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Hay personas que por su entorno y por su falta de voluntad para cambiar inciden de manera permanente en el delito, en la sustracción, en bordear lo inaceptable, y ésa es una decisión personal que no debe responsabilizar más allá a la sociedad.

El denominado «Rafita», hace ya tiempo adulto, cometió uno de los hechos más graves que recuerda el alma colectiva de la sociedad,y lo hizo con quien siempre nos acompaña, Sandra Palo. Se trabajó mucho con él y muy posiblemente se alcanzó su conciencia social, pero decidió volver a su entorno, vivir de espaldas al trabajo honrado y se encuentra y se encontrará con la Policía, con la Justicia. Mal pronóstico. Tendría que haber roto con los suyos, con su ambiente, con su proceso disocial y delictivo intentando emprender una nueva vida. No lo ha hecho y está siempre en el riesgo para él y para los demás.

Creo que en el caso de los menores, hemos de apostar por la reinserción, y una vez que ese esfuerzo social sea realizado, sólo le cabe al joven, desde la voluntad, la libertad y la responsabilidad, darse una oportunidad en el esfuerzo, en la integración, en el alejamiento de unas turbulencias que no presagian nada bueno, pero al fin ser humano es libre de marcar su destino y nunca deberá culpar a los otros por sus propios errores.

Por cierto, que cada detención reabre la herida en la familia y genera dudas a la ciudadanía respecto a la rehabilitación. Flaco favor que se hace y que nos hace.