Libros
Cataluña por Azaña
Un libro recupera los discursos del político republicano en el que no faltan menciones a la política catalana
Un libro recupera los discursos del político republicano en el que no faltan menciones a la política catalana
Manuel Azaña es una de esas figuras políticas que han sido reivindicadas por todo tipo de partidos sean del color que sean. Eso hace que la publicación de sus textos sean un buen motivo para poder indagar sobre por qué nos sigue atrayendo tanto la figura de quien fue presidente de la Segunda República entre 1936 y 1939, en plena Guerra Civil. Crítica ha recuperado uno de los libros fundamentales para conocer mejor al político y al intelectual. Se trata de «Discursos políticos», con la totalidad de las intervenciones públicas del político, bajo el cuidado del historiador Santos Juliá.
Una de las particularidades que tiene el libro es que con sus textos podemos saber algo más del momento en el que fueron escritos. De esta manera, también podemos adentrarnos en la realidad de la Cataluña de los años republicanos. Valga como ejemplo un discurso dado por Azaña el 27 de marzo de 1930 en el restaurante Patria, en Barcelona. Aún quedaba un año para que cayera la monarquía de Alfonso XIII, pero las fuerzas republicanas se estaban uniendo para derribar el régimen. Azaña se fue a la capital catalana para decir que «siempre he admirado Cataluña desde lejos o en cortas estancias en Barcelona, su civismo fervoroso, su viva sensibilidad para la cosa pública, su cohesión nacional. Cualidades todas que, animadas por el irrevocable propósito de alcanzar la plenitud de la vida colectiva y por el amor a vustra tierra (...), han producido el gran renacimiento catalán, cuya culminación está en vuestra propia cultura y en esta maravillosa ciudad vuestra».
En este mismo discurso, Azaña admite que «no soy patriota sí soy español por los cuatro costados, aunque no sea españolista. De ahí que me considere miembro de una sociedad ni mejor ni peor en esencia que las demás europeas de rango equivalente». Azaña no puede evitar pensar que el catalanismo sea una de las mejores herramientas con las que hacer frente a la crisis que está viviendo en esos momentos España. «Gracias al catalanismo será libre Cataluña; y al trabajar nosotros, apuntalados en vosotros, trabajamos por la misma libertad nuestra y así obtendremos la libertad de España», matiza el líder republicano para después trazar un puente entre Cataluña y España y, lo que son las cosas, predecir algo que podría llevarse a nuestra actualidad. «Creo que entre el pueblo vuestro y el mío hay demasiados lazos espirituales, históricos y económicos, para que un día, enfadándonos todos, nos volviésemos las espaldas como si jamás nos hubiéramos conocido».
Diferente es el discurso que pronunció el 27 de mayo de 1932. La Segunda República era una realidad, al igual que los debates alrededor del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Era evidente para muchos que encontrando una solución para la realidad catalana se podía encontrar una solución para la realidad española. Eso es lo que Azaña quiso explicar durante una intervención larga en las Cortes y que duró unas tres horas. En su intervención, el político contesta una intervención de Ortega y Gasset que «decía, examinando el problema catalán en su fondo histórico y moral, que es un problema insoluble y que España sólo puede aspirar a conllevarlo». El filósofo metido a parlamentario también sostiene que Cataluña es «un pueblo frustrado en su principal destino, de donde resulta la impaciencia en que se ha encontrado respecto de toda soberanía, de la cual ha solido depender su discordia, su descontento, su inquietud».
Manuel Azaña responde afirmando que «nos ha tocado y gobernar en una época en que Cataluña no está en silencio, sino descontenta, impaciente y discorde». Entonces, ¿qué se puede hacer ante esta situación? El político lo tiene claro y apunta las posibles soluciones de la oposición. Por un lado está el planteamiento de los extremistas que sostienen que «separando a Cataluña de España; pero esto, sin que fuese seguro que Cataluña cumpliese ese destino de que hablábamos antes, dejaría a España frustrada en su propio destino». Otra solución es «aplastar a Cataluña, con lo cual, sobre desarraigar del suelo español una planta vital, España quedaría frustrada en si justicia y en su interés» pasando a ser un «Estado completamente caduco e infeliz».
Por todo ello, desde la mirada de Azaña, hay que poner en marcha «una obra de pacificación, que es una obra de buen gobierno». A este respecto, sostenía con aires marineros, que «lo que importa es navegar» y para ello lo que interesa es controlar el timón y las velas.
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