Cataluña

CDC deja atrás las «amplias mayorías» y da por buena una consulta con el 50%

La vicepresidenta Ortega fijó el listón de participación en el 67% hace dos meses

El secretario de Organización, Josep Rull, durante una intervención ante el consejo nacional de Convergència
El secretario de Organización, Josep Rull, durante una intervención ante el consejo nacional de Convergèncialarazon

barcelona- El Govern de Artur Mas inaugura mañana el curso político en Cataluña y lo hace con un tema importante sobre la mesa: ¿Deben los consellers participar en la cadena humana independentista que se organizará en la Diada? El gabinete de Mas ha dado suficientes pistas durante el mes de agosto para intuir la decisión final, que, con toda seguridad, consistirá en dar libertad para que todos los consellers (de Convergència) que quieran se unan al acto y para que todos los consellers (de Unió) que no quieran se ausenten. Pero más importante incluso que su participación es cuánto fuelle va a dar el Govern a un acto cuyo éxito se antoja imprescindible para que Mas siga inflando sus reivindicaciones soberanistas.

Según el calendario oficioso que manejan Convergència y ERC, la consulta para decidir el futuro político de Cataluña debería ser en algún momento de otoño de 2014. Los nacionalistas, por tanto, necesitan realizar una demostración de fuerza este 11 de septiembre para escenificar que las ideas soberanistas son mayoría en Cataluña y para que Mas diga, una vez más, que hay un clamor que quiera manifestar su voz en las urnas.

El temor es que la división que hoy reina entre los partidarios del derecho a decidir acabe debilitando el movimiento soberanista. PSC, ICV y los sindicatos no están de acuerdo en salir a las calles a reclmar la independencia de Cataluña, aunque están de acuerdo en que se celebre una consulta siempre y cuando sea legal y acordada con el Gobierno.

Los interrogantes

En este contexto, miembros del Govern ya han alertado sobre el peligro de que la convocatoria de la Diada pinche por no ser suficientemente integradora. El temor también parece haberse extendido a la propia celebración de la consulta, cuyos términos siguen siendo un interrogante.

Hace apenas dos meses, la vicepresidenta de la Generalitat, Joana Ortega (Unió), dio su opinión sobre la participación que debería registrar la consulta soberanista para darle validez: similar a la de las elecciones autonómicas de 2012 (67, 76 por ciento). Ortega argumentó que de esta manera el resultado podría ser «suficientemente claro para no romper la cohesión del país y para que nadie pueda desvirtuar el resultado». En CDC, sin embargo, han optado por rebajar este techo ostensiblemente. «Una participación aceptable es la que supere el 50 por ciento», dijo ayer el secretario de organización de CDC, Josep Rull en una entrevista a la agencia Europa Press.

El listón fijado por el actual número dos de Convergència supone un giro muy significativo respecto al discurso que viene haciendo Mas desde que puso en marcha el proceso soberanista. El presidente de la Generalitat siempre ha insistido en la importancia de lograr amplias mayorías para tirar adelante un proyecto que él mismo define como «el de mayor envergadura que se ha planteado en Cataluña en los últimos 300 años».

Hoy por hoy, sin embargo, Convergència está cada vez más cerca de conformarse con repetir los resultados del referéndum del Estatut del año 2006, cuando se registró una participación del 48,85 por ciento, con un 73,9 por ciento de votos a favor, 20,7 por ciento en contra y 5,34 por ciento en blanco.

En realidad, nadie se atreve a dar hecha la celebración de la consulta porque el Gobierno ha dejado muy claro que piensa dar cumplimiento a la Constitución tal y como está redactada actualmente y, por tanto, no permitirá la secesión. Sin embargo, CiU y ERC no están dispuestas a frenarse y aprobarán la ley de consultas este mismo otoño.