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Nuestros hermanos de Israel

En el país hay un gran interés por España, el castellano y el flamenco

La bailaora israelí Adí Modvat “La Piconera” /Foto: La Razón
La bailaora israelí Adí Modvat “La Piconera” /Foto: La Razónlarazon

En el país hay un gran interés por España, el castellano y el flamenco

Hace algo menos de dos semanas que Eurovisión se celebró en la cosmopolita Tel Aviv, lo que brindó la penúltima ocasión para airear la campaña de boicot a Israel. El sentimiento antijudío crece peligrosamente y una de sus facetas se esconde tras esta campaña organizada por el movimiento palestino BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones). Sus objetivos no solo tienen un carácter económico, sino también académico y cultural, lo que supone un absoluto disparate. Es como si en los tiempos del detestable “apartheid” en Sudáfrica el boicot se hubiera extendido a sus más reputados escritores, Doris Lessing, Nadine Gordimer y J. M. Coetzee; si se hubieran seguido los dictados de BDS con la España de Franco el cine de Luis G. Berlanga y Carlos Saura no se habría podido ver fuera de nuestras fronteras, ni siquiera “Viridiana”, de Luis Buñuel.

El encarcelamiento del expresidente Moshe Katsav o del exprimer ministro Ehud Olmert confirma que, a diferencia de sus vecinos árabes, Israel puede presumir de democracia y dar lecciones de la misma. Hace algo más de 10 años, Ari Folman realizó una excelente película, “Vals con Bashir”, seleccionada por Israel para el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, que estuvo muy cerca de conseguir. Narraba un episodio negro en la reciente historia del país: la matanza en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, de Beirut, durante la parcial ocupación de Líbano, con el entonces general Ariel Sharon como responsable militar. La película, en cartel durante varias semanas, resultaba demoledora para los israelíes: muchos lloraban durante la proyección y se quedaban sin palabras al terminar. Sin embargo, está pendiente, y tocará esperar, una película de similar autocrítica y repercusión en los países árabes.

Quien firma estas líneas ha estado seis veces en Israel en los últimos 10 años en los ambientes más dispares (como corredor en la maratón de Jerusalén, bendecido en la ceremonia de “kaparot” en vísperas del “Yom Kipur”, participante en un inolvidable encuentro con sefardíes, hablado en ladino y castellano, invitado a cenas de “shabbat” y a un par de kibutz o testigo de una multitudinaria manifestación de ultraortodoxos en Mea Shearim, su barrio por excelencia en Jerusalén); ha tratado con laicos y judíos de estricta observancia religiosa, colonos y pacifistas contrarios, en sus propias palabras, a la ocupación de los territorios palestinos, incondicionales votantes de Netanyahu así como profundos detractores de éste, y la sensación que siempre ha tenido es que en pocos lugares como Israel se ha sentido más en casa, a lo que ha contribuido sin duda el carácter amigable de los israelíes y su interés por España, el castellano y el flamenco.

Adí Modvat era una niña de 10 años cuando vio a otras bailando con tal intensidad y fuerza que automáticamente le dijo a su madre que ella quería ser bailaora. Pasó el tiempo y se matriculó en la Universidad, pero vino a Sevilla en 2006, durante la Bienal, para quedarse varias semanas y aprender a bailar en unos cursos; ni siquiera había pasado un mes cuando llamó a su familia para decir que se quedaba en Andalucía. Su destreza como bailaora ha llamado la atención fuera de nuestras fronteras: hace dos semanas estuvo en Moscú, adonde viajó invitada para bailar y dar clases en una academia y en marzo estuvo actuando en los Estados Unidos. También acude con frecuencia a su país, donde comparte sus conocimientos a la vez que descubre nuevos amantes del baile, el toque y el cante flamenco.

Trianera de corazón, Adí Modvat, cuyo nombre artístico es “La Piconera”, puede considerarse afortunada entre sus compatriotas porque muchas de sus amigas que vinieron a España para aprender a bailar regresaron a su país. Es el caso de Hilla Banker, dedicada durante muchos años a enseñar flamenco a niños en actividades extraescolares, cada vez más demandadas en Tel Aviv. Habitual a la Bienal sevillana y alumna de Pilar Montoya, “La Faraona”, Banker lo ha aprendido todo de una de las grandes dinastías del baile, la familia Farruco, a la que adora. Mantiene una estrecha relación con otro pilar del flamenco en Israel, Keren Avner Pesach, que a través de su compañía “Remangar” es una destacada embajadora de la cultura andaluza. Por allí pasan cada vez más israelíes, que vienen a sustituir a quienes, por asuntos personales dejan de lado el flamenco, como le ocurrió a Miriam Gal, cuya familia sefardí ha olvidado el ladino a excepción de las canciones que en Pascua, por ejemplo, se han ido transmitiendo de generación a generación a lo largo de más de cinco siglos. Vardit Lousky, también ahora más alejada del flamenco, es otra de esas bailaoras israelíes que ha actuado en locales de la popularidad de “Vicky Cristina”, dedicado a la cocina y la cultura española y ubicado en una zona de moda de Tel Aviv.

La afición al flamenco es alimentada, desde luego, por artistas que acuden invitados a Israel y que regresan encantados, como la bailaora Marina Valiente, destacada embajadora de nuestra cultura a pesar de su juventud: acaba de regresar de China, recientemente ha estado en Cuba, Rusia e Italia y en unos meses irá a Japón.

Sin embargo, esta fascinación por Andalucía no es recíproca y, a excepción de algún certamen de música sefardí, apenas hay interés por la cultura judía; tan solo se puede estudiar hebreo en la Universidad de Granada y en la Fundación Tres Culturas de Sevilla, donde el profesor Juan Carrillo transmite su entusiasmo por las lenguas semíticas a los contados andaluces que se acercan, bien por su interés en la lengua de los textos sagrados, el estudio de la Cábala o para saber más de nuestros hermanos de Israel.