la calle, antes de iniciar un repaso día a día por todas las hermandades, y siempre teniendo en cuenta que «si el principio es la palabra, la palabra es Sevilla».
Fue un pregón muy sevillano, lo que se dice «bonito» de principio a fin, inmenso, emocionante hasta hacer saltar lágrimas y salpicado de unos diálogos marca de la casa. Tampoco exento de crítica a la falsedad que también impera. Ahí queda. «Si no la vives por él, no existe la Semana Santa. Si no eres capaz de ayudar de aprender a perdonar, serás simplemente un fantasma vestido de penitente, protagonista de una farsa y no te llames creyente. Porque tú no eres nada. Que aquí lo que sobra es gente para agarrarse a una vara, para ponerse un costal o tocar en una banda, para montar un altar y darse golpes de pecho cuando se besa una estampa. Que Sevilla es mucha Sevilla, le sobra la propaganda, que al final la antigüedad no te va a servir de ná, cuando llegues a sus plantas». Un mensaje que cada cual interpretará, sin olvidar que «para ser sevillano solo hay que ser buen cristiano y aquí los hay a montones». Aunque tampoco se olvidó de quienes atacan a las cofradías y a la fe cristiana por que sí.
«Recuerdo cuando tus nietos eran pequeños y me preguntaban: Papá, ¿a quién quieres más de los tres? Y yo le contestaba: ‘Al abuelo’... Y ellos insistían: ‘¡No, no papá, de nosotros tres!’ Y yo volvía a repetir: ‘al abuelo’. Y mira que a estos tres los quiero con el alma de ida y vuelta y a la madre que los parió y a la que parió al poeta, pero al que todo me lo ensenó, con ese amor no hay quien pueda. Por eso hoy tengo miedo, hoy que le hablo a Sevilla y no es por lo que piensen mañana sino por lo que tú sientas arriba». Fue desgranando el pregonero escenas muy familiares, con un sentimiento enorme. Incluso para agradecer al Señor de la Salud de Los Gitanos la fuerza para superar un cáncer.
Como padre de torero, recordó que «suena Sevilla a clarín, a suspiros de un torero, a túnica azul de dril con bajos llenos de albero, que la eterna Caridad suena a media de romero y a sueños de un novillero con acordes de Piedad, mi Arenal baratillero», punto en el que apareció la pieza de Manolo Marvizón con pasajes de las marchas más conocidas. Macarena, Candelaria, Procesión de Semana Santa... Pasión, la Madrugá, Triana, Los Gitanos... tuvieron capítulos especiales, dejando para el final a su Macarena. Primero, un diálogo muy cercano con el Señor de la Sentencia. «Qué sería la madrugá si no vienen detrás de mí, rindiéndome pleitesía sin quererme sentenciá». Y para terminar a Ella. «¿Quién te hizo reina y madre, y después que terminara, por qué elegiría esta tierra, reino donde reinaras y decidió que su reina madre de Dios soberana se llamase Macarena y naciera sevillana?». Sin duda, un pregón con sello propio y elegante, preludio ideal de los días grandes.
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