Salud
Convivir con el cáncer
Nuevas terapias farmacológicas permiten adormecer los tumores y alargar la vida de los pacientes sin casi secuelas. La investigación, imprescindible para lograr tratamientos eficaces
Jose tiene 55 años y desde hace tres convive con un cáncer de cávum (de cabeza y cuello). Cuando le detectaron los tumores en el hospital del Sant Esperit de Santa Coloma de Gramanet, su ciudad de residencia, comenzó una dura batalla con final incierto. Pero los médicos abrieron una puerta a la esperanza. «Probaremos una nueva terapia», le dijeron. Un tratamiento que no acabará con el núcleo maligno pero lo mantendrá dormido, le explicaron. Tras someterse a sesiones de quimioterapia y radioterapia, Jose logró acabar con la metástasis del cáncer y ahora convive con ese núcleo que mantiene dormido gracias a varios medicamentos que debe tomar cada día. Los médicos le han dicho que «de aquí a 10 años se verá si despierta o no».
El caso de Jose no es único. Hoy por hoy, muchos pacientes mantienen a raya sus tumores gracias a los que denominados fármacos antidiana. El jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Clínic de Barcelona y asesor del comité técnico de la Asociación Española Contra el Cáncer (Aecc), Pere Gascón, explica que el concepto de cronificación del cáncer «parte de aquellos pacientes a los que no se les puede asegurar la curación» porque, o bien tras desaparecer el tumor, existe la certeza de que volverá a aparecer, o bien, no se puede erradicar por completo.
Aumenta la supervivencia
No obstante, señala Gascón, pacientes de cáncer de mama que hace unos años no hubiesen sobrevivido más de un año dada la virulencia de su enfermedad, actualmente, pueden convivir con él hasta diez años. Eso sin tener en cuenta lo que pueda avanzar la ciencia en estos años y las nuevas soluciones terapéuticas que puedan aportar para cada caso. Y es que, si hoy se puede hablar de cronificación del cáncer es gracias a la investigación y los hallazgos realizados en los últimos años.
Los fármacos que toma Jose, resultado de estos avances, actúan directamente contra las células cancerígenas bloqueándolas y evitando que se reproduzcan o que proliferen por el cuerpo. Así, con el tiempo estas células o mueren por el proceso de muerte celular inherente a toda célula o encuentran la forma de escapar a los efectos de estos medicamentos. Llegados a este punto, la terapia varía y se atacan otras propiedades –o dianas– de estas células malignas para seguir manteniéndolas dormidas. Se conocen entre 10 y 15 puntos vulnerables con los que poder atacar y noquear estas células. De hecho, este modelo de tratamiento se aplica también a ciertos variedades de cáncer de tiroides, hígado y riñón, entre otros.
Esta forma de abordar el cáncer explica, en parte, que la tasa de supervivencia se haya incrementado en un 10 por ciento en hombres y un 5 por ciento en mujeres en los últimos 10 años. También hay que tener en cuenta el papel la prevención y la detección precoç en la lucha contra el cáncer.
Vivir más y ¿mejor?
Una de las particularidades de estos fármacos antidiana es que tiene pocos o nulos efectos secundarios. Evidentemente, éstos varían según el paciente pero suele existir, gracias al a investigación, margen para modificar el tratamiento, cambiar unos medicamentos por otros, y minimizar las secuelas al máximo.
Sin embargo, es común que los que han superado un cáncer o que conviven con él, desarrollen el «síndrome de la espada de damocles», explica la psicooncóloga de la Aecc, Teresa López. Para «distraer esa sensación, la incertidumbre de que el tumor se reproduzca, se le proporciona al paciente herramientas cognitivas», apunta Teresa. Además, se le acompaña para que asuma que «no es posible volver a ser el de antes» del cáncer, ya que la quimioterapia o la radioterapia sí dejan secuelas, tanto físicas como anímicas. Pero, en cualquier caso, «el cáncer no debe ser el final de la vida».
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