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Fotografía

La ciudad de Berenice Abbott

La Fundación Mapfre acoge una retrospectiva de una de las pioneras de la fotografía estadounidense.

Vista aérea de Nueva York el 20 de marzo de 1936
Vista aérea de Nueva York el 20 de marzo de 1936larazon

La Fundación Mapfre acoge una retrospectiva de una de las pioneras de la fotografía estadounidense.

La ciudad de Nueva York tiene en Berenice Abbott a su gran creadora de mitos. Más allá del cine, sus instantáneas consiguen mostar lo que nadie había visto antes, el corazón que late debajo del cemento, la respiración de los porches, los escaparates, las esquinas, la heroica energía del primer pueblo que empezó a comerse el cielo y creó sus propias estrellas. Ayudante de Man Ray, alumna de Eugène Atget, epítome de la fotografía directa, sus fotografías te permiten vivir en esa ciudad. Esa es su radical potencia.

La Fundación Mapfre acoge hasta el 19 de mayo la exposición «Berenice Abbott. Retratos de la modernidad», una muestra que repasa a partir de unas 200 fotografías la trayectoria de una artista que se convirtió en emblema de la mejor fotografía documental. «Aunque la intención de Abbott es huir de los supuestos artificios del arte, el resultado visual es tan rico y diverso que es difícil categorizarlas bajo el adjetivo documentalista», asegura Estrella de Diego, comisaria de la muestra.

La exposición se divide en tres apartados temáticos y cronológicos. El primero se centra en sus inicios como fotógrafa, cuando se traslada a París. Allí vemos cómo parece documentar diferentes tipologías de personajes en los que se incluye a ella misma en brillantes autorretratos.

La segunda parte es la más destacada y es esa historia de amor que parece haber vivido con Nueva York. Cubre toda la década de los 30, desde los grises atascos de la América de la crisis del 29 a su reconstrucción en meca de todos los sueños a finales de la década. Su trabajo es puro, nada retórico, pero tan real como una viñeta de «El contrato de Dios» de Will Eisner.

Icono del nuevo feminismo

La última parte está dedicado a sus últimos trabajos, de cariz más experimental, la mayoría centrados en ilustrar los últimos avances de carácter científico. Abbott, que en 1970 ya recibía su primera gran retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York (Moma). «La idea de modernidad invade todo el trabajo de Abbott, desde sus retratos de los artistas e intelectuales más vanguardistas del momento, a los que conoce por primera vez al llegar a Greenwich Village en Nueva York, hasta sus fotografías de tema científico, en las que retrata los resultados de diversos fenómenos y experimentos», confirma de Diego.

La figura y personalidad de Abbott merecen una revisión. La muestra permite acercarse a un icono del nuevo feminismo que siempre reclamó su espacio de libertad.