Sevilla

«En la imaginería actual hay mucha prisa»

Luis Álvarez Duarte repasa su trayectoria cuando una de sus dolorosas clave,la Virgen de Guadalupe, cumple cincuenta años

IMAGINERO Y RESTAURADOR. Luis Álvarez Duarte, trabajando en su taller de la localidad sevillana de Gines
IMAGINERO Y RESTAURADOR. Luis Álvarez Duarte, trabajando en su taller de la localidad sevillana de Gineslarazon

Luis Álvarez Duarte repasa su trayectoria cuando una de sus dolorosas clave,la Virgen de Guadalupe, cumple cincuenta años

Sus manos han dado forma a imágenes sagradas repartidas por toda Andalucía, España e incluso el extranjero y han sanado las heridas de otras tantas. Su nombre, Luis Álvarez Duarte, está vinculado a la mejor escultura religiosa de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, un sello de distinción que todavía buscan muchas hermandades. Hoy, Lunes Santo, procesiona en Sevilla una dolorosa que marcó un hito en su fecunda trayectoria profesional. Y lo hace recién cumplidos los cincuenta años, aunque sigue conservando intacta su belleza juvenil. Es la Virgen de Guadalupe, que salió de sus gubias cuando era un adolescente, experimentando todavía con la madera y buscando ese estilo que ahora está más que consolidado. «Estaba empezando a conocer bien la técnica y estudiaba mucho. Sin embargo, considero que sigo aprendiendo todos los días. Me veo ahora y me da corte reconocerlo, pero decían que tallaba muy bien. No sé». Pero no fue la primera imagen que creó. Con tan sólo 12 años, cuando era monaguillo de la parroquia de San José Obrero –el barrio sevillano donde nació y que incluso le dedicó una calle–, dio forma a la Virgen de los Dolores. Después vinieron, hasta Guadalupe, las vírgenes de la Concepción de Palma del Río y la Amargura de Constantina.

Trabajó con los escultores Rafael Barbero y Antonio Eslava, pero no duda en asegurar que su maestro fue Francisco Buiza. «Me enseñó a trabajar por derecho». De él destaca «su destreza desmochando, abocetaba muy bien, pero sobre todo la valentía que tenía al cortar. En definitiva, sabía el oficio mejor que nadie». Repasar su producción es hacer una fotografía de la Semana Santa más reciente. Después de Sevilla, Málaga es la ciudad que más ha apostado por su arte. Un rosario de tallas propias malagueñas brota de su memoria: la Cena, la Virgen del Monte Calvario, la Virgen de la Paz, el Cristo de la Esperanza, la Virgen de la Paloma y las restauraciones de la Virgen del Rocío y de la Esperanza del Perchel. Álvarez Duarte no tiene en cuenta los gustos de cada ciudad o provincia a la hora de tallar o restaurar. «Lo primero es la imagen. Y cuando se interviene, hago un estudio previo muy exhaustivo». En Córdoba, la Virgen del Rosario es «santo y seña». La talló en 1974 y está coronada canónicamente. También tiene en la ciudad califal a la Virgen de la Soledad, de la Encarnación, del Desconsuelo, de los Ángeles y San Juan Evangelista, y un cristo crucificado en la Trinidad. «Con todos mis respetos, la Virgen del Rosario es para mí punto y aparte, que no se enfade nadie».

En Cádiz «cayó de pie» la Virgen de la Esperanza de las Cigarreras. Es muy admirada «por su policromía nacarada, muy del gusto de Cádiz. Esta provincia tiene una imaginería procesional maravillosa». A los ojos de esta dolorosa le impregnó el color verde esperanza de los de su hija. De las imágenes de Huelva guarda un especial recuerdo de la Virgen de los Dolores, que talló después de Guadalupe. «La conoció mi madre y le gustaba muchísimo». Sobre la Victoria del Polvorín «ya sabes lo que forma» –también está coronada– y restauró a la Esperanza. Una dolorosa suya de Granada, la Virgen del Mayor Dolor, se paseó por el Vaticano delante del Papa San Juan Pablo II. «Tengo un recuerdo imborrable de aquel día». En Jaén tiene a la Virgen de las Siete Palabras, «una de mis mejores dolorosas».

En el plano de la restauración es toda una autoridad. Puso sus manos sobre la Esperanza de Triana en 1989, policromándola de nuevo «porque tenía el rostro verde oscuro». «Castillo Lastrucci la restauró pero no es suya. Las manos sí. Es una talla portentosa, de una belleza arrolladora». También le hizo un cuerpo nuevo al Cristo de las Tres Caídas. «Le hice unas catas de policromía en la parte de atrás del cuello y las manos tienen un color maravilloso». Ahora, ante su inminente restauración, recomienda que conserve su tez morena y no el original color claro. Sobre la polémica restauración del Nazareno de Sanlúcar la Mayor –ha sustituido la cabellera natural por otra tallada– pide «respeto». «Una cosa puede gustar o no, pero no se puede hablar sin conocimiento». Defiende que «a la imagen se le ha salvado lo único salvable, que es la mascarilla antigua. Yo le tallé las manos hace 35 años y el cristo estaba muy mal, incluso le puse unos tensores en el cuello porque, si no, se hubiera caído en la calle».

Sobre la imaginería actual, reconoce que hay personas «que trabajan muy bien», aunque lamenta que «hay mucha prisa». «Antes había más pureza. Tengo a dos alumnos buenísimos, Ventura Gómez y Luis Mohedano, y les aconsejo que vayan despacio, que el arte no llega así porque así».