Sevilla
Rodríguez Braun, en la mano que se ve, el humor; en la otra, la teoría económica
El catedrático de Historia del Pensamiento Económico se ha moldeado como un «entertainer» en la radio, dando origen al gran divulgador de sus propias ideas
El alter ego radiofónico de Carlos Rodríguez Braun, que se llama como él, viste como él y habla como él, acostumbra a decir cosas terribles, gigantescas, revolucionarias. «La pregunta es: ¿si los economistas fueran los responsables del diseño y la construcción de la flota aeronáutica, tomaría usted confiadamente los vuelos o se decidiría por el coche? Entenderán que la cuestión es pertinente, si consideramos el historial de errores en las previsiones sobre la economía. Recuerden que hace unos meses se pensó: Consultemos a los sabios, pidámosle opinión a los premios nobel de economía más reputados y ellos nos dirán qué hacer. Les preguntaron a doce de ellos cómo salir de ésta y cada uno dijo una cosa distinta. ¿Se imaginan que doce médicos nos recomendaran doce tratamientos distintos ante una única enfermedad?». Tira el anzuelo con un grito, que apagado al instante, solapa con una carcajada: ya ha despertado a la grey, luego dice lo que considera, da sus razones, y les inyecta dos carcajadas más. «Rajoy decía: 'Gobierne usted, señor Zapatero. Su problema es que no gobierna'. ¡Nooooo, por favor, noooo!, ¡Gobernar, no! Por favor. Ya sabemos que un presidente sólo puede hacer tres cosas: gobernar bien, gobernar mal y no gobernar. La experiencia ya nos ha mostrado que gobernar bien les resulta imposible. Sólo quedan dos opciones: gobernar mal o no gobernar. ¿Entonces, la decisión está clara, verdad?».
Usa el gag para dar sus razones, como los ilusionistas, una mano concentra el interés y la otra, actúa. Desarma a los que, si escucharan sus teorías en tono marcial, se escandalizarían. Atisba una actitud contestataria, crítica, para los que están en un atasco o en mitad de una discusión, haciéndole los deberes a la niña, huérfanos de alicientes macroeconómicos antes de poner el primer café o tomar la última sopa. Sabe que en la radio hay horas de 30 minutos, por eso el doctor ha echado por delante a su doctor Jekyll, educadamente cáustico, ordenándole que nos seduzca. Ahora que lo volvemos a tener cerca, con su elaborada cortesía, en una noche sevillana de paseo y frío, regresamos al profesor, extendido, parsimonioso y preciso con sus alumnos. «Igual que el desgraciado Sr. Hyde, –explica irónicamente en internet– yo también tengo una doble vida. Además del periodismo en prensa, radio y televisión, y de mis artículos, tertulias, conferencias y apariciones públicas, desempeño otra actividad siniestra e inconfesable, que oculto incluso a mi familia y amigos más íntimos. Pero ahora que tengo esta página web personal he decidido reconocer de una vez por todas esa otra lúgubre personalidad mía. Sí, lo confieso: desde hace cuarenta años soy... profesor». Es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en dicha universidad.
La economía se ha convertido en un producto de hipermercado. El cursillo permanente e interesado de los políticos nos lleva a una falsa sabiduría. Rodríguez Braun cita para explicar esta epidemia de economistas de campanario: «Un colega argentino, ante las altas tasas de inflación que sufría el país, aseguró con razón: 'Hay porcentaje a partir del cual todo el país se vuelve economista' Todo el mundo opina, claro. Tiene un punto verdad, tiene un punto».
Él, en la conversación privada, se apresta a escuchar, pregunta queriendo saber y se le recuerda a Pla para subrayar esta buena actitud: «Para el ser humano resulta más difícil escuchar que comprender».
Siempre fue delgado, tiene un origen alemán, que, aunque descubierto aquí casualmente, nos hace agarrarnos al estereotipo para explicar su disciplina en el trabajo (madruga de lunes a viernes con horario de mercado de abastos, a las 5:30) y en el descanso (sigue entregando sus artículos o sus colaboraciones en verano, desde una casa en Sotogrande, disfrutada hace décadas). Ante las fotos que sus seguidores le proponen, reclama: «Si es posible, que nos saquen con pelo». Camina erguido, con un barbour y una gorra verde a cuadros, de campiña británica. Vuelve, como la última vez que coincidimos, a llevar su tradicional corbata, azul o roja, pero siempre salpicada de pequeñas efigies de Adam Smith, el fundador de la iglesia liberal. Aquel que dijo: «El hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil pensar que lo asistirían sólo por buena voluntad... No es la benevolencia del carnicero o del panadero la que los lleva a procurarnos nuestra comida, sino el cuidado que prestan a sus intereses».
FICHA DE CONTEXTO
Carlos Rodríguez Braun presentó el pasado jueves en el Instituto Cajasol de Tomares «Economía para andar por casa», un prontuario escrito a cuatro manos (con Pedro Pablo González, Nacho Rodríguez Burgos y Olvido Macías, la impulsora del asunto). El libro, publicado por una pequeña editorial especializada, ya ha alcanzado la séptima edición y ronda los 9.000 ejemplares vendidos. Su retrato es la suma de esos momentos (hay muchas anécdotas tomadas de la exposición del economista ante el auditorio) y una cena posterior, al margen de otros detalles acumulados de otras presentaciones en las que se ha coincidido, en Cádiz o en Sevilla. Con su porte actoral y los entremeses discursivos en inglés, recordó un versículo americano, aplicable a todos los que hablan de más en el terreno económico: «¿Si usted sabe tanto, por qué no es rico? ¿If you are so smart, why aren´t you rich?»
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