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Cuando los médicos cambian la bata por el batín de enfermo

De un día para otro, los doctores Agustí, Escobar y Escudero se convirtieron en enfermos. Y al otro lado, descubrieron que la parte de un hospital que más ve un paciente es el techo, que hay médicos distantes, que tocar el brazo, como hacen las enfermeras, o conversar dos minutos reconforta y que no es lo mismo tratar a un paciente que preocuparse por él. Con ellos nace el Grupo Janus que recoge la experiencia de médicos como pacientes para humanizar y mejorar la sanidad.

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Un día, el doctor Jack Mackee llegó al hospital y le dijo a su equipo: «Desnúdense y pónganse las batas que visten los pacientes». Los médicos residentes pensaban que Mackee les estaba gastando una broma, pero no era así, quería que sus estudiantes además de aprender el nombre de enfermedades raras, aprendieran una cosa mucho más simple, el nombre de sus pacientes. Antes de este experimento, Mackee era un brillante cirujano convencido de la necesidad de distanciarse emocionalmente de los enfermos. Hasta que un día le diagnostican un tumor cancerígeno. Y al cambiar de bata, descubre cuán equivocado estaba y qué importantes son los sentimientos y las relaciones personales entre los pacientes y el equipo médico.

Mackee es el protagonista de la película «The Doctor». Pero en la vida real, también hay médicos que enferman y descubren, entre otras cosas, que no es lo mismo tratar a un paciente que preocuparse por él.

Hace dos años, la periodista Núria Jar reunió a tres médicos de hospitales catalanes que han superado enfermedades graves y relató su experiencia como pacientes del sistema sanitario público en un reportaje para «La Vanguardia». Ellos eran los doctores Àlvar Agustí, director del Institut Respiratori del Hospital Clínic; Manel Escobar, radiólogo del Hospital Vall d'Hebron, y Domingo Escudero, neurólogo del Hospital Clínic. Ninguno de los tres se conocía. Pero de ese encuentro nació el Grupo Janus, un proyecto que quiere recoger la experiencia de los médicos como enfermos, con la idea de mejorar la atención a los pacientes y el sistema sanitario, muy resumidamente, como dice la canción, para hacerlo más amable, más humano y menos raro.

El Grupo Janus, que suma ya a doce profesionales de la salud, fue presentado este jueves en el Colegio de Médicos de Barcelona con gran entusiasmo (CoMB). Pretende ser un laboratorio de ideas en forma de plataforma abierta que invita a todos los profesionales de la salud que tengan o hayan tenido una enfermedad grave a compartir su experiencia como pacientes. Precisamente, su doble condición de médico y enfermo, «nos permite ver el sistema desde otra perspectiva», dice el doctor Agustí. De esta condición dual surge el nombre del grupo, Janus, el dios romano de las dos caras.

«Se trata de una iniciativa pionera en Europa», añade el presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Jaume Padrós. «Organizaremos reuniones periódicas para compartir reflexiones y cada año publicaremos un informe con recomendaciones», informa. Los doctores Agustí, Escobar y Escudero ya han puesto en marcha algunas ideas para mejorar la atención a los enfermos tras su experiencia como pacientes.

A Agustí, director del Institut Respiratori del Clínic, le diagnosticaron un síndrome llamado Guillain-Barré, que a grandes rasgos paraliza todo el cuerpo, excepto el cerebro. Estuvo ingresado nueve semanas y media en la UCI y al salir, como su musculatura quedó debilitada, estuvo yendo dos meses al Instituto Guttman cada día de diez de la mañana a cinco de la tarde. «¿Sabes cuál es la parte de un hospital que más ve un paciente?», pregunta. «El techo. Cuando te paseas en camilla de un lado a otro, ves otro hospital que no ves como médico», dice. Por eso, los techos de la nueva planta de Urgencias del Hospital Clínic están pintados con nubes y flores. Durante su estancia en la UCI también se dio cuenta de que los médicos que iban a visitarle, una vez al día, no se le acercaban, se quedaban a los pies de la cama. En cambio, las enfermeras y auxiliares, que pasaban más tiempo con él, se acercaban y le tocaban. Y allí descubrió la importancia de una caricia o una palmada en el brazo. «Hay que tocar más. Nuestra cultura es de tocar. Tenemos cinco sentidos y uno es el tacto», reivindica. Ahora, que se ha recuperado y vuelve a vestir bata blanca, Agustí toca más a sus pacientes y para facilitar el contacto ha cambiado la mesa de su despacho que veía como una barrera. Ha diseñado una mesa ovalada que le permite sentarse junto a los pacientes y tocarlos para reconfortarlos cuando les explica sus dolencias.

Escobar cuenta que se autodiagnosticó un cáncer de páncreas y que «es un milagro del sistema sanitario que hoy esté aquí». Desde una enorme gratitud hacia la sanidad pública, propone simples cambios para humanizar los espacios y la manera en la que el equipo médico se relaciona con el enfermo para empoderarlo. Recuerda una anécdota personal. Tras una tanda de quimioterapia, se hizo una resonancia y vio que su tumor había disminuído. Entusiasmado le dijo a un compañero: «¡Mira, quizás me curo!». Pero el compañero le aguó la fiesta con un «ya se verá».

En el caso de Escudero, sufrió una encefalitis autoinmune que tardó en diagnosticarse y fue descrita por primera vez por un colega del Clínic, Josep Dalmau. Escudero cuenta que ahora cuando ve a una persona despistada por los pasillos del Clínic, la acompaña y le da conversación. Son cambios sencillos y sin coste. Hay otra reflexión sobre la mesa, la sociedad vive de revolución en revolución, pero los estudios de Medicina son los mismos desde hace 50 años y sigue sin haber una asignatura que aborde cómo los médicos se comunican con los pacientes.