La Razón del Domingo
El Dios de Murillo
La reciente Navidad se ha representado innumerables veces a lo largo de la historia del arte. Pero, entre tantas obras pictóricas, hay una que llama poderosamente la atención. Se trata de «La adoración de los pastores», de Bartolomé Esteban Murillo. Un cuadro de estilo barroco y que el célebre pintor español creó hacia 1668. El ejemplo de pobreza y la renuncia a los bienes materiales están muy presentes en una escena donde la humanidad acude al nacimiento del Señor. La Virgen aparece vestida de rojo, por ser partícipe de la pasión de su hijo. Junto a ella y San José, vienen al portal pastores de distintas edades. Murillo supo iluminar de forma magistral tanto al niño recién nacido como al cordero, que aparece sujetado por un pastor. Ambos nos recuerdan, a través de ese juego de luces, que el niño será el cordero de Dios, «que quita los pecados del mundo»... De esta manera, la adoración de unos simples pastores se convierte en todo un compendio de teología y en una completa profesión de fe.
Cuentan que este cuadro fue adquirido por el Rey Carlos III a un comerciante irlandés, Florencio Kelly, cuando la obra de Murillo estaba en máximo esplendor. En este año Murillo, cuando se cumple el cuarto centenario de este sublime artista de la pintura, podemos descubrir de este óleo valores religiosos tan importantes como la caridad, la adoración a Dios, la humildad o la familia. La vieja –que parece repetirse en otros cuadros– porta una cesta con huevos, mientras uno de los pastores se arrodilla en señal de reverencia. Y es que, ahora que ya pasaron los reyes, debemos saber que la verdadera Navidad, como apareció en los décimos de lotería, la pintó el genio de Murillo hace tres siglos y medio.
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