Sevilla

Contra los snobs (y a favor de Ryanair)

La Razón
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Al final, resultará cierto que los extremos se tocan lo mismo que lo hacían los extremeños en la comedia de Muñoz Seca. La furia antiglobalización, o sea, se la ha contagiado la izquierda zarrapastrosa al conservadurismo más rancio y ambos marchan, carcas por igual, contra el libre comercio y la prosperidad. Incluso contra la democratización de ciertos placeres hasta anteayer vedados para la mayoría de la población. Son así de snobs. Verbigracia, los viajes al extranjero. Ryanair, ese maravilloso hallazgo empresarial de un genio irlandés, abrirá en Sevilla un nuevo centro de mantenimiento: millones de euros invertidos y 140 empleos directos. Que sigan los perroflautas y los tontipijos clamando contra ese turismo low cost que despersonaliza, dicen, sus barrios cuando lo que en verdad hace es sacar a miles de paisanos del paro. El único motivo por el que en las ciudades andaluzas han brotado, como hongos tras el chaparrón, las tiendas de souvenirs y los restaurantes franquiciados es que la población autóctona no consume en el comercio y la hostelería tradicionales. Conque menos golpes de pecho, estimados convecinos, que parecen ustedes orangutanes. Quienes desoyen el canto del muecín durante este periodo de berrea litúrgica (copyright del poeta Emilio Durán), tienen la ocasión de volar, por ejemplo, a Amsterdam por menos de lo que cuesta la papeleta de sitio en una cofradía. Petadito de tiendas de Inditex tiene don Amancio el Herengracht. Hasta el más descreído alucina con los champiñones que venden en los smart shops, igual que el capillita flipa cuando una multitud lo aplasta. Los unos aseguran ver a Dios por la calle y los otros... casi que también. ¿Qué hay de malo en ello? Cada cual se mortifica el cuerpo y se reblandece las neuronas como quiere.