Andalucía
Un gran mundo que se acaba
Con la muerte de Aline Griffith se va una forma de vivir, una forma de elegancia en un mundo que pierde con ella uno de los últimos eslabones. El actual, con todos sus defectos es infinitamente mejor pero cierto es que personajes como la condesa de Romanones llenaban la alta sociedad, que era cosa de muy pocos, de gran elegancia. Ha muerto con 94 años. Hasta hace poco, ya mermada su salud, era capaz de hablar con amigos y disponer su casa como le gustaba. Llegó a España en 1943, venía en calidad de espía de la Agencia de Inteligencia Americana, germen de la actual CIA, en plena posguerra. Durísimos años para el país. Es cierto que había en Madrid un pequeño núcleo que vivía una vida estupenda y exclusiva, grandes fiestas en las casas y palacios recién recuperados. De alguna forma, era volver a la normalidad: bellos trajes y magníficas joyas –algunas estaban empeñadas, incluso vendidas para aportar la liquidez– volvían a protagonizar la vida de ese privilegiado grupo. Se solía empezar con los cócteles en el famoso bar del Hotel Palace, que estaba prácticamente abierto las 24 horas. Se podía tomar a la una del mediodía un exquisito bloody mary –según los expertos el mejor desayuno después de una noche larga y llena de copas– e igualmente podías encargar una paella a las cuatro de la mañana de recena. Casi siempre se acudía a salas de fiestas de alto nivel a bailar. El remate solía ser en los tablaos flamencos y para los incansables siempre quedaban las ventas de alrededor de Madrid, que en aquellos años eran muy cercanas, donde tomar los últimos tragos al ritmo de guitarras, cantaores y bailaoras. En ese mundo aterrizó una bella mujer que había sido modelo, que escribía para revistas de moda. Sus misiones no eran tan arriesgadas como ha contado en sus libros, su objetivo era entrar a formar parte de esa elite social madrileña, que era parte muy importante del poder del régimen franquista. Bella, elegante, sofisticada, no tardó en introducirse en ese mundo. Se le conocieron varias aventuras, aunque según los que saben de la época, su romance serio fue con Juan Belmonte hijo. Ella obtenía una información de primera para su país, en plena guerra mundial. Era una vida de vino y rosas, y con dólares, que entonces eran como monedas de oro puro. Una noche, la invita a Bailar Luis de Figueroa... Mañana, segunda parte.
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