Política

Uruguay

«Cohousing»: un mini pueblo en Usera

Es un nuevo modelo de vivienda que llega por primera vez a Madrid. Una treintena de adultos y 20 niños convivirán en un edificio de madera, ecológico, y con muchas zonas comunes en las que todos los gastos como la luz y hasta el wifi, se comparten.

A finales del próximo año ya estará levantado el edificio. Para hacerse con este solar todos tuvieron que ponerse de acuerdo
A finales del próximo año ya estará levantado el edificio. Para hacerse con este solar todos tuvieron que ponerse de acuerdolarazon

Es un nuevo modelo de vivienda que llega por primera vez a Madrid. Una treintena de adultos y 20 niños convivirán en un edificio de madera, ecológico, y con muchas zonas comunes en las que todos los gastos como la luz y hasta el wifi, se comparten.

Un vecindario real. Es la idea con la que el arquitecto Iñaki Alonso soñaba desde hace 15 años. «Un edificio en el que todas las puertas estuvieran abiertas, crear algo así como un ''mini pueblo'' en pleno Madrid. Recuperar las comunidades que teníamos hace 80 años y que hemos perdido. Que mis hijos puedan subir y bajar con libertad, sin que los padres nos preocupemos», explica Alonso. Por fin, después de cuatro años buscando un suelo en el que crear su proyecto de «cohousing» –nombre que se le da en países como Holanda o Uruguay– van a desarrollar el primer proyecto en Madrid.

En concreto, la iniciativa Entrepatios-Las Carolinas se va a construir en el barrio de Usera. «Ya hemos empezado a construir y, a finales del próximo año, en las 17 viviendas que se van a crear vivirán 32 adultos y 20 niños», afirma el responsable de sAtt Arquitectura Abierta, la empresa de Alonso que desarrolla la idea.

Otra de las ideas clave de este nuevo modelo de vivienda es que «queríamos buscar una opción a los modelos de venta y alquiler, que son los únicos que rigen hoy las ciudades. Nuestra idea es que el edificio es de todos. Somos una cooperativa, pero sin división horizontal. Cada uno tiene su casa, pero la propiedad es común». De este modo, se comparten todos los gastos. Tienen un contrato único de luz, así como de conexión a internet. Con este modelo, el edificio, que se construye en madera, «es muy ecológico. Sólo gasta entre 25-30 euros en energía (calefacción y gas)». Por lo que «ahorramos en gestión porque tenemos una factura única».

Sin duda, lo que más les ha costado transmitir, principalmente a los bancos, es su visión de una «propiedad colectiva» a la que va asociada una garantía colectiva que, «está pensada especialmente para tiempos de crisis, ya que se paga entre todos». Con ello, «si el país sufriera otra recesión, si alguno de los vecinos perdiera su trabajo o no pudiera hacer frente al gasto, se abonaría entre todos, lo que garantiza el pago», sostiene el arquitecto. A pesar de ello, «sólo hemos podido conseguir la financiación con banca ética».

¿Cómo será el edificio? Se divide en cuatro pisos con un garaje en el que también se ubicarán una lavandería y un taller comunes. En la planta que da a la calle se situarán tres viviendas, así como un local en el que se podrán realizar todo tipo de actividades y un patio común en el que se podrán reunir todos los niños. Los siguientes dos pisos son exclusivos de viviendas: cinco en cada uno de ellos. En el ático se construirán tres hogares más, así como un huerto, una biblioteca, otro local y una cocina común, «perfecta para organizar esas celebraciones para las que la tuya se queda pequeña», dice Alonso. Las viviendas no se reparten en función de la cuota que pague cada familia, porque todos pagarán lo mismo, sino en función de las necesidades de cada una. «Así lo hemos acordado».

Al arquitecto no le gusta que comparen su idea con la de una comuna. «No lo es porque cada uno tenemos nuestra casa. Es, más bien, una nueva relación entre lo privado y lo común. Cada proyecto, que está ideado a medida, es el que fija el nivel de colectividad que se quiere». Y pone un ejemplo: «Si sólo quieren compartir la lavandería, sólo se hará esa parte, cada comunidad decide».

El principal problema que puede surgir con esta nueva iniciativa es que todo, todo, se decide de forma grupal. No se da ningún paso si no hay consenso. Esa necesidad de consensuar cada uno de los aspectos del proyecto es lo que les llevó a perder tres solares antes de dar con este. «Es cierto que siempre se dan diferencias de criterio, pero todas las familias comparten los valores de respeto y siempre se llega a un acuerdo», describe el diseñador de este nuevo edificio que no emitirá nada de dióxido de carbono. «El edificio está basado en la protección de la salud de las personas, por lo que todo está muy medido. Desde los químicos, a cualquier tipo de emisión».

Luis González va a ser uno de los vecinos de Entrepatios-Las Carolinas y explica por qué le interesaba este modelo de vivienda: «Siempre he tenido claro que no necesito una vivienda en propiedad y buscaba una casa que contara con muchos espacios comunes. No quería tener un vecino al que sólo saludara al entrar y salir del ascensor». A eso se suma que, como la mayoría de familias, «tanto yo como mi pareja estamos muy concienciados con un modelo de construcción ecológica». Luis tiene dos hijos, de 3 y 6 años, y «quería que ellos pudieran experimentar la riqueza de vivir con gente de su edad, que creen vínculos que les pueden durar toda la vida». Este madrileño tiene claro que la capital es una ciudad muy hostil para crear esta idea de pueblo. «Lo que vamos a conseguir es que si un día a mí me surge un problema en el trabajo y no puedo ocuparme de mis hijos, sé que le puedo pedir a cualquiera de mis vecinos que se ocupe de ellos».

El coste de construir este edificio es más barato, al ser de madera principalmente. Sin embargo, «es cierto que la inversión inicial puede ser algo más cara, de en torno a un 5% más, pero es una cuantía que, a la larga, compensamos e, incluso sale más barato», explica el arquitecto. También, al ser las propias familias las que se autopromocionan, se ahorran los gastos de cualquier otra promoción. «En realidad nuestro proyecto está pensado en nuestros hijos, en recuperar conceptos olvidados que la arquitectura actual de las ciudades no permite».