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Florence Welsh Superstar

La cantante se reivindicó como mesías del nuevo feminismo en una noche pletórica en el Sant Jordi

La banda británica de indie rock Florence and the Machine, liderada por la cantante Florence Welch, desembarcó anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona
La banda británica de indie rock Florence and the Machine, liderada por la cantante Florence Welch, desembarcó anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelonalarazon

La cantante se reivindicó como mesías del nuevo feminismo en una noche pletórica en el Sant Jordi

Florence Welsh lo tiene claro, ahora es su turno. En su nueva visita al Palau Sant Jordi, sacó todo su arsenal de lírica ultra feminista para reivindicar que ahora es su momento porque es el momento de las mujeres y más vale que estés de su lado. “Si estás esta noche aquí, está claro que no eres un ejemplo de masculinidad tóxica, así que canta con nosotras para apoyar y celebrar a la mujer”, gritó ante un enfervorecida audiencia. Porque eso se lo decía a los pocos hombres presentes en el concierto que, sin duda, no eran unos machitos que creen en la mujer como un premio o un alborozo a sus esfuerzos o qué demonios harían en un concierto de Florence and the Machine. Así que se bajaron las lonas del techo, empezó a sonar “Dogs days are over” y fue como la señal de zarpar y surcar los mares en busca de conquistar territorios inexplorados, aquellos en que la mujer decide, marca el discurso, y luego son los hombres que exigen paridad y otras tonterías. Porque ayer Florence Welsh desnudó su coraza élfica y sus etéreas formas para reivindicar que sólo es una mujer y que ahora toca amar. Y vaya si la gente se amó.

El concierto del miércoles por la noche certificó que Florence Welsh es cantante, compositora, mujer y sacerdotisa a un tiempo. Tanto es si utiliza su voz para cantar o para recitar salmos, para correr o presentar un nuevo evangelio sin teléfonos móviles, para sonreír o rezar, todo parece una misma cosa, una oración emocional y melancólica de un tiempo que nunca ha existido, pero que parece a punto, que parece a tocar de los dedos con sólo que alguien se atreva a elevar los brazos- Y así son sus conciertos, ansiosos, extáticos, exultantes y cuando se acaban, pues vuelves al mismo sitio en el que estabas, pero con la sensación que has estado a punto de tocar la gloria.

El concierto empezó tímido, casi como un murmullo, con una versión de “June” de bajas pulsaciones para continuar con el primer zarpazo con “Hunger”. Sin embargo, todavía no existía la conexión de Florence con su público. Todavía la veían como algo distante, algo que adorar a distancia, uno como uno de ellos o ellas, una con la que ir al fin del mundo. Después vendrían “Between two lungs” o “Only if for a night” y todavía parecía esa glacial figura de los cuadros prerafaelitas, ambigua, asexuada, digna de admirar, pero no de amar. Hasta que comenzó con “South London Fever” y “Patricia” y habló de Patti Smith y de las masculinidades tóxicas y aquí Florence ya era una del público dispuesta a animar hasta los muertos. “Chicas, sois la monda”, dijo, “os venís de giraconmigo”, dijo al público y sonó sincero y sonó euforizante e hizo que el público estuviese dispuesto a hacer las maletas e irse con su nueva amiga a donde fuera.

“Ship to wreck” consiguió certificar el estado de júbilo y felicidad del público en un apoteosis imposible de mantener. Así que la cantante no tuvo más remedio que relajar sus pulsaciones porque todo empezaba a ir tan rápido, tan y tan rápido, que podía pasar de largo.”Es tan raro cumplir los sueños que tenías cuando eras una niña. Y todo es gracias a vosotros”, dijo y sonó sincera. La belleza aérea de “Moderation” y “Sky full of song” dio paso a “Cosmic love” en la que volvió a contar, como en su anterior visita, que esta canción nació de una resaca. SI antes había pedido que la gente guardara sus móviles, aquí pidió que los sacara e iluminara el palacio y vaya si se iluminó. “Uuuhhhuu uuuhhuu uhhuu”, cantaba dando vueltas y vueltas como si todavía tuviese ocho años y creyese en el amor cósmico. Y la gente creyó.

Aquí volvieron a ondear las velas y encaramos la recta final de un concierto, con ella en plan Florence Welsh Superstar corriendo entre el público y cantando junto a ellos, mientras los de seguridad dejaban el camino abierto para que volviera al escenario. Aquí ya hubo el saltó al vacío con “What kind of man”, de nuevo levantada sobre los hombros de sus admiradores y la percuisón martilleando como un corazón furioso a punto de dejar suelto al monstruo. Y aquí quedó patente que Florence ya era uno de ellos, de nosotros, de cualquiera, dejándose tocar, abrazar, celebrar sin disimulo.

Acabó el concierto, no sin antes volver a rematar el trabajo con “Big god” y “Shake ir out” con la certificación de que tenemos a una nueva hija de los hombres, ¿Cómo una noche que empezó tan fría y calmada pudo acabar con tanto calor y fiebre? Es un misterio que demuestra que la música amansa a las fieras, pero sobre todo las exalta y a las fieras nunca hay que amansarlas, para qué, para qué queremos acabar con la fiereza, a las fieras hay que abrumarlas, sacarlas de su normalidad y convertirlas en imposibles figuras. Sino no es música, es anestesia. Que así sea. Brindemos por esta nueva feminidad.