Iglesia Católica
Líbrame del discriminador
Señor, Tú que supiste estar entre pecadores y mendigos, líbrame de quienes ahora, en mi propio Tiempo, discriminan por razón de tez, acento, sexo, bolsillo u opción política o religiosa.
Y porque Tú supiste enseñarlo con una praxis alejada de heterodoxas pantomimas, haz que muchos más se aproximen al ejemplo y no a la perorata, no a la grandilocuente hipocresía; no al decir sin hacer, sin sentir la projimidad.
Porque aquí, en confianza Jesusito, también te pido que me libres de estos últimos, pues mi temor se agranda ante sus máscaras impolutas, ante sus meas culpas por los otros, pero no por sus tenaces imposturas: la discriminación racial no existe cuando el Otro trae millones o prestigios; el negro artista o deportista; el chino millonario comprando nuestra deuda...
Señor, desde el asombro y la inocencia, te pido que sigas manteniendo firmes y cálidos mis abrazos con los de abajo, con los que llegan, con los que parten, con los que sufren y con los que gozan de la querencia de los suyos. Haz que sea el primero en estar con ellos cuando la derrota; haz que toda muestra de no discriminación cierta sea asunto primordial de mi corazón; haz que hasta lo hermosamente inútil en los días y en los meses de mi vida; fructifique lejos del estercolero enchapado de oropeles.
Líbrame, Señor, de aparentar compasión. Líbrame de tener sentimientos leves respecto al necesitado, sea de aquí o de allí, mongol o quechua. Líbrame de hacer desaires al que perdió la estima por haberse sentido discriminado por raza, sexo, religión, condición económica... Líbrame de ocupaciones que engullen horas o minutos que permiten sonreír y ayudar a quienes lo necesitan.
Voluntad tengo, Señor.
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