Literatura

Sevilla

«Rialto,11»: carta de amor a los libros

Belén Rubiano conmueve con un relato personal, cargado de humor, sobre el hundimiento de un sueño

La librera y escritora, en una imagen tomada el pasado jueves en Sevilla, donde presentó su obra / Foto: Ke-Imagen
La librera y escritora, en una imagen tomada el pasado jueves en Sevilla, donde presentó su obra / Foto: Ke-Imagenlarazon

Belén Rubiano conmueve con un relato personal, cargado de humor, sobre el hundimiento de un sueño

Me coloqué en una librería, monté la mía, la cerré, terminé de pagarla con sus intereses de demora algunos años después y aún la añoro, pero mereció la pena». Ese extracto de «Rialto, 11» condensa en unas líneas lo que Belén Rubiano, su autora y propietaria de aquella extinta librería del centro de Sevilla, cuenta en las siguientes doscientas páginas. «Una carta de amor a los libreros» con la que conmoverse, aun si ese oficio no nos tocó nunca de cerca.

«De un libro espero que me cambie la vida, no toda la vida, un poquito», dice la autora. Una librería sería, por ende, ese lugar que cambia muchas vidas. «Nunca he entendido que se ponga tanta atención a quién es nuestro dentista y no a quién es nuestro librero porque los libros que lleguen de su mano nos van a cambiar», insiste. En el papel y de su boca las alusiones a aquel proyecto frustrado están empapadas de cariño. Visto desde hoy, considera que le faltó tiempo, hubiera necesitado para enraizar algo más de los cinco años que permaneció como testigo de los días entre los vecinos de la Puerta Osario. «Ni una sola mañana dejé de ser una niña con zapatos nuevos», confiesa por escrito.

Los primeros trabajos anclada a un horario eterno, la búsqueda del local adecuado, las tiranteces con las editoriales –arañando porcentajes para ganar oxígeno–, los errores que le costaron la clausura, los clientes-amigos y también algunos indeseables circulan por la memoria de esta librera, empeñada en serlo por más que asegure que no le gusta recomendar libros. «Solo si me lo piden», aclara. Diecisiete años después del cierre, hay un detalle que perdura en la memoria colectiva de la ciudad, en quienes la leyeron en primera persona o la oyeron contar: la pizarra de las mañanas. En un alarde de márketing, comenzó a esribir cada día un mensaje con tizas de colores. Tal era el seguimiento, que algún cliente llegó a llamarla para pedirle que le recitara el de la jornada por encontrarse fuera de Sevilla. Esa pizarra provocó también su encuentro con un admirado escritor, que al cruzar por la plaza en un taxi se topó con lo siguiente: «Anoche soñé que yo no era la sombra de Vila-Matas». Una frase inventada que, sin mayor pudor, Rubiano atribuyó al Capitán Thiebaut, primer heterónimo de Pessoa. Esa tarde la pasó en su librería charlando en «petit comité» con el mismísimo Enrique Vila-Matas, encandilado con aquella ocurrencia.

La pequeña librería sucumbió a causa de un falso éxito, imaginado por quienes creían que era un negocio boyante debido a la ubicuidad de su propietaria. la realidad era que las ventas nunca le insuflaron suficiente aire. «Incido poco al contar la amargura del final. Todavía tengo ese dolor dentro de mi cuerpo», relata la escritora, cuya historia equipara a la de «cualquier persona que haya pagado un precio muy alto por ser coherente con sus sueños e intentarlo. En el fondo es una historia de amor que acaba».