Atentado en Barcelona

17-A: «Un duelo bien resuelto dura 1 o 2 años. Mal resuelto, toda la vida»

Profesionales del Centro de Urgencias y Emergencias Sociales de Barcelona (CUESB) cuentan cómo vivieron los atentados del 17-A.

Àlex, Montse y Marc, como escribió su compañera del Cuesb, Sandra Gálvez tras el 17–A, son la muestra de que «unos pocos con su odio, no podrán jamás con el amor de muchos» / Shooting/Miquel González
Àlex, Montse y Marc, como escribió su compañera del Cuesb, Sandra Gálvez tras el 17–A, son la muestra de que «unos pocos con su odio, no podrán jamás con el amor de muchos» / Shooting/Miquel Gonzálezlarazon

Profesionales del Centro de Urgencias y Emergencias Sociales de Barcelona (CUESB) cuentan cómo vivieron los atentados del 17-A.

Es verano. Las palomas pasean por las Ramblas. Se las ve en las fotografías del día del atentado en Barcelona. Caos. Gente en el suelo. Sirenas. Desconsuelo Y, mientras, ellas caminan, alzan el vuelo y siguen ahí cuando desalojan las Ramblas. La vida continúa mientras los profesionales del Centro de Urgencias y Emergencias Sociales de Barcelona (CUESB) atienden a los afectados. Son los primeros en ofrecer atención psicológica y social cuando hay una emergencia en la ciudad. También quienes comunican las malas noticias. Marc, uno de sus psicólogos, acompaña a los familiares a identificar a los fallecidos en el Instituto de Medicina Legal de Cataluña. El 17 de agosto por la tarde estaba de vacaciones. «Estaba nadando en la playa, en Barcelona, y cuando salí del agua mi hermana me dijo que algo gordo había pasado. El grupo de whatsapp del trabajo echaba humo y me fui a la central».

Montse Rovira, la directora de la Dirección de Servicios de Urgencias y Emergencias Sociales y de Intervención del Espacio Público del Ayuntamiento de Barcelona, explica, orgullosa de su equipo, que en los turnos habituales suelen contar con 14 profesionales, pero que ese día acabaron interviniendo 30 personas. «El alud de solidaridad que recibimos fue conmovedor. Muchos compañeros vinieron voluntariamente a trabajar. Tuvimos que frenarlos porque había que guardar fuerzas para el día siguiente».

Los primeros equipos del CUESB salieron disparados a la zona de seguridad designada cuando los activaron, a las 18.48. Ya estaban preparados, pero al llegar se vieron «deambulando entre los cuerpos de las víctimas». Noticias sobre posibles francotiradores obligaron a cambiar el Centro de Mando Avanzado de la Ciudad hasta en tres ocasiones. Finalmente, se estableció en el Hard Rock Café de Plaza Cataluña. Allí se reunieron los mandos de los cuerpos que intervinieron en la gestión del atentado. Y ese fue uno de los cinco escenarios en los que el CUESB intervino la noche del 17-A. Desde allí, establecieron el punto de acogida para los afectados, en el Hotel Palace, y un punto de atención psicológica de primeros auxilios en la zona cero, en la Casa Beethoven, donde una familia había perdido a un ser querido. En el CEB , donde iban llegando las personas acompañadas de la Cruz Roja, también se dio apoyo psicológico y social. Y un último equipo, el de Marc, se trasladó al Instituto de Medicina Legal Legal de Cataluña (5). Lo pidió la máxima responsable de los forenses, para atender a las personas que aparecieran allí buscando a familiares fallecidos. Marc llegó con una compañera a las once de la noche. Se coordinó con un equipo de trabajo social, médicos forenses y mossos. «Durante cuatro días, acompañamos a familiares y amigos de los fallecidos en las entrevistas ante-mortem, en la comunicación oficial de la muerte y en las visitas de quienes querían despedirse de sus familiares muertos», cuenta Marc. Allí atendieron a 74 personas.

Comunicar malas noticias

«Ante un atentado como el 17-A, la gente tiene tres reacciones. En inglés, se conoce como las tres "F": Fly (volar), Freeze (quedarse congelado) o Fight (luchar). Si la persona está en estado de choque, debemos conseguir que vuelva a la realidad con ejercicios de concentración, por ejemplo. También intentamos que expresen con palabras cómo se sienten. Si la persona tiene una crisis de ansiedad, intentaremos desactivarla, con paciencia. Es desagradable verlo, pero no es malo. Si un coche se ha llevado por delante a su familia, dejaré que la persona llore, grite y patalee y poco a poco trataré de rebajar su ansiedad».

Àlex, auxiliar del CUESB, recuerda que «en el hotel Palace, una mujer empezó a gritar y contagió al resto de afectados». El 17-A le tocó estar en la puerta del hotel para identificar a quienes estaban conmocionados o buscaban a sus familiares, de quienes querían entrar porque no podían llegar a su casa por las medidas de seguridad que desplegó la ciudad. «Algunos llegaban y apenas podías sostenerlos. Dentro, Protección Civil tenía el listado con las víctimas mortales, los heridos y los hospitales donde estaban siendo atendidos. Trabajamos hasta las cuatro de la mañana».

Según la experiencia de atentados en otras ciudades, la afectación en la salud mental tras un hecho así puede tener una duración de hasta 8 meses. «Un duelo bien resuelto dura entre uno o dos años. Un duelo mal resuelto dura toda la vida», señala Marc. El CUESB atendió a 777 personas hasta el 13 de septiembre. Pero durante los primeros seis meses tras el atentado ha hecho un seguimiento telefónico a 223 afectados que contactaron con ellos después del suceso. Pasado medio año, detectaron a 7 que no se estaban tratando –derivan al CAP– y necesitaban ayuda.

¿De quién hablamos?

Àlex, Montse y Marc

«Se nos conoce como el servicio de los abrazos. Los días posteriores al 17-A eran protocolarios. Cuando llegabas al trabajo, los compañeros te decían ¡buenos días! y te daban un abrazo». Cuando lo cuentan, Montse, directora de los Servicios de Urgencias y Emergencias Sociales; Marc, psicólogo, y Àlex, técnico, ríen. En su receta para sobreponerse a los atentados y a su día a día –entre otras cosas son quienes comunican a los allegados de un fallecido de su pérdida–, hay amor y humor.