Política

Andalucía

«En el arte se tienen muchas crisis de adolescente»

La cantaora Rocío Márquez y el violagambista Fahmi Alqhai hablan de su disco “Diálogos de viejos y nuevos sones”

Rocío Márquez y Fahmi Alqhai (c), junto a Agustín Diassera (i) y Rami Alqhai / Foto: Javier Díaz de Luna
Rocío Márquez y Fahmi Alqhai (c), junto a Agustín Diassera (i) y Rami Alqhai / Foto: Javier Díaz de Lunalarazon

Estos «Diálogos de viejos y nuevos sones», antes de ser disco, fueron premiados con el «Giraldillo a la Innovación» por la Bienal. Resulta contradictorio que la innovación nazca de buscar el origen del flamenco.

–(Fahmi Alqhai) En el arte, la innovación no es que descubras nada nuevo. Todo lo que se hace viene de algún tipo de mestizaje y este proyecto es un gran ejemplo: cada uno venimos de nuestra historia y de eso surge algo distinto.

–(Rocío Márquez) La tradición es el punto de partida y para mí lo interesante es que no sea una limitación.

–A los ortodoxos de cualquier ámbito les choca que un artista pueda tener más de una cosa en su cabeza.

–F.A. Eso creo que le choca a toda la gente. La ortodoxia está muy bien como documentalista de un momento histórico, de un tipo de cante... Son, como yo digo, cancerberos de la tradición, los guardianes de la entrada al infierno (risas). Muchas veces tienen mala leche y sus maneras llaman la atención.

–R.M. Pero son necesarios, porque una reacción no puede ser en base a nada.

–Esta última Bienal de Flamenco ha sido muy convulsa, con vaivenes en la dirección, ¿se lo puede permitir un festival de esa entidad?

–R.M. Es una pena que las decisiones de la cultura se tomen desde la política.

–Ocurre en todos los ámbitos: la política invade nuestras vidas.

–R.M. Pero en esto es tan obvio todo... los movimientos políticos tienen una repercusión enorme en cuestiones artísticas. Da mucha pena.

–F.A. Eso no ocurre fuera.

–¿Cuál es la diferencia respecto a Europa?

–F.A. La diferencia es que allí estamos y aquí no, trabajamos más fuera que dentro. Es una pena que en Andalucía la cultura esté como esté. Tenemos una administración que es una roca vieja a la que hay que darle la vuelta. Para mí un proyecto cultural debería tener diez años de vida y confiarlo a un grupo de personas independientes.

–¿Qué ha cambiado en el contexto flamenco para que una cantaora joven y con una carrera como la suya además sea doctora por la Universidad de Sevilla?

–R.M. Hay un punto de inflexión: el flamenco se ha incorporado al mundo académico y mi generación ha tenido la posibilidad de acceder a ello. Las primeras veces que me decían «canta por derecho», mi sensación es que me faltaban argumentos para desmontar a esas personas. También desgraciadamente las mujeres tenemos que tener más argumentos para rebatir a un hombre. Por ese afán de tener mis propios conocimientos es por el que me meto en la Universidad. Algo que era una intuición, ahora tengo conocimiento de por qué lo estoy haciendo y disfruto esa libertad de que no me tenga que importar tanto lo que diga nadie.

–No quieren definir la música que hacen, ¿temen que ponerle «apellido» suponga una barrera con el público más joven, que no se identifica con la música antigua o el flamenco?

–F.A. Los dos tenemos un público que busca un trabajo bien hecho. A mí me gusta lo bueno, estoy abierto a todas las músicas.

–R.M. Para mí no fue fácil el tema de la «etiqueta», andar ese camino. Cuando me dieron la Lámpara de la Unión era muy joven y no quería defraudar a nadie. Me llevé un año sin variar ni ampliar el repertorio. Ese punto ya lo he perdido, claro. Tuve una crisis artística enorme, la sensación de me estaban dando al «play». Me subía a cantar y no sentía nada. Pensé en buscarme otra manera de ganarme la vida y en esa búsqueda empecé a meterme en proyectos con otros instrumentos, otros géneros, y me di cuenta de que tenía más sentido.

–¿A usted le ha pasado, Fami?

–F.A. Yo he tenido rachas de todo porque empecé muy pequeño. A nivel artístico tengo dos mil crisis todos los días (risas), ya no te afectan porque tienes oficio. No son crisis en las que el artista se beba una botella de whiskey y se despierte por la mañana, como en las películas. Es como el rechazo al padre con 15 o 16 años, pero artísticamente no sales aprendido con esa edad. En el arte se tienen muchas crisis de adolescente.

–¿Cuándo se acaban?

–F.A. Lo bonito sería que no se acabaran, si no, te aburres. Para el artista el trabajo implica mucha emoción.

–Sus cabezas están siempre bullendo, ¿en qué están trabajando además de esta gira?

–R.M. Yo estoy grabando el disco que sale en febrero, vuelvo a la guitarra pero no a la tradicional. Cuando Fami ha dicho lo de la emoción, es verdad, yo hay días que no me aguanto. Si hay euforia tienes que tocar el barro. No hay un límite entre la vida artística y la personal, es difícil saber qué corresponde a qué.

–F.A. Soy muy freak para lo que me gusta, si de repente me enamoro de Coltrain, escucho toda su discografía: paro el tiempo y soy capaz de despertarme a las cuatro de la mañana para escuchar una canción. Y es un problema, como decía Rocío, porque no le das al «stop». La única manera de parar es jugar a la Play Station o emborracharme, no tengo otra manera. Mi cabeza siempre está trabajando a nivel artístico.