Abengoa

Réquiem por Abengoa

La Razón
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La situación de Abengoa se ha hecho del todo insostenible y con la compañía sevillana morirá, o el mejor de los casos será deslocalizada, la ficción de una verdadera industria con capital andaluz. El último intento por evitar el desastre, hace unas semanas, fue la entrada en su accionariado de Gestamp, un inversor vasco que ha salido de najas en cuanto ha escudriñado las cuentas. La caída en bolsa ha batido plusmarcas y el pasivo es no apto para aventureros. Así se termina también la película de las energías renovables, ese disparate antiliberal con el que quisieron hacerse ricos (lo habrán conseguido) algunos espabilados tan ávidos de dinero como enfermos de ecologismo, ese vicio nefando que paga el contribuyente. La alternativa que se presenta ahora, suspensión de pagos o rescate, es como tener que elegir entre la peste o el cólera y ambas opciones comparten además la pena máxima para una gestión politizada, estrecha de miras y cortijera, hasta el punto de que el complejo de Palmas Altas, donde tiene Abengoa su sede central, es conocido por sus trabajadores como Palmatraz, tal es el maltrato que sufren. Hasta Pedro Sánchez y Alberto Garzón, angelitos, solicitan ahora que el ICO se entrampe brindándole la respiración asistida que se niega a seguir proveyendo la banca privada. Los consejeros, entre los que se halla un batallón de políticos (relacionados con PP, PSOE y hasta con la Casa Real), claman ahora por la inyección de dinero que les permitirá hacer mutis con el bolsillo más lleno todavía cuando son conscientes de que a medio plazo la viabilidad sólo sería posible por intercesión de un fondo de inversión y su recurrente receta: para empezar, un ajuste brutal de la plantilla.