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Irene Solà da voz a todas las criaturas en el nuevo Premi Llibres Anagrama de Novela

La escritora se alza con el prestigioso galardón con «Canto jo i la muntanya balla», una gran historia polifónica.

Irene Solà se encontraba ayer en Hanoi en un viaje personal y no pudo recibir el galardón
Irene Solà se encontraba ayer en Hanoi en un viaje personal y no pudo recibir el galardónlarazon

La escritora se alza con el prestigioso galardón con «Canto jo i la muntanya balla», una gran historia polifónica.

La causalidad suele apoyarse en un principio que parece sencillo de comprender, primero hay una causa y luego un efecto. Según la mecánica newtoniana, esta unión causal es casi de choque inmediato, por lo que es un proceso predecible a priori y puedes adivinar que si lanzas una manzana al aire, pues caerá. Todo esto se apoya en fuerzas, en masas, en gravedad, atracción y demás cosas que dicen los científicos que se creen muy listos. Es la misma causalidad que dice que hay que creerse muy listo para ser científico. Por eso son todos un poco engreídos.

Luego existe esa causalidad menos visible que va ligada a la llamada teoría del caos, en la que se afirma que el vuelo de una mariposa en Venezuela puede provocar una tormenta en Tailandia. Aquí la mecánica que lleva un acto al otro es más larga, más secuenciada, pero el resultado es el mismo. Sólo alarga la causa o la desplaza a los invisibles, pero el proceso es el mismo.

Y luego existe una causalidad que va a cambiar el mundo, como la cambió Einstein con su mal comprendida relatividad. Esa causalidad es la que dice que el vuelo de una mariposa provoca que a Rafael Nadal se le de genial el tenis. O que cuando chasqueas los dedos todas las palabras acabadas en mente suenen más elegantes. Incluso que cuando guiñas un ojo a un osito le crezca un poco de oro en la pezuña. Es la llamada causalidad del nuevo posibilismo, la causalidad real cuántica, también llamada moto de agua. Es la causalidad poética, que hace que las palabras creen la realidad, la performaticen, no sólo la describan y que convierten a los poetas en los nuevos científicos del siglo XXI. Y dentro de estos poetas, la joven Irene Solà tiene un lugar destacadísimo.

La escritora, nacida en Malla en 1990, ganó ayer la cuarta edición del Premi Lletres Anagrama de Novel·la con «Canto jo i la muntanja balla», una historia coral y polifónica, de marcado carácter poético, que traslada al lector a la montaña del título, un espacio real, en el prepirineo catalán, cerca de Camprodon, y desde allí nos cuenta todas las historias que nacen en sus entrañas. A través de los mismos esquemas de la tradición oral y el folklore popular, hace de lo anecdótico local un microcosmos en la que todas las fuerzas están representadas, todas los relatos contados y todas las verdades reveladas. Así crea una realidad paralela que es a un tiempo tan fantástica como completamente realista. «Es un juego de miradas, de perspectivas, de tonos, de tiempos, de intentar dar voz a aqeullo que no la tiene y capturar la energía que encierra la naturaleza y sus seres vivos», comentó ayer la escritora.

Solà, que ya ganó el Premi Documenta con su primer libro, «Els dics» (Altre editorial), no pudo recibir ayer el galardón al estar de vacaciones en Vietnam, aunque pudo agradecer el premio desde una ppequeña habitación de Hanoi. El viaje retrasará un poco la publicación de la novela, que saldrá a principios de mayo traducida al mismo tiempo al castellano. «Quería jugar con las palabras, experimentar, demostrar cómo el poder de la literatura es capaz de hacer bailar a las montañas, de aquí el título de la novela, que sale de un verso de uno de los personajes de la historia», aseguró Solà.

Una historia de fantasmas

La novela arranca con la conversación de una serie de nubes bajas, llenas de aire caliente y electricidad, que lograrán despejar su llenazón con una tormenta, con tan mala suerte que uno de los rayos caerá sobre el cuerpo de un pagés poeta, que morirá fulminado. Esta muerte o no muerte vehiculará una historia que se remontará a tiempos arcanos y llegará al día de hoy cuando el hijo de este pagés también fallezca de un accidente. Entre medio, Solà hará hablar la tierra, las setas, los hongos, los hombres, las mujeres, las bestias y a absolutamente todo que tenga presencia natural y sobrenatural. Porque también habrán fantasmas e historias de brujas y mujeres del agua. «Juego mucho con el tono, a veces con un punto de vista irónico y otros más trascendental para construir un espacio particular», señala la autora.

El premio, dotado con 6.000 euros, tuvo como jurado a Mita Casacuberta, Guillem Gisbert, Imma Monsó, Sergi Pàmies y las editoras Isabel Obiols y Silvia Sesé. en total se presentaron 30 originales, de los que cinco quedaron finalistas. «De este libro no sales como has entrado. Y no sales fácilmente: su poso es duradero, tal vez imborrable», aseguraba Imma Monsó. Solà es licenciada en Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y tiene un Màster en Literatura, Cine y Cultura Visual por la Universidad de Sussex. Además, ha sido escritora residente en la Universidad George Mason de Virginia. Con su libro de poemas «Bèstia» recibió el Premi Amadeu Oller y se tradujo al inglés.