Cláusula suelo
Tontos conforme a la ley
Pero, ¿cómo no alegrarse de que al vecino, al amigo en dificultades o al compañero que teme por su puesto de trabajo tanto como uno mismo le recete un tribunal luxemburgués una aguinaldo de unos cuantos miles de euros? Cuánto nos gusta a veces la justicia retroactiva. El ciudadano hipotecado se alboroza mientras el banquero tripudo, Mister Scrooge perfecto de esta Navidad posmoderna, rumia su lucro cesante. Todo precioso, en el sentido redistributivo del término. Eppur... Si una entidad financiera engaña a su clientela con la complicidad de un escribano que no cumple su función de fedatario público, el conflicto ha de dirimirse en los tribunales. La celebrada sentencia del TJUE presume la culpabilidad de todos los bancos, obviando que los créditos hipotecarios incluían también una llamada «cláusula techo» para proteger al deudor en caso de que se disparase el Euribor. Y lo que es más grave, por antiliberal con su consiguiente carga de providencialismo caudillista, entiende que los españoles carecen de capacidad de discernimiento en el acto de firma de un contrato: son irresponsables y, por consiguiente, no merecen ser libres. Para ahorrarles el daño autoinfligido, el Estado revoca la validez de su firma y, en adelante, confiscará cuatro quintos de sus bienes y rentas porque sólo Cristóbal Montoro sabe darle un uso adecuado al dinero. Mientras una docena de jueces europeos elevan a categoría jurídica la idiotez colectiva del pueblo español, todos los partidos y medios de comunicación dan palmas con las orejas. «La muchedumbre desenganchó los caballos del carruaje de Fernando VII y algunos hombres se uncieron para tirar ellos mismos del coche. ‘¡Vivan las cadenas!’, gritaban». Es desolador comprobar lo poco que hemos evolucionado en dos siglos.
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