Religion
Argüello pide no olvidar la mala muerte de tantos al pregonar la Semana Santa
El obispo auxiliar de Valladolid hace un pregón crítico y de alto contenido social en el que advierte del «muro de soberbia» que enfrenta a los humanos y llama a la caridad política e interpersonal
El obispo auxiliar de Valladolid hace un pregón crítico y de alto contenido social en el que advierte del «muro de soberbia» que enfrenta a los humanos y llama a la caridad política e interpersonal
No olvidar las malas muertes de tantos hombres ni sus causas en las hambrunas, las guerras o en los hogares convertidos en campos de batalla; tampoco ignorar a los mendigos, a los sin techo, o a los que no carecen de asistencia o de esperanza por un futuro mejor; y gritar por el progreso, pero por un progreso humano e integral que no abandones a las personas.
Estos fueron algunos de los contundentes mensajes que lanzaba ayer el obispo auxiliar de Valladolid, Luis Argüello, al pregonar la Semana Santa de Valladolid, una de las citas más esperadas en la capital vallisoletana.
La Catedral de Valladolid vivía ayer una de esas tardes especiales, repleta de fieles, con muchas familias y jóvenes expectantes y con ganas de escuchar un año más el pregón de la Semana Santa vallisoletana. Y especialmente, por la presencia en el de Monseñor Argüello, un religioso caracterizado por su fuerte conciencia social y reivindicativa hacia los más necesitados. Se esperaba un discurso enérgico en este sentido, y el obispo auxiliar de la Diócesis de Valladolid no defraudó.
Críticas que Argüello lanzaba en la parte final de su intervención, mientras hacía un repaso al significado histórico, religioso y antropológico de cada uno de los diez días de Semana Santa en Valladolid.
Como cuando se refería a la Procesión del Encuentro entre Madre e Hijo en la madrugada del Martes Santo en el barrio de La Pilarica, fuera del recorrido histórico, como parábola de nuestro mundo y su progreso. Ahí, Argüello mandaba un mensaje de apoyo a los vecinos de esta zona de Valladolid, dividida de «forma traumática» por la Alta Velocidad ferroviaria desde hace 500 días y noches, y apostaba por un desarrollo humano «que no deje tirados al otro lado de la vía de la historia a tantos hermanos».
También tenía palabras para los gestores públicos, a los que llamaba a la caridad y a poner los medios necesarios para hacer que resplandezca el bien común en los más débiles, y cargaba contra el «muro de soberbia» que enfrenta a los humanos. «Rendimos pleitesía a pequeños ídolos mientras vivimos desesperanzados y a nuestro alrededor existente problemas que nos acosan como el hambre, las guerras y las injusticias», advertía.
La indiferencia hacia los pobres y la miseria ajena centraba buena parte de su intervención final. «Ya no nos impresionan muchos las imágenes de cuerpos esqueléticos por el hambre; nos parecen casi inevitables y algo con lo que hay que contar», apuntaba el prelado, quien llamaba a «una nueva cruzada, una movilización general de toda la cristiandad y de todo el mundo civilizado para liberar esos sepulcros vivientes de Cristo que son los millones de personas que mueren de hambre, de enfermedades y de miseria». Luis Argüello terminaba el pregón destacando lo hermoso de formar una familia y haciendo una autocrítica al reconocer que los cristianos «puede que seamos un poco ‘‘paganos bautizados’’».
Argüello calificaba la Semana Santa de Valladolid de acontecimiento cósmico, histórico, eclesial y ciudadano. Pero también eterno, que desborda sitios y épocas. «Es una expresión de fe y de cultura popular sin igual», decía, mientras convocaba a los vallisoletanos y viajeros a recorrer la «Vía Crucis» a través de los desfiles procesionales «que hacen de nuestra ciudad un sacromonte», así como a cruzar los ojos con la cruz desnuda «que nos ayuda a llevar nuestras cruces», contemplar sus imágenes, escuchar alguna palabra y hacer silencio.
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