Iñaki Zaragüeta
Reflexión para el amigo
Desde que Eva comió la manzana de la serpiente la Humanidad se ha regido por reglas inexorables. ¡Cómo no probar del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal! Al igual que ella pudo rechazarla, nosotros podemos eludir las directrices inevitables. La inclinación propende a saltárnoslas aun a riesgo del precipicio. Y el precipicio, si no el abismo, aparece.
Dicen que el amor hay que regarlo día a día, sin seguridad de que sea perdurable. Demasiadas circunstancias intervienen en la pareja. Nada es seguro si se cumple «el que ama, delira». ¿A qué hacemos caso? ¿a «la vida no vale nada», o a «la vida es bella»?
Viene a cuento porque las rupturas son cada día más habituales y, como toda sacudida, con el tiempo son motivo de risa. Como cuando uno de la pareja le dice al otro «amor mío, me gustaría que todo volviese a ser como antes». Le contesta ¿cómo cuando nos conocimos?». «No, como antes». Así es la vida.
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