España

La llamada de Motril

Al puerto del municipio han llegado este año cerca de siete mil inmigrantes. Esa cantidad dobla la que pisó tierra firme en 2017

De unos meses a estar parte, Algeciras, Tarifa y Motril se han convertido en los tres municipios más oídos entre los españoles. La actualidad obliga. Como ya sucedía en la década de los ochenta y noventa, años en los que toda España conocía al dedillo la geografía rural de las Vascongadas a cuenta del goteo de atentados etarras –Hernani, Mondragón, Amorebieta y otros balnearios del Goierri...–, el incesante caudal de inmigrantes llegados a las costas andaluzas ha puesto de moda el nombre de las poblaciones que sirven de refugio a los recién llegados. Y Motril está últimamente más en boga que ninguna.

Motril es un señor pueblo. Y no es sólo porque sus más de 60.000 habitantes censados superen a los de capitales como Huesca, Ávila o Cuenca, sino por su noble y glamuroso pasado reciente. Venir desde la Plaza Aurora, en el centro del pueblo, pasar frente a Villa Astrida, la mansión donde Fabiola y Balduino de Bélgica vieron crecer la hierba a menudo, y alcanzar la Playa Granada; toda esa hora de camino no desmerece un título nobiliario. Hace humedad. Lo de la «costa tropical» no es sólo una denominación. A lo lejos, tres inmigrantes subsaharianos miran el mar, hacia el sur.

«Como ellos, hay decenas de miles esperando su turno en la otra orilla», dice David Delgado, un motrileño en la treintena que ha colaborado como voluntario ocasional en alguna oenegé del pueblo. Primero avisa del calor pringoso, y luego, rápidamente, se mete en materia. «El fenómeno es imparable. No dejarán de venir. Nos moriremos tú y yo y no veremos disminuciones en las llegadas, lo que no sé es si va a repetirse un año como éste», termina. David, a quien, según confiesa, la sociedad lo obliga a sentirse «un bicho raro», está en contra de la política migratoria de la Unión Europea.

En su argumentación aparecen los Derechos Humanos, la convivencia y etcétera. Como casi una treintena de asociaciones granadinas, David está en contra de la construcción de un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE). En eso no es tan bicho raro. En Motril hay campañas organizadas. «CIE No Motril», reza un pasquín de la asociación de vecinos Rambla Los Álamos, otro frente de oposición a los planes del Gobierno de ampliar la capacidad de albergue de los inmigrantes en el pueblo. «Dos veranos más como éste y se arma el lío», alerta Enrique Hernández antes de apurar la primera cerveza. «No hay medios ni hay recursos, se queja la Policía y se quejan las asistencias; así es irrespirable».

Al puerto de Motril han llegado este año cerca de siete mil inmigrantes. Esa cantidad dobla la que pisó tierra firme en 2017 y se mofa de los números de 2016 (1.927), 2015 (901) y 2014 (501), cuya suma no le llega a la planta del pie de las personas que arribaron en la costa granadina en 2018. En todo el litoral andaluz, según los datos proporcionados por el Gobierno, hasta el pasado fin de semana habían sido rescatados casi 37.000 inmigrantes procedentes de África. Antes del anuncio espumoso del presidente del Gobierno, acogiendo al «Aquarius» en Valencia diez días después de asaltar los cielos, moción de censura mediante, habían llegado sólo 8.485.

«No querer denominar efecto llamada a que se haya quintuplicado el número de inmigrantes es querer que se acepte el pulpo como animal de compañía», dice Enrique en un bar junto al mercado de abastos. Enrique, según cuenta, ya estuvo en la concentración de mayo contra el intento del anterior Gobierno de convertir el pabellón militar en un CIE. «Éstos hacen lo mismo pero, como la alcaldesa es socialista, dice que no se va a hacer, aunque se hace», se queja Enrique, que se refiere a los 3,3 millones anunciados por la portavoz Isabel Celáa después del Consejo de Ministros de la pasada semana. «Llámese como se llame lo que construyan, rehabiliten o acondicionen, a Motril seguirán viniendo más inmigrantes».

Motril, como el resto de pueblos y ciudades de la geografía, conoce el más principal arte de la política: sacar el eufemismo del diccionario como quien saca el conejo de la chistera. A lo que no están acostumbrados los motrileños es a oír recitarse tres contradicciones en una semana. El sí del Gobierno, el no del Ayuntamiento y el entreverado de la Delegación del Gobierno, que negó el CIE pero habló de «mejora y ampliaciones» en los Centros de Atención Temporal de Extranjeros, lo que hay en Motril y que lo ha hecho abrir tantos telediarios.